¿Aníbal Gaviria debería renunciar?

¿Aníbal Gaviria debería renunciar?

A un año y medio de haber asumido su segundo periodo como gobernador de Antioquia, ajusta un total de 7 meses y 23 días por fuera de La Alpujarra. ¿Qué debería hacer?

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
junio 11, 2021
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¿Aníbal Gaviria debería renunciar?

A este ritmo, el gobernador encargado, Luis Fernando Suárez, ajustará más tiempo al mando que el mismo Gaviria. La interinidad ya va cumpliendo los nueve meses y se va convirtiendo en la segunda más larga en el departamento desde que inició la elección popular de gobernadores en 1991 (la más larga sigue siendo la de Eugenio Prieto tras el secuestro de Guillermo Gaviria).

Aunque la interinidad garantiza la continuidad en la ejecución del plan de desarrollo y no desvertebra del todo la visión de Gaviria (que seguro sigue gobernando a la sombra), si resulta desgastante y poco representativa. Total, los paisas votaron mayoritariamente fue por Aníbal y es claro que Suárez no tiene talento de político.

Ante la reciente ratificación de la medida de aseguramiento por parte de la Corte Suprema de Justicia, sumando otro revés judicial para el gobernador, viene cobrando fuerza la propuesta de que se aparte definitivamente del cargo para que se dedique a organizar su defensa. Los riegos de una renuncia son altos, pero dado que todo indica que su proceso se extenderá en un laberinto kafkiano, no suena como una opción muy descabellada.

El gobernador por derecho propio

La llegada de Aníbal a la gobernación no fue sorpresiva. Desde el inicio de la contienda electoral fue el favorito y los ruidos judiciales nunca afectaron su perfil. Gaviria tenía todo para ganar porque era un candidato con un potencial hibrido; mucha estructura política y cierto capital de opinión. A su campaña fueron llegando partidos de todos los colores y hasta sectores del uribismo (inconformes con Andrés Guerra o más cercanos a la “Casa Gaviria” que al mismo Uribe). Su campaña fue muy similar a la de Luis Pérez en 2015. Arrancó por firmas, fue impulsada por sectores de la clase política tradicional y estuvo milimétricamente diseñada. Derrotó al uribista Andrés Guerra por una amplia diferencia y coronó su segundo periodo en la gobernación más importante del país; además, sería una antesala para volver a proyectar su perfil a nivel nacional (fue precandidato presidencial en 2009).

Al asumir en el cargo, conformó un gabinete “con los de siempre” (funcionarios que lo vienen acompañando desde su primer periodo en la Gobernación) y también sumó nuevos elementos, siendo el fichaje más exótico el del excandidato Rodolfo Correa. Un radical de extrema derecha que lo atacó sistemáticamente en los meses de campaña bajo una estrategia de simulación (con la idea de restarle votos a Guerra). A Correa lo nombró como secretario de Agricultura sin importar que no tuviera la más mínima experiencia en esa área. Así es como gobierna Gaviria, consintiendo a la clase política tradicional y ofreciéndole burocracia a todos.

Un hombre del establishment

Con su primera detención el 5 de junio de 2020 se desencadenó una impresionante hecatombe mediática de solidaridad. Hasta los sectores alternativos le expresaron su voto de confianza y desde ciertos medios se asumió que su captura solo respondía a una estratagema del fiscal Barbosa para desviar la atención sobre el escándalo de la ñeñepolítica (que por esos días venía cobrando fuerza); sin embargo, esa interpretación siempre me resultó bastante acomodada, pues Aníbal es un hombre integrado desde la cuna al establishment. Con intereses directos en la élite económica y siempre funcional a la clase política tradicional.

Nunca ha representado una amenaza para el uribismo o la élite empresaria antioqueña. En su pasó por la Alcaldía de Medellín (2012 – 2015) no desmontó el esquema de cooptación empresarial que instaló Fajardo (fueron fórmula electoral en 2011). Aducir una persecución política ya se convirtió en un lugar común en el país, pero la pregunta es: ¿Por qué a Aníbal? No se está hablando de un dirigente alternativo como lo pudiera ser Carlos Caicedo o una amenaza inminente a la estabilidad de alguna élite.

De ahí que resulte importante valorar las fortalezas probatorias del proceso, las pruebas y no caer en la salida fácil de alegar la clásica “persecución política”. Algo que no cuadra con el perfil público y privado que encarna el gobernador.

Los riesgos de una renuncia

Tras la reciente decisión de la Corte Suprema de negarle la libertad, siendo su mayor revés judicial desde que fue recapturado a mediados de marzo, va quedando claro que el proceso va para largo y que no resolverá en las próximas semanas. Se corre el riesgo de que se llegue a la mitad del periodo de gobierno en una interinidad, algo poco representativo con la voluntad popular; sin embargo, si el gobernador renuncia y se convocan elecciones atípicas, no estaría claro si la clase política tradicional y el empresariado podrían impulsar un candidato con un perfil similar o si simplemente se decantarían por el uribismo.

El uribista Andrés Guerra quedó en segundo lugar en 2015 y 2019, con cifras superiores al medio millón de votos, y aunque el uribismo se encuentra en una progresiva decadencia, no hay que subestimar la fortaleza de las estructuras territoriales que todavía conserva (a la Gobernación no se llega a punta de opinión).

En síntesis, el principal riesgo de una renuncia de Aníbal se encuentra en la eventual llegada del uribismo al poder regional. Sin duda, un riesgo muy alto.

¿Defenderse por fuera de La Alpujarra?

Así se encuentre en detención preventiva, pocos dudan de que Aníbal sigue mandando y así lo asumen sus funcionarios en todos los niveles. Tan leales y solidarios con la situación del gobernador. Para muchos, la renuncia no es una opción porque su inocencia es “evidente” y pronto volverá a La Alpujarra. Algo que los hechos recientes parecen contradecir, ya que su proceso va para largo y tampoco es claro como terminará. Es una situación difícil y cualquier salida implica grandes riesgos.

Pero es claro que el gobernador debe enfocar todas sus energías en organizar su defensa, demostrar su inocencia y retornar sin el riesgo de volver a ser recapturado y así iniciar un carrusel de incertidumbres. Si decide renunciar es más que compresible y en ese escenario deberíamos reunir fuerzas para evitar que el uribismo se acomode en la Gobernación. Algo que sería catastrófico, sin decir que el de Aníbal ha sido un gobierno muy transparente o garantista.

¿Se vendrán elecciones atípicas?, ¿la interinidad se volverá permanente?, ¿renunciará el gobernador en las próximas semanas? Tan solo preguntas sin respuestas concretas.

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