Antes de oponerse al feminismo, lea un poco al respecto

Antes de oponerse al feminismo, lea un poco al respecto

Réplica a la nota 'Amparo, te apoyo y defiendo mi derecho al piropo'

Por: Luis Daniel Mantilla Arango
septiembre 25, 2018
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Antes de oponerse al feminismo, lea un poco al respecto
Foto: Pixabay

Sorprendido con algunos de los argumentos expuestos en la nota Amparo, te apoyo y defiendo mi derecho al piropo escribo esta nota para referirme a algunos de ellos. Lo anterior no solo porque están sustentados en una noción abiertamente equivocada del feminismo, sino también —y principalmente— porque considero que son tóxicos y nocivos, y deben ser confrontados.

En primer lugar, se dice en dicha nota que “el feminismo radical… está gestando un sentimiento generalizado en las mujeres, consistente en que los hombres no podemos controlar nuestros instintos sexuales… que las mujeres deben pensarlo dos veces antes de salir con un amigo a cenar porque las pueden violar”.

Creo que, de haber tenido aún la más mínima aproximación al pensamiento feminista, el autor de la nota no habría hecho tal afirmación, porque lejos de reflejar el ideario de igualdad entre los sexos, lo que denota es un razonamiento explícitamente machista.

Ningún comportamiento de la mujer —aceptar una invitación a comer, a bailar, a entrar a una casa o apartamento, a consumir alcohol, ninguno— puede asimilarse a consentimiento sexual ni tenérsele por equivalente. Lo que precisamente busca inculcar el feminismo, entre muchas otras cosas, es que las mujeres son libres de conducirse como lo deseen, sin que sus maneras, comportamientos o hábitos puedan asumirse como disposición a tener una relación sexual.

En otras palabras, lo que el feminismo indicaría frente a la hipótesis que plantea el autor es que una mujer es libre de salir a comer con quien quiera, sin que ello justifique una aproximación sexual no consentida, porque aceptar una invitación a comer no significa nada más que la voluntad de salir a comer.

De ese razonamiento no se desprende, desde ninguna óptica, el desprecio hacia los hombres, sino el rechazo a la lógica machista de que una salida a comer justifica un avance sexual no consentido, y ello es algo que el autor de la nota abiertamente tergiversa y distorsiona.

¿Los hombres también somos víctimas de acoso sexual y crímenes de género? Por supuesto. Pero las incidencias estadísticas son ínfimas cuando se comparan con las agresiones cometidas por hombres contra mujeres, y esa diferencia numérica se explica en la existencia de estereotipos nocivos a través de los cuales se nos ha enseñado que tenemos derecho sobre el cuerpo y la vida de las mujeres. Que algunas mujeres ataquen a algunos hombres nada tiene que ver con la reprochable preeminencia de crímenes cometidos por hombres contra mujeres, ni niega la verdad de que estas últimas son la mayoría —la gran mayoría— de agresiones motivadas por el sexo.

La presentación tóxica que el autor hace del feminismo llega al extremo de decir que los hombres somos víctimas cuando “nos impiden un ascenso laboral porque tiene prelación la que hizo con intención favores sexuales a su jefe” (¡!). Es una sola la razón por la que se hace posible en una sociedad que una mujer obtenga un ascenso por razón de la prestación de favores: es el machismo. Solo en un sistema de pensamiento que cosifica a la mujer, la reduce a su físico y niega sus capacidades intelectuales es posible que un hombre en una posición de poder someta el progreso profesional de una mujer a la prestación de favores sexuales.

Y adivinen quiénes han luchado para que ello no suceda, para que la competencia laboral entre hombres y mujeres se dé en igualdad de condiciones y con base exclusiva en el mérito: las feministas.

En suma, la presentación que el autor hace de lo que entiende como feminismo debe ser contestada, porque revela una grosera tergiversación de las ideas que lo rigen y exhibe ideas nocivas que solo contribuyen a la perpetuación de las reglas de pensamiento que hacen posible lo que él mismo critica.

Sea esta la oportunidad para invitar a los hombres a que, antes de oponerse intuitivamente al feminismo y criticarlo atribuyéndole ideas que no le corresponden, lean un poco al respecto y se esfuercen por entender un discurso cuyo propósito no es, desde ninguna óptica, desdeñar a los hombres, sino uno solo que es muy simple: que seamos tratados y juzgados todos, ellas y nosotros, con el mismo rasero.

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