Aunque desde mucho antes de que asumiera la presidencia ya se sabía cuál iba a ser el talante político del actual presidente de Colombia, ya que es bien sabido que todo aquel que provenga del Centro Democrático viene y tiene la misión de defender al poder financiero y a los clanes familiares e industriales que lo conforman, muchos colombianos guardaban la falsa esperanza de que en un momento dado este no seguiría a rajatabla las órdenes y lineamientos del movimiento político y de su líder.
Cabe anotar que Uribe no se ha cansado en los últimos veinte años, pues además de sus tiempo como presidente debemos obligatoriamente incluir los períodos de Santos, quien igualmente llegó al poder a realizar y a defender los postulados políticos y económicos del uribismo; diseñados exclusivamente para seguir empobreciendo a las clases obreras y trabajadoras al colocar sobre sus hombros la mayor parte de la responsabilidad de financiar y sostener el funcionamiento de un Estado, que desde su creación ha estado en manos de unas clases dirigenciales corruptas, injustas e inequitativas.
Así pues, al ver esta madrugada al presidente y a su vicepresidenta trajeados de policías, visitando algunas de sus dependencias y brindando el apoyo a unas autoridades violentas (que la ciudadanía ha visto en los últimos días enloquecida y exacerbada en contra de ella) no puede quedar o surgir ningún tipo de dudas para quienes es que están gobernando.
El mensaje es claro e inequívoco. Las clases obreras y trabajadoras colombianas no pueden seguir de espaldas e indiferentes a su cruda realidad, debemos unirnos alrededor de dirigentes que lleguen a transformar a un Estado diseñado para beneficio de unas mafias familiares que tienen tomado el erario y cooptadas todas sus instituciones, por más que estemos viendo a los líderes de la oposición divididos y peleándose entre ellos.