En la última Feria internacional del libro de Cali, en octubre de este año, la editorial Planeta lanzó la nueva edición de dos obras del escritor caleño: ¡Que viva la música! y Noche sin fortuna. Este último título, una de las obras poco conocidas de Andrés Caicedo, es para mí su trabajo magistral. Publicada por primera vez en 1984, 7 años después del suicidio de su autor, fue la obra a la que Andrés le dedicó 6 años de su vida, muy posiblemente siete, si contamos apartes sobre el tema de la novela que se encuentran en sus anotaciones desde 1969.
En medio de su prolífica producción literaria, el escritor se dedicó obsesivamente a crear con un extraordinario cuidado este hermoso cuento de horror. Así como su escritura fue una labor ardua y disciplinada, fue así también la salida a la luz de esta novela “inconclusa”. De inconclusa no tiene nada, siempre he pensado yo, desde el momento que el libro Destinitos fatales – con una compilación de cuentos y de esta novela—llegó a mis manos y yo me apresuré a leerlo de un tirón. Jamás olvidaré mi sorpresa en 1984, al recibir el paquete con el prometido “ nuevo libro de Andrés”. La dedicatoria con la letra ineligible de nuestro padre. El índice con un cuento tras otro, y allí al final el título: “ Noche sin fortuna. Novela”. SU novela. SU noche. Y que noche leí yo.
La noche de un prodigioso escritor que concibió una historia de tal complejidad y maestría, que yo me encontré leyendo y releyendo sus páginas y subrayando párrafos enteros. LA NOCHE SIN FORTUNA de la que Andrés Caicedo me habló por años. Literalmente. Caminatas en Cali, Houston, llamadas teléfonicas desde Los Angeles, tomando el subway en Nueva York, su voz en la clínica siquiátrica: “ Rosarito, si este hijueputa médico supiera de lo que estoy escribiendo, de aquí no salgo”. Los textos que compartió conmigo. Sus anotaciones para la novela: Melville, Lilith ( la película), Poe, Lovecraft, Henry James, canibalismo, Antígona.
Todas y cada una de esas conversaciones de años regresaron a mi mente en una fría noche de 1984 con Andrés muerto y cada uno de sus personajes profundamente vivos. Como no agradecer de por vida a mi padre y a Luis Ospina y Sandro Romero, los tres responsables para que de la oscuridad de un baúl la perpetua Noche de Andrés Caicedo hubiera salido a la luz. El trabajo de años de un jovencito que a los 18 años exhibió la maestría de un autor maduro, arriesgado y audaz. Y valiente. Más que valiente.
Para todos los lectores interesados en Andrés Caicedo, yo les recomiendo esta novela llena de horror y de belleza. Allí en sus páginas nos encontraremos a sus muchachitos de siempre caminando las calles de Cali para asistir a las fiestas de quince donde el terror los espera en cada sala y cada cuarto de esas casas limpias, lujosas, predecibles. El caos total en el centro de una sociedad burguesa enceguecida por la conformidad y el rechazo a todo lo diferente, lo extraño.
Noche sin fortuna es un grito rotundo de acusación contra los valores morales impuestos por un grupo dominante inmoral y censurador. Y este grito es narrado majestuosamente por un artista que se negó a aceptar la verdad establecida y que valientemente expuso su propia verdad. Cuando Antígona, la heroína caníbal de la novela aparece recogiendo adolescentes para devorárselos, los lectores estamos listos. Como el triste personaje central de la novela, todos sabemos lo que se nos espera. Y a ese destino, a esa noche sin fortuna le damos la bienvenida.