Tras conocerse la orden de captura proferida por un fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justica en contra del gobernador de Antioquia, empezó a circular en redes la teoría de una supuesta "cortina de humo" o una "persecución política". Aunque ver al fiscal Francisco Barbosa (quien en los últimos días ha dado pasos en falso en relación con la neñepolítica) presentando los hechos podría llevar a concluir que la orden de captura contra Gaviria, un político de peso y un dirigente con reconocimiento nacional, se trataría tan solo de una cortina de humo para desviar la opinión pública y hacerle el quite al entramado de compra de votos que salpica la campaña de Duque, una mirada más reflexiva y atenta llevaría a desvirtuar esas teorías.
Gaviria es un político del establishment funcional a las élites; tanto a la clase económica antioqueña como a la élite económica y política nacional. Además, su proyecto político no representa ni de cerca una amenaza directa para el uribismo (ni en el mediano o largo plazo) o la derecha conservadora. Es más, se denota cercano al uribismo y de ahí el lamento público del mismo Uribe tras conocer sobre la orden de captura.
Aunque su agenda es más social y se enmarca en principios liberales, Gaviria se ha caracterizado a lo largo de su vida pública por ser un político institucionalista y de carácter sereno, ajeno a cazar peleas. En su primer paso por la gobernación sostuvo una relación fluida con Uribe y tras llegar a la alcaldía de Medellín no generó mayor polémica con Santos. Sus desavenencias siempre se mantuvieron con el exalcalde Luis Pérez tras una campaña a la alcaldía en 2011 que resultó ser particularmente agresiva.
En las pasadas elecciones regionales sostuvo relaciones cordiales con sus contrincantes y solo recibió ataques directos de Mauricio Tobón (ficha de Luis Pérez) y Rodolfo Correa (que ahora es su secretario de Agricultura). Con el uribista Andrés Guerra no se presentaron grandes polémicas a pesar que muchos sectores del uribismo le dieron la espalda y se fueron en coche a respaldar a Aníbal. Algo que obedeció a su perfil de candidato integral que sumó desde todos los sectores políticos (a excepción de una porción de la izquierda), en parte sustentado en su reconocimiento como alguien que “gobierna con todos” y la confianza en una victoria cantada. Con la llegada de Gaviria a la gobernación no ganó Uribe, pero sí parte del uribismo.
Gaviria es muy cercano a los sectores de la política tradicional y al poder nacional. En 2018 formó parte de la comisión de empalme de Duque (hasta se llegó a pensar que sería nombrado en algún ministerio), su hermana Sofía Gaviria funge como embajadora en Suiza y en pocos días armó una coalición tan amplia en la asamblea que sumó al uribismo en pleno (incluyendo a Andrés Guerra).
Por eso alegar una persecución política o una cortina de humo atizada por el uribismo resulta carente de sentido a la luz de esos hechos ya que la captura del Gaviria también impacta al uribismo y no afecta particularmente a la izquierda (como si lo podría generar una acción similar contra Carlos Caicedo, por ejemplo). Que la decisión del fiscal sea considerada “exagerada” solo es una apreciación que entra a polemizar sobre su autonomía en un proceso judicial.
Aunque destaco su agenda social, valoro su plan de desarrollo como un documento de gran valor técnico y político y siempre he reconocido su compromiso con la defensa de la vida, ahora Aníbal Gaviria debe asumir las consecuencias de un delicado proceso que ante todo es el resultado de investigaciones de vieja data que lo relacionan con corrupción.
Seguro se vienen días de incertidumbre para Antioquia. Desde ya algunos hacen cábalas sobre el futuro de Gaviria y unas hipotéticas elecciones atípicas donde el uribismo pintaría muy fuerte. Pues paradójicamente, esa captura le pega al uribismo, pero si Gaviria no sale bien librado le ofrecerá una enorme ventana de oportunidad. Con su captura el uribismo pierde un poco, pero a largo plazo podría ganar mucho.