Midnight in París. Así se titula aquella película norteamericana escrita y dirigida por Woody Allen, en donde un carruaje en pleno siglo XXI recoge a un hombre común y corriente para cruzar el umbral, que lo llevará a otra época a un encuentro mágico con sus escritores y artistas predilectos: Hemingway, Dalí, Picasso, Buñuel, entre otros.
Recordé esa comedia romántica una vez cruzó la puerta de la Biblioteca la hermana de Andrés Caicedo. Sus ojos tras los lentes eran los mismos del escritor vallecaucano, su sonrisa confirmaba mi sentida impresión. Todos en algún momento hemos cerrado un libro, interrumpiendo la lectura para imaginar la presencia del autor a nuestro lado. ¿Qué decirle? ¿Qué preguntarle? Si estos tiempos no son los suyos y su obra continúa causando estragos, para desfavor de la clase conservadora caleña que lo intentó someter a él y a su memoria a un embargo cultural para impidier su reconocimiento en las nuevas generaciones.
-Yo era un año mayor que mi hermano, por eso me pedía que le leyera- decía ella ante la mirada expectante de niños y adultos en la Biblioteca Comunitaria de un barrio Popular de Dosquebradas, cuyo nombre homenajea al escritor. Mientras yo pensaba en qué razón mandarle, en esa posibilidad que contemplamos los que nos resistimos al ocaso de su existencia, como quien se rehúsa a la partida de un ser querido.
¡Te nos fuiste pronto, greñudo! Mas tu obra sigue impactando a la juventud de esta patria irredenta con esa visión transgresora que defendiste- pensé. No imaginaría Caicedo que los profesores utópicos estamos enseñando literatura en las aulas con “El atravesado”, “Que viva la música” o “Maternidad”, si fueron precisamente éstos quienes sostuvieron con él una constante pugna por su manera de re pensar y re sentir la vida. En respuesta lo imagino sonriendo tal y como lo hace su adorada “Rosarito”.
El arte no es de nadie y es de todos. El arte no es clasista y quien la ejecute no debe pretender escalar peldaños en las clases sociales por medio de su creación artística. Andrés Caicedo puso en sus relatos a los negros