Aunque Antanas Mockus es un político reconocido y admirado por la mayoría de colombianos debido a su honradez, a su franqueza y a los cambios positivos que promovió siendo alcalde de Bogotá, poco se sabe de la teoría o el enfoque conceptual en el que se fundamentan muchas de esas acciones o políticas llamativas e innovadoras por las que lo recordamos – mimos, disfraces, estrellas y tarjetas, entre otros símbolos.
Me parece que esa teoría puede dar muchas luces para comprender la realidad colombiana y ofrece elementos interesantes para la elaboración de políticas públicas en un contexto de fin del conflicto armado con las guerrillas. Dicho enfoque se conoce como Cultura Ciudadana y parte del reconocimiento de tres sistemas de normas que pueden regular el comportamiento de los ciudadanos: la ley, la moral y la cultura. En los tres casos, el incumplimiento trae consigo consecuencias objetivas y subjetivas. En el caso de la ley, sanciones legales y temor; en el caso de la moral, indignación y culpa; y, en el caso de la cultura, el rechazo social y la vergüenza.
Según Mockus, varios de los problemas de Colombia (delincuencia, corrupción, inseguridad, etc) se deben a un divorcio entre estos tres sistemas de normas. Muchas veces ocurre que lo que está prohibido por la ley es ampliamente aceptado a nivel moral o cultural; existe una aprobación cultural y/o moral de acciones ilegales. Para este profesor la extendida violencia que sufre Colombia es “una de las expresiones más radicales de dicho divorcio, y al mismo tiempo de deficiencias graves en el proceso de construcción de una democracia”. La mayoría de muertes en Colombia no están relacionadas con el conflicto armado sino con nuestra costumbre de reaccionar de manera violenta.
Por nuestra tradición legalista en Colombia se tiende a tratar de solucionar todo problema a través de sanciones o reformas legales (se piensa que la convivencia y la seguridad dependen del “imperio de la ley”) pero en muchos casos de nada vale aumentar las penas carcelarias o las multas si la sociedad aprueba cierto tipo de comportamientos ilegales. De acuerdo a Mockus, lo central no es exactamente la ley: es la congruencia entre la regulación cultural y moral y la ley.
De nada sirve aumentar la sanción legal para los conductores ebrios si cuando estamos tomando le decimos al que está conduciendo que “tómese sólo una que con una no pasa nada” o “no sea aguafiestas”; o si no hay un rechazo social a los políticos corruptos sino que decimos “qué robe pero que haga algo” o “robó, pero por lo menos hizo tal cosa”; o si pensamos que robar y “aprovechar el papayazo” es signo de viveza e inteligencia. Esta cultura de la ilegalidad –o del atajo, como la llama Mockus – es por tanto resultado de la falta de congruencia entre nuestras normas legales, morales y sociales.
Las políticas públicas basadas en la cultura ciudadana tienden a armonizar los tres tipos de normas. De acuerdo al enfoque, la ciudadanía se construye en la mutua regulación entre desconocidos y por eso es importante aprender a corregir amablemente y a dejarse corregir. Se trata de promover la autorregulación interpersonal y la corresponsabilidad. Ese control social o regulación mutua es lo que hace que en algunos países no sea necesario tener un policía o una cámara en cada esquina para que los ciudadanos respeten las normas de tránsito o de convivencia.
En efecto, las acciones violentas o ilegales no ocurren siempre por falta de sanciones o pie de fuerza (enfoque policial asociado a posturas de derecha) o por necesidades básicas no satisfechas (determinismo económico asociado a posturas de izquierda) sino que obedecen a veces a actitudes y creencias de las personas. Es necesario construir políticas integrales que apelen al capital humano y la acción colectiva y eso exige modificar comportamientos y creencias, lo cual va más allá de informar o “concientizar” a las personas.
Tomado del blog:
http://mateotrujillos.blogspot.com/2015/03/antanas-mockus-la-teoria.html