En esto de la escritura uno siempre tendrá detractores, incluso entre sus amigos. Lo que escribo para algunos es basura o una palabra que no quiero usar, para otros es muy bueno. Yo creo que ni lo uno ni lo otro. Por eso digo que escribir, publicar requiere carácter, valentía, porque la gente se te viene encima, generalmente a atacarte y eso es maravilloso, pues bien lo dijo Don Quijote: "ladran, luego cabalgamos" (la frase exactamente es del escritor alemán Goethe). Así que si un escritor busca la aprobación de los demás, es mejor que no escriba. Lo que les comparto es fruto de 36 años de escritura, de más de 20 años de labor docente en al área de literatura, es fruto de mi rebeldía como autor. Tomen lo que les sirva, desechan lo que no les sirva, cuestionen todo lo que les digo, destruyan si es del caso todo lo que les digo.
Decálogo de los estetas, los críticos, los editores, los intelectualoides
- No acuda mucho a los adjetivos, hay que podar el texto de adjetivos.
- Evite los lugares comunes, nada de lugares comunes.
- Desconfíe de lo emocional, anule el sentimiento. Use un tono seco, frío.
- Sométase a la norma, a los cánones, a la moda, a la crítica.
- Si no vende no es bueno, no sirve.
- El texto hay que podarlo, reelaborarlo, siga las instrucciones del editor.
- Evite lo melifluo, el adorno, el detalle, lo abundante, lo farragoso.
- Sea un escritor de su tiempo, mire lo que se está haciendo, siga el camino.
- Su texto es pretencioso, muy pretencioso, ¿quién se cree usted?
- Practique un método, un horario, una disciplina diaria, planifique la obra, controle su pluma, no se desborde.
Mi antidecálogo
- A veces el adjetivo da vida. Un enunciado no comunica si le conviene tener al lado un adjetivo exacto, casi perfecto. Depende de… Por ejemplo, Fernando Vallejo en las dos primeras páginas su gran ensayo La puta de Babilonia utilizó magistralmente más de doscientos adjetivos en seguidilla, sí todo depende de.
- La existencia es un lugar común, casi toda literatura es un lugar común. Lo realmente extraordinario y ultra novedoso es una rareza. No hay nada nuevo bajo el sol. Haga lo mismo, diga lo mismo, escriba sobre lo mismo, pero reinvente el lenguaje, sea atrevido, arriesgado.
- Lo seco, seca, aburre, mata. Use las emociones, lleve al lector a experimentar emociones en forma de montaña rusa. Pero cuidado: sin caer en lo melodramático, en lo cursi, en lo manido, en lo patético. Moderación sí, histeria no.
- Conozca los cánones, la norma, la literatura “bien hecha”, la teoría, los postulados. Después ríase de esos cánones, de esa norma. Nadie tiene la última palabra, nadie bautiza a nadie como escritor ni como poeta. Solo hay dos jueces infalibles y dos verdugos objetivos y despiadados: el tiempo y el pueblo. Las normas son buenas como punto de referencia y excelentes para rebelarse artísticamente contra ellas. Eso se llama carácter y sin carácter no hay artista.
- Los mercachifles, lo comercial es el canto de sirenas del que hay que desconfiar. Hay cosas que se venden por buenas, y son muy buenas; pero generalmente hay cosas muy malas que a la gente le meten por ojos, boca y nariz hasta que la mayoría ingenua cree que son muy buenas. El beneficio de la duda es necesario. Con los clásicos se va a la fija porque ellos superaron la prueba del tiempo y del pueblo lector. El que escribe para vender se prostituye. El que escribe al margen de lo comercial y sin fines mercantiles tarde o temprano termina siendo reconocido y vendido. La venta es un medio, no un fin.
- La poda, la mutilación para darle gusto a un editor, a un crítico… puede tirarse en la obra. Hay excepciones, obviamente; pero el autor debe defender su obra como si fuera un hijo de sus entrañas, y a nadie le gusta que a su hijo lo sometan a la circuncisión o cualquier forma de mutilación. Carácter.
- Prefiero la miel a la cicuta. Pero a veces hace falta un toque de amargura para darle el toque final a los alimentos. Todo depende del contexto.
- No hay método, no hay camino, no hay sistema, no hay escuela, ni estética. No se someta, sea usted mismo. El camino consiste en hacer el propio camino. Nadie creerá en usted al principio, se reirán, lo pordebajiarán; cuando esto último suceda, ¡guau! Esa es la primera señal de triunfo: vas por el camino que es. Crea inmensamente en usted mismo: sin un poco de ego, sin un toque de vanidad, sin una volquetada de terquedad no llegarás a la meta que te has propuesto.
- Los editores, los escritores consagrados, cierto público lector pedante, las vacas sagradas usarán la frase cliché: “usted, su obra es muy pretenciosa”. Ellos sí son pretenciosos: pretenden sacarte del camino, bajarte la moral. La semilla de la envidia germina con una facilidad enorme. Sea pretencioso, de ser posible aspire a cambiar el mundo, a derrumbar el mundo. Piense en grande, pero sea humilde, sencillo, compórtese como un aprendiz. Todos los días se aprende. No compita con nadie. Póngase usted mismo los retos. La lucha es ego contra ego, para superarme cada día. El reconocimiento, la fama, los premios son asuntos accesorios, accidentales, circunstanciales. Si llegan bien, si no llegan, mejor.
- Fluya, fluya, fluya. Libérese, rompa el muro, salga del capullo, ¡vuele!