Cuando le quitas el chupo llora, para que deje de hacerlo abrázalo contra tu pecho o ponle el chupo... Con este eslogan instructivo en la caja de un muñeco rubio con mejillas sonrosadas y capul bajo un gorrito tan azul como sus ojos y el vestido, la Fábrica Nacional de Muñecos (FNM) rompió el mercado hace 50 años. Se llamaba Angelino y fue el sueño de las niñas de los 70 que, convertido en un hit de ventas, catapultó a la empresa.
La FNM llegó a tener 600 empleados en la temporada alta con 140 de planta y 60 satélites de maquila. La publicidad de diciembre era impresionante y en la década de los 70 y 80 se podía llegara a $ 1.300 millones en ventas. Era entonces la primera en la oferta de muñecos, como antes habían sido Muñecos Kiko de Barranquilla y Bartoplast en Medellín, cuyo fuerte era la elaboración de las figuras del pesebre. El gran avance de fabricación había llegado de la mano de un producto llamado plastisol.
Angelino, sin rival en la gama alta de los muñecos, se vendía en los almacenes Ley y Tía, después irrumpió en las chacharerías, entre ellas la Mundial. En una gama más de “combate” la empresa ofrecía una amplia variedad que encabezaba Ricardo, Lolita la caminadora, Tilly que con música arrullaba un bebé, Pepino que tomaba tetero, lloraba y mojaba el pañal, Patinosito, un oso que patinaba… y muchos más. Las pilas hacían el milagro.
Angelino fue la estrella y de él se produjeron hasta 60.000 por año. Las mamás y las abuelas de hoy lo recuerdan con cariño, según comprobó en un sondeo por Internet Sebastián Bernal, nieto del fundador de FNM, Jorge Humberto Bernal. La fábrica cerró en 2013 pero hay quienes guardan el muñeco, y para ellos Bernal, el de la tercera generación, diseñó un certificado digital de autenticidad que llegó a mil dueñas de Angelinos en muy corto tiempo. Eran tan queridos estos muñecos que aparecieron habilidosos artesanos listos a repararlos cuando se dañaban porque nadie estaba dispuestos a botarlos.
La respuesta al certificado comprobó la añoranza y el cariño por el muñeco. Entonces se planeó el regreso de Angelino. Esta vez no en producción masiva, para grandes mercados, sino personalizado. Con un tiempo de entrega de unos 30 días como mínimo, porque se trata de un muñeco de colección con el trabajo más esmerado.
El proceso de compra se realiza por Internet. El muñeco de colección vale $571.000. Se puede pagar hasta en cuatro contados. En la página web se dice que al pago hay que adicionar los costos de envío y la entrega se realiza de 45 a 60 días. El precio incluye un bono de la silla del muñeco que se puede hacer efectivo cuando está en desarrollo y pase a producción, lo cual puede tardar entre 6 a 12 meses. Y además un bono de descuento de 30 % para compras futuras, que no incluye a Angelino.
La apertura de Gaviria acabó con Angelino
El uso de redes sociales e internet fue algo que no pudieron imaginar en 1940 Jorge Humberto y Guillermo Bernal Valero asociados con un cubano español, Felipe Domínguez, cuando muy jóvenes crearon la fábrica de muñecos. María Valero, la madre, los financió con la condición de que Jorge Humberto recién llegado de la marina, a los 20 años, fuera el gerente y Guillermo se encargara de la producción.
Como Guillermo se casó con Mélida, la hermana de Felipe Domínguez, se consolidó un empresa de familia que elaboró los primeros muñecos, de manera artesanal, en la cocina de su casa ubicada en la carrera 10ª con calle 11 de Bogotá. La coyuntura era la mejor porque las importaciones de Alemania habían muerto en la Segunda Guerra Mundial.
El éxito los llevó a ampliarse a una bodega ubicada en la carrera 7ª Nº 5 - 51 y de allí a la gran sede de la Avenida de Las Américas a donde arribaron en 1962. Los muñecos nacían sin parar y muchos de ellos adoptaban los nombres de los diez hijos de Jorge Humberto. De los más populares fue Ricardo. Año a año Jorge Humberto Bernal viajaba a las ferias europeas para estar al tanto de las tecnología y la innovación. En Italia se gestó Angelino, influenciado por un muñeco italiano, porque Italia era, por esa época, el gran centro mundial de esta industria. Angelino nació en Bogotá en 1972.
Este muñeco fue el gran consentido de los hogares colombianos hasta que la fábrica cerró a finales de octubre del 2013. Cuatro años duró la agonía con deudas que la pusieron en “estado de coma”. El contrabando de juguetería, la obsolescencia de los equipos, la apertura económica que puso en marcha el gobierno de César Gaviria, los muñecos importados, y los desacuerdos familiares acabaron con la fábrica que hacía felices a los niños. Después de 70 años se declaró la muerte a la Fábrica Nacional de Muñecos (FNM), que fue la mayor insignia de la industria de juguetes en el país.
Angelino había entrado a los hogares y hasta en la política. Angelino Garzón, el vicepresidente, le dijo en abril del 2014 a la revista Cromos: “El último Angelino que he conocido es el muñeco Angelino. ´Póngale el chupo y verá que deja de llorar´, decía el eslogan. Era hasta bonito. Juan Manuel Santos Calderón, cuando era ministro de Hacienda, me regaló uno con el criterio de que yo lloraba por todo como ministro de Trabajo. Y yo le regalé una estampita del Señor de los Milagros de Buga, para que se sensibilizara por la gente, empezando por los niños y las niñas”.
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