Con el desarrollo de la vacuna y el ‘rebrote’ o segundo pico de la pandemia, vale la pena analizar lo que se conoce y como se ha manejado.
El covid-19 sí representa una pandemia en el sentido de que se multiplicó en el mundo y que cualquiera es susceptible de sufrir un contagio.
Pero como tal no es comparable a otras terribles pandemias (la gripa española o la peste negra) que sí afectaron y cambiaron a la humanidad. La letalidad del coronavirus es apenas marginal ante esas verdaderas catástrofes que diezmaron la población -se estiman muertes entre el 10 % y el 30 % de las naciones afectadas-, mientras la actual va en el orden de 2 millones de víctimas fatales sobre 7.500 millones de habitantes, o sea que no se llega al 0.04% (es decir del orden de la milésima parte de aquellas). El número de casos confirmados es cerca de 100 millones y se estima otro tanto de no reportados o asintomáticos: es decir que no llega al 1 % la mortalidad entre los ya enfermos.
En el 2020 el total de muertes es el orden de 55 millones, sin que se hayan dado mayores cambios en los últimos 5 años. En 2017 murieron 56 millones.
Vale decir que en cuanto a letalidad está pandemia no es grave. Hay 5 enfermedades que matan más de 2 millones cada caño y 14 más de un millón. Para ninguna de éstas se ha montado un escándalo y sobre todo un manejo tan drástico -y catastrófico- como para el coronavirus.
Sucede algo parecido al manejo del tema de las drogas, donde el mal que produce la sustancia misma es infinitamente menor que el que genera la política de su persecución (que acaba promoviendo no solo la violencia y la corrupción sino el consumo mismo).
Pero respecto al coronavirus sorprende la falta de inquietud o de respuestas a temas como: ¿Por qué China no tiene prácticamente ninguna víctima? Responder que se debe a la dictadura comunista es un ataque a ella pero no una explicación; ¿Por qué entonces Taiwán que es el modelo extremo capitalista en el oriente también es exitoso?; y reducirlo a la ‘disciplina oriental’ no explicaría los resultados en Nueva Zelanda, Singapur o Islandia. La mínima pregunta sería ¿Por qué unos países logran manejar el problema y otros no?; o mejor: ¿porque no podemos hacer lo mismo que ellos?
O porque la extraña paradoja (¿?) de que entre los diez países más afectados están a la cabeza los más ricos y desarrollados, los cuales han sido los promotores del modelo de manejo que se ha dado (EE. UU., Francia, España, Italia, Bélgica, Alemania).
Entendiendo que la dimensión dada a la pandemia no coincide con la realidad (en cuanto a su gravedad), la dimensión dada a las medidas para contrarrestarla son, evidentemente, no solo innecesarias, sino nefastas. Las consecuencias económicas, sociales, y psicológicas no es solo que no tengan proporción con el mal que se pretende evitar, sino que simplemente no tienen ninguna justificación.
Lo que nos lleva también a pensar alrededor de la vacuna; porque también, para disimular el terrible error del manejo dado (guiado desde la misma OMS), se dimensionó una respuesta tan relativamente fantasiosa como lo presentado como el mal mismo.
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Vacunas contra virus no necesariamente se requieren, se desarrollan o se logran: el VIH, o el Ebola, o el mismo SARS (primo hermano del covid-19) han sido manejados sin vacunas
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Por un lado, vacunas contra virus no necesariamente se requieren, se desarrollan o se logran: el VIH, o el Ebola, o el mismo SARS (primo hermano del covid-19) han sido manejados sin vacunas. Por otro lado, la aprobación dada como ‘de emergencia’ se refiere a la ignorancia no solo respecto a consecuencias futuras (por falta de experiencias) sino a sus efectos mismos (por ejemplo, no se sabe si la enfermedad puede repetir o no, luego mal se sabe hasta dónde puede inmunizar).
La divulgación de la vacuna como panacea es acorde con el escándalo desarrollado alrededor del mal mismo. Pues como en toda pandemia, será el ‘inmunidad de rebaño’ la que acabe controlando los contagios (entendiendo, claro, que la vacuna puede colaborar en algo a ello). Se hace algo parecido a los rezanderos que dicen que acaban con los ‘nuches’ u otros parásitos del ganado o plagas de lo pastos, cuando lo qué pasa es que simplemente el rezo corresponde al momento en que se cambia el ciclo de vida de lo que genera el problema.
Por último, y dentro de los males causados por las medidas que se están tomando, aparece una evidente contradicción entre lo que las autoridades determinan y reconocen como ‘culpables del rebrote’ (es decir las aglomeraciones o mal ‘comportamiento’ durante las diferentes festividades de fin de año-) y los nuevos ‘confinamientos’, toques de queda, etc, que se ordenan; si subieron las ocupaciones de las UCI por lo sucedido en esa época, no se entiende porqué eso lleva a repetir medidas que tan inocuas han sido y tanto perjudican (puesto que de manera natural debemos volver a las condiciones prefestividades).