Ante tanto escándalo: lloramos o nos alegramos
Opinión

Ante tanto escándalo: lloramos o nos alegramos

Llorar por este pobre país manejado por un partido, el del gobierno Duque y el expresidente Uribe, que hoy enfrenta un escándalo que ha sacudido las bases de nuestra democracia

Por:
marzo 10, 2020
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Los colombianos estamos sacudidos no solo por el número de escándalos que aparecen todos los días sino por su naturaleza cada vez más grave. El último del cual es imposible prever como saldrán los implicados por tratarse nada menos que del gobierno Duque, de su partido el Centro Democrático y de su presidente eterno, Álvaro Uribe Vélez, ha sacudido las bases mismas de nuestra democracia. Compra de votos, traición entre políticos corruptos como menciona María Jimena Duzán, relaciones cercanas del poder con un personaje funesto vinculado a un narco y asociado a un asesinato, es una mezcla demoledora para cualquier sociedad. Además, un embajador de Colombia en cuya finca se encontró un narcolaboratorio y a quien el gobierno, en vez de sacarlo de semejante posición, simplemente le concede una licencia para defenderse.

Pero a esto se suma el desprecio de la nueva ministra del Interior Alicia Arango por el problema de orden público más serio que enfrenta el país: el asesinato inadmisible de líderes sociales y de excombatientes de las Farc. Frente a lo que ya se podría empezar a llamar genocidio similar al exterminio de la Unión Patriota, no hay ninguna esperanza mientras este gobierno tenga a semejante personaje como la ministra Arango frente a la cartera de la política, de la seguridad del país. ¿Cómo reaccionar frente a esto? Debería ser la pregunta de fondo.

Sinceramente la primera reacción es llorar por este pobre país manejado por un partido político que no ha demostrado capacidad para elegir a los mejores en posiciones claves; para apartarse de las prácticas corruptas de la política nacional como sugieren las últimas denuncias; para aceptar sus inmensos errores en el manejo de lo público y para ubicarse en el contexto internacional sin descalificar apresuradamente a quienes lo critican con razón. A la gran mayoría de colombianos nos duele el país, especialmente a quienes creíamos que después del Acuerdo de Paz con las Farc entraríamos en la depuración de muchas de las prácticas corruptas que han marcado nuestra historia, y que se frenaría la inserción del narcotráfico en sectores de la dirigencia. Pero no. Que triste realidad la que enfrenta la sociedad colombiana.

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El ejercicio de la política es una verdadera vergüenza nacional: la compra de votos evidentemente es la forma como se eligen los mandatarios a todo nivel

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Sin embargo, hay otra manera de abordar esta dolorosa situación que enfrentamos. Estamos frente a un duro destape de algo que viene desde hace mucho tiempo pero que ahora tal vez más que nunca no deja ninguna duda. El ejercicio de la política es una verdadera vergüenza nacional: la compra de votos evidentemente es la forma como se eligen los mandatarios a todo nivel, regional y nacional, y el dinero para hacerlo no reconoce lealtades, ni límites éticos. Este gobierno que se vanagloriaba de haber tenido la mayor votación histórica para llegar a la presidencia diga lo que diga, haga lo que haga, no podrá quitarse el costo político de la sombra que ha caído sobre la elección presidencial. Lo mínimo que puede esperarse es que a partir de este momento no les será nada fácil para quienes aspiran llegar a dirigir el país, seguir haciendo más de lo mismo. Caen así nombres como los Char que se sentían seguros de llegar a manejar Colombia. No es solamente Aída Merlano sino el Ñeñe y sus prácticas, quienes los enredan de manera irremediable ante la opinión nacional.

También se constata algo que se sabía pero sobre lo cual el país no había reaccionado con suficiente fuerza. El narcotráfico está ahogando a esta sociedad y este pecado no se resuelve fumigando con glifosato a los cocaleros que no tienen otras alternativas productivas. Son sectores importantes de nuestra dirigencia nacional quienes no han tenido límites para vincularse con clanes mafiosos o quienes en aras del dinero, han mirado para el lado ante esta terrible incursión de dineros perversos en nuestra economía.

Nos debe alegrar que los hechos dolorosos que estamos conociendo puedan ser el punto de partida para depurar este país de los vicios que han hecho carrera en la política y el manejo del poder en Colombia. Un nuevo país debe empezar a construirse; un nuevo liderazgo tiene que aparecer; una nueva forma de ejercerlo en todos los campos tiene que surgir. Si esto sucede, lo que hoy sentimos con suma tristeza terminaría en generarnos alegría, pero depende de todos y cada uno de nosotros, los ciudadanos de Colombia.

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