Andrés Giraldo podría convertirse en el hilo que la Fiscalía empieza a halar y que puede terminar dando las claves que está buscando para reconstruir la ruta de los recursos de Odebrecht a la campaña de Santos Presidente de 2014. Su testimonio ya forma parte del dossier en contra de Luis Fernando Andrade, el exgerente de la ANI, pero su relación con Roberto Prieto es tan íntima que puede terminar haciendo moñona.
Una amistad que se tejió desde sus tiempos de jóvenes estudiantes en la Universidad Eafit de Medellín, un escenario en el que además ambos, Roberto Prieto y Andrés Giraldo, conocieron a sus respectivas esposas Guiomar Isaza Velásquez y Celene Bolívar Puerta. Fueron estas dos compañeras de estudio de Contaduría Pública quienes tejieron los lazos de amistad entre las dos parejas volviéndose unas familias inseparables atravesadas por intereses y negocios.
Celene y Guiomar se conocieron en el aula de clase y en la cafetería universitaria. La primera, hija de Tulio Bolívar, un agricultor de Ciudad Bolívar, del suroeste antioqueño, quien se había propuesto lograr que sus hijos estudiaran en Medellín. Guiomar, proveniente de una familia raizal quindiana, nacida en Armenia, también quiso formarse en uno de los centros de estudio de la élite antioqueña.
Andrés Giraldo, nacido en una modesta familia de cinco hijos en Valparaíso, otro pueblo cafetero del suroeste antioqueño, también llegó a Eafit. Allí conoció a Celene quien luego sería su esposa y a Roberto Prieto, quien una vez concluyó su carrera de Economía en el Externado viajó a Medellín a realizar una especialización en Mercadeo en la misma universidad, donde además conoció a Guiomar Isaza, su futura esposa.
Inseparables desde entonces, pronto Bogotá entró en el radar de las aspiraciones laborales, en el que Roberto Prieto, por cuenta de las conexiones de su papá Luis Prieto Ocampo, se convertiría en la palanca para acceder al mundo capitalino, lejano para los otros tres compañeros universitarios.
Aunque oriundo de Manizales, Luis Prieto Ocampo, se había hecho a un nombre en Bogotá. Tras el asesinato de Luis Carlos Galán, de cuya campaña fue el gerente, migró a la candidatura de César Gaviria en la que supo posicionarse. Ya en la Casa de Nariño, Gaviria lo nombró en 1990 en la Presidencia del Banco Cafetero, en ese entonces de propiedad del Estado, y posteriormente embajador en el Reino Unido.
Fue precisamente Bancafé el primer puerto de entrada de Andrés Giraldo a Bogotá. En 1994 fue nombrado contralor general del banco y desde allí empezó a tejer las relaciones sociales y profesionales que le serían de gran utilidad futura.
Así como para Giraldo su vida está atada a la familia Prieto y a Bancafé, para Roberto Prieto su recorrido tiene un nombre: Juan Manuel Santos. Lo conoció en 1997 cuando Germán Cardona, otro manizalita quien fue el primer ministro de Transporte y luego embajador en Roma de Santos I, lo propuso para que lo reemplazara en la gerencia de la primera aspiración presidencial de Santos.
Con treinta años, Prieto aceptó gerenciar la precandidatura dentro del Partido Liberal, un intento fallido en el que fue escogido Horacio Serpa. Lo acompañaron antiguos subalternos suyos en el Ministerio de Comercio Exterior: Juan José Echavarría, Catalina Crane y Gabriel Silva. Aunque las cosas no salieron, quedó sembrada la semilla con una estructura armada, la Fundación Buen Gobierno, para su tránsito definitivo a la política y su aspiración presidencial, con Roberto Prieto director.
Con la experiencia de Bancafé en un cargo nacional y una ambición enrutada a los negocios financieros, Andrés Giraldo regresó a Medellín a ponerse a la cabeza de Multivalores, la comisionista de bolsa de su primo Jaime Gómez y su amigo Jorge Escobar. Una aventura de la que salió muy mal librado, con multas por operaciones irregulares con dineros de los clientes.
Levantó cabeza y de regreso a Bogotá se valió de su experiencia en el mundo cafetero para acercarse de nuevo al sector público bajo el ala de Prieto y Santos, ayudando en el 2001 a impulsar la candidatura de Gabriel Silva Luján, del primer anillo santista, a la gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros. Un soporte en este propósito fue el dirigente antioqueño Luis Ignacio Múnera Cambas, tío de la primera dama María Clemencia Rodríguez Múnera. Desde el Congreso, el aliado fundamental de Silva fue el senador Mario Uribe Escobar, condenado por parapolítica, con el gran poder parlamentario, quien ya se perfilaba como socio principal de la campaña presidencial de su primo Álvaro Uribe Vélez.
