Desde hace exactamente un año se depositan sobre un dignísimo papel partículas de polvo; proliferan sobre él manchas amarillentas, producto de la oxidación de la lignina. Sobre él, quieren crecer las más grandes y sentidas aspiraciones de la nación colombiana, pero pesan más la nula voluntad política y la bota represiva duquista que se los impide. Hace exactamente un año, el 20 de junio de 2020, fue radicado ante la presidencia de la república el pliego de emergencia por el comité nacional de paro.
Y se radicó bajo un contexto francamente lúgubre, con la pandemia in crescendo, no solo por las muertes y contagios, que se contaban ya por cientos y miles, sino por los estragos sociales originados por el atraso socioeconómico de Colombia; desnudados y potenciados por la pandemia: la declaratoria de quiebra del 10% de las mipymes (1), el desempleo por las nubes (19.8%), ensañado además contra las mujeres (24.6%), y la violencia de género que, tanto como el índice anterior, se disparó en medio de la pandemia.
Tal desastre socioeconómico requería que alguien levantara la mano, y así lo hizo el comité nacional de paro: el 20 de junio de 2020 radicó ante la presidencia de la república el pliego nacional de emergencia, pidiendo renta básica para hacerle frente al hambre y al desempleo; defensa de la producción nacional para enfrentar la quiebra de las mipymes; matrícula cero para aliviar los bolsillos golpeados de estudiantes de instituciones de educación superior públicas; acciones diferenciadas para garantizar la plena vigencia de los derechos de las mujeres, etcétera.
El pliego fue ignorado con dolo, pero este horrendo desastre seguía ahí, acumulándose, encarnizado contra al menos 3 de cada 10 colombianos que no comen 3 veces al día (2), y como no, empecinado contra las mujeres al ver cómo para el año 2021 aumentaron en 8.8% los casos de feminicidios respecto al 2020. Pero faltaba más…
En palabras de la coalición de la esperanza, la reforma tributaria duquista, estaba encaminada a empobrecer aún más a los colombianos y a afectar negativamente la actividad económica.
Todo este coctel hizo ebullir la indignación del pueblo colombiano, y mostró con creces la capacidad de análisis y liderazgo del comité nacional de paro. Quien convocó y lideró el gran paro nacional del 28 de abril pasado, exitoso como el que más, por el carácter masivo y pacífico de la mayoría de movilizaciones, por los objetivos que planteó y conquistó, porque desnudó la nula voluntad política de Duque para negociar el pliego nacional de emergencia y también dejó en evidencia a sectores “alternativos”. Los cuales, mediante la deslegitimación del comité nacional de paro, la promoción de acciones aventureras como los bloqueos permanentes, la promoción, acción o silencio ante actos vandálicos y destrucción de propiedad pública o privada, facilitaron la respuesta negativa del gobierno de Duque a la negociación.
Dicho todo lo anterior, ahora nos corresponde profundizar en la organización de la gente, profundizar en la explicación de lo que se logró y de lo que no se logró, para encauzar la lucha electoral que se avecina y pasar la cuenta de cobro al duquismo.
