“Después de ojo sacado no hay Santa Lucía que valga”, es un refrán que bien vale la pena traer a colación ahora que el Gobierno, tratando de engañar a la opinión pública, aduce falazmente que no hay motivos ciertos para el Paro Nacional del 21 de noviembre próximo. Pero resulta que es al revés, ya que hay motivos de sobra para la protesta por las políticas que se vienen implementando desde hace décadas en todos los órdenes de la vida nacional.
Pero para no ir muy lejos, desde hace treinta años las minorías que controlan las instancias de poder económico y político, en contubernio con Washington, se ensañaron contra el país imponiendo la apertura económica y el libre comercio, quebrando la base económica de la industria y el agro, inundando el país de mercancías y productos extranjeros, y privatizando el patrimonio público de la educación, la salud y los servicios públicos domiciliarios, con toda la secuela de desempleo, informalidad laboral, descomposición social e inseguridad ciudadana.
Empeorando la situación, altos funcionarios del Estado, centros de pensamiento afines al gobierno y burócratas de profesión han venido presentando proyectos, iniciativas y propuestas en consonancia con las recomendaciones del FMI, el Banco Mundial y la OCDE, todas en contra del interés nacional: reformas laboral, pensional y tributaria, holding financiero, remuneración por debajo del salario mínimo, tarifazos en los servicios públicos domiciliarios, etc. El cuadro dantesco lo completan los crímenes contra líderes sociales y excombatientes regresados a la vida civil, incumplimientos de múltiples acuerdos del gobierno con sindicatos y organizaciones sociales, del agro e indígenas, y planes goebbelianos para frenar el derecho a la protesta.
La tasa se llenó y el ambiente de lucha de masas se elevó. Por eso es un acierto que las centrales obreras y pensionales con organizaciones sociales y alternativas aprobaran el paro nacional del 21 de noviembre, que se ha convertido en un aliciente para que personalidades, la iglesia, artistas e intelectuales se hayan sumado al torrente más grande de inconformidad y de indignación de los colombianos de los últimos años.
También es correcto que el comando nacional de paro y los comandos departamentales hayan señalado el carácter pacífico de la protesta en el proceso de acumulación de fuerzas de los sectores sociales avanzados, para que todo el país tome nota de que se vienen tiempos interesantes en los cuales los gobiernos serviles con potencias foráneas no podrán seguir engañando a una población en pie de lucha.