Fue en este escenario en el que apareció el congresista cordobés Otto Bula. Tenía en su haber la organización de la campaña de Mario Uribe en los departamentos de la Sabana Caribe e hizo parte de su lista para el Senado. Andrés Giraldo, el senador Mario Uribe Escobar y por carambola el político Otto Bula terminaron unidos en un empeño que llegó a feliz término con la llegada de Gabriel Silva en el 2002 a la gerencia de la Federación de Cafeteros, donde permaneció siete años en un cargo clave para el propósito final que los unía: la presidencia de Juan Manuel Santos Calderón.
A pesar del paso del tiempo, Bula no era un nombre extraño en el mundo político y menos en las vidas de Giraldo y Prieto, a quien habían conocido quince años atrás en un momento importante para el santismo y a Giraldo lo habían reencontrado en el trajín político cuando promovía créditos de alcaldías y gobernaciones para Findeter, liderado por otra ficha de Roberto Prieto, el manizalita Luis Fernando Arboleda. Cuando Bula apareció en la campaña del 2014 no fue difícil ubicarlo, era de alguna forma un viejo conocido.
Bien sentado en la fundación Buen Gobierno, desde donde Santos estructuró, apoyado por el presidente Uribe, la estrategia electoral y la financiación, el paso de Roberto Prieto a la gerencia de la campaña presidencial avalada por el Partido de la U, resultaba casi natural.
El triunfo electoral afectó positivamente la vida de todos y muy especialmente la del gerente de la campaña ganadora. Todo indicaba que entraría a ocupar la Secretaría General de la Presidencia, pero éste prefirió mirar hacia Washington y la representación de Colombia y Perú en el BID. Santos lo nombró como había ocurrido ocho años antes con Luis Guillermo Echeverry, cuando Álvaro Uribe hizo lo propio, por solicitud personal de su padre Fabio Echeverry quien había sido uno de los arquitectos del inesperado triunfo uribista en el 2002. Así como Luigi Echeverry aprovechó su permanencia en Washington, entre otras cosas, para dinamizar el negocio de exportación de caballos de polo criados en la finca familiar de Subachoque, Prieto se enfocó en el negocio de la infraestructura desde el más alto nivel de la Banca Multilateral.
Ad portas de la reelección del 2014, Juan Manuel Santos llamó a cerrar filas al equipo directivo que lo había llevado a la Presidencia cuatro años atrás. El gerente sería de nuevo Roberto Prieto, quien renunció al BID después de tres años gratos en Washington para regresar a Bogotá a enfrentar la estrecha contienda con un duro rival: Álvaro Uribe Vélez y su candidato Óscar Iván Zuluaga.
Cuando Otto Bula declaró en la Fiscalía que el receptor de USD 1 millón para ser entregados a Roberto Prieto como gerente de la campaña de Santos de 2014 era un señor llamado Andrés Giraldo, sabía muy bien de quien estaba hablando. Y la Fiscalía también. Ahora tiene incluso el camino más despejado.
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Solo alguien con una confianza probada en el tiempo como la de Giraldo con Prieto, quien aceptó la entrada de USD 400.000 por parte de Odebrecht en 2010 a la campaña de Santos para pagar unos afiches, habría podido servir de emisario de una tarea tan delicada como la de recibir recursos en efectivo, por fuera de la contabilidad, como contó Bula, para la segunda campaña de Santos.
El escándalo alrededor de Roberto Prieto y Andrés Giraldo por la entrada del USD 1 millón de Odebrecht a la campaña de Santos, está en la superficie de un entramado de mucho fondo que empieza a aparecer y las declaraciones que ha empezado a dar Giraldo pueden resultar cruciales porque todo indica que el gerente Roberto Prieto, quien prefirió sacrificarse en nombre del expresidente y fue condenado a 5 años de cárcel tras aceptar haber hecho lobby y haber recibido unos sobornos ante la ANI para que se le adjudicara la adición del contrato Ruta del Sol III a la concesionaria Yuma, no será el único en pagar cárcel, como lo está haciendo desde mayo de 2018, ahora en las instalaciones del Centro de Estudios Superiores de la Policía —CESPO— donde acaba de ser trasladado.