El menor de los tres hijos de Julio Mario Santo Domingo, tiene ya cuarenta y cuatro años y su mamá Beatrice Dávila, de origen samario pero bogotana por adopción, lo crio, igual que a su hermano Alejandro, dentro de lo más parecido a la aristocracia que puede tener un país del tercer mundo como es Colombia.
Uno de los primeros recuerdos que tiene Andrés Santo Domingo fue la visita que hizo con su papá, acompañado de tres amigos norteamericanos, a Leticia en el Amazonas donde había un llamativo reptilario.
Allí, el guía le mostró, encerrada en una jaula, una serpiente a la que catalogó como la más venenosa sobre la tierra. Envalentonado, el dueño de Bavaria y Avianca, empezó a escupir a la celda. La serpiente furiosa, empezó a darse contra los hierros hasta matarse. Cuando la serpiente quedó inmóvil Santo Domingo sonrió.
Le tocó pues crecer junto a un papá maduro, poderoso e imponente y sin embargo, como a su hermano medio, Julio Mario Santo Domingo Braga, hijo del primer matrimonio del magnate con la brasilero Eydala Braga, Andrés tomaron un camino distinto al del hombre de negocios que les habia tocado ver.
Lo de ellos era la música, la noche, los artistas y por ende la rumba. El primer rumbero que Andrés, siendo niño conoció en Nueva York fue Ahmet Ertegun. Era uno de los grandes amigos de Santo Domingo con quien habían compartido en Georgestow, en los locos años universitarios.
Ahmet Ertegün, era hijo del embajador de Turquía en los Estados Unidos y se enfocó en el camino de la música; en los años 70 creó el sello Atlantic, que respaldó las carreras de los Rolling Stones y Led Zepellin. Siendo universitarios Julio Mario y Ahmet se escapaban a los bares de negros de Brooklyn, como el Minto a fundirse con conciertos en vivo del bebop, el movimiento jazzístico que consagró Miles Davis, Coltrane, Sonny Rollins.
Cuando ya eran maduros magnates Ertegun solía visitar a Julio Mario a su base en Bogotá, donde empezaba a tomar las riendas de Bavaria el negocio de la familia. Se escapaban a un bar llamado Miranda, en la calle 24 con carrera décima, en donde, si se pedía un mondongo especial, éste llegaba acompañado de un sobre de la poderosa cocaína Merk, pegada con cinta en el revés del plato. La anécdota la contó Gerardo Reyes en su biografía no autorizada publicada por Editorial Planeta, Don Julio Mario.
De las conversaciones con Ertegun, de los contactos que le quedaron, y de las míticas historias que relataban con los grandes grandes como Mick Jagger, Keith Richards, le nació a Andres Santodomingo la idea de fundar su propio sello disquero, Kemao.
Kemao nació en el 2002 y se ha situado como uno de los más respetadas productoras en la escena New Yorkina dispuesta a respaldar nacientes artistas The Sword, Dungen o Marissa Nadier. Su afán no es convertir en mega estrellas a los músicos sino darles plena libertad para que puedan crear lo que quieran. Un ejemplo de esto es Haxan, uno de los discos de Dungen, su artista estrella.
En realidad Andrés Santodomingo no tiene afán en que los artistas de Kemao se vuelvan demasiado populares. Con su fortuna cercana a los USD$ 4.800 millones, que lo coloca junto a su hermano Alejandro en el quinto puesto entre los jóvenes menores de 40 más ricos del mundo según Forbes, su aspiración no es hacer más plata, que ya tiene asegurada como heredero de la gran fortuna iniciada por su abuelo Mario Santodomingo en Barranquilla a comienzos del siglo pasado.
Los Santo Domingo tienen una más que rentable participación en Anheuser-Busch InBev, el mayor fabricante de cerveza del mundo con sede en Bélgica, después de su fusión en 2016 con SabMiller, además de sus inversiones en Colombia a donde poco viene, y solo se mueve entre Cartagena y Barú.
Escogió precisamente la ciudad amurallada para su matrimonio en el 2008 con Lauren Davis, exeditora de moda de la revista Vogue, una socialité que tuvo a Ivanka Trump, Barbara Bush o la princesa Frydal de Jordania entre sus invitadas a su boda con el latino millonario.
Desde el 2011 vive en una casa de cinco pisos y 2.600 metros cuadrados en Gramercy Park en Manhattan, donde Andres tiene la sede de Kemado. La pareja pagó USD$ 18 millones por la propiedad al inversionista Michael Hirtenstein.
Además de la música y el tiempo que emplea buscando talentos jóvenes para promover y enriquecer el catálogo de Kemado, le gasta tiempo y dinero a la conservación del medio ambiente. Forma parte de la junta de Conservation International.
De su papá heredó la vena bohemia que lo hizo amigo del grupo de La Cueva en Barranquilla, Cepeda Samudio, Gabito y Fuenmayor. Comparte este filón con su sobrino Julio Mario Santo Domingo III, uno de los DJ’s más conocidos de Nueva York, contratado para amenizar las fiestas top; dos herederos que saben cómo disfrutar los millones que Alejandro se encarga de multiplicar.