“No me acuerdo bien, sé que estalló el tanque de la gasolina y no supe más; me trasladaron al Hospital El Tunal, porque vivía en el Barrio Potosí; luego me llevaron para el Simón Bolívar y es lo único que recuerdo,” afirma muy tranquila, Diana Patricia, aunque preferiría no hablar de este tema.
No superaba los 3 años, cuando ante la falta de condiciones de su familia, ingresó al hogar de paso del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF. A partir de ese momento, su vida transcurrió entre el hospital y el albergue infantil.
“Tenía mucho susto, todo mundo me miraba feo, como un “bicho raro”; -yo no quiero estar con ella-, decían los niños, quienes me miraban distinto, porque no tenía el rostro como el de ellos”, relata Patricia.
Menciona a una familia lejana que nunca visita; a su madre, hace más de ocho meses que no la ve y sus dos hermanos permanecen en el centro de Bienestar de Suba por su discapacidad, pues tienen limitaciones cognitivas. “Toda la vida he estado en el ICBF y alejada de todo lo que necesito” señala con nostalgia Patricia.
A sus 25 años, Diana Patricia ya completó 56 cirugías reconstructivas que le han permitido recuperar su rostro, pero siguen afectadas sus córneas y el cuero cabelludo; también tiene dificultades con los oficios caseros, porque no ha sido fácil superar las secuelas dejadas por las llamas en sus manos.
Hace 3 años salió del hogar de paso y ahora debe afrontar su vida sola; pagar el arriendo y luchar por el sustento diario. Por eso sintió ganas de trabajar y de la mano de su amiga Cáterin, llegó a la Alcaldía Local de Tunjuelito, donde fue vinculada al programa de Mecato Social que lidera el Instituto para la Economía Social, IPES. “Me ofrecieron el módulo y el apoyo de la psicóloga, Amalia Rojas Vanegas, una excelente persona que ha estado ahí, conmigo”, asegura sonriente.
Pese a todos los avatares de la vida, está finalizando su educación secundaria. “Mi proyecto es terminar el bachillerato, graduarme y estudiar Trabajo Social para ayudar a los niños del ICBF; quiero crear una fundación para personas con quemaduras y enviar un mensaje a las personas para que no usen pólvora, pues los niños se queman y sus cicatrices quedan marcadas para siempre”, concluye Diana Patricia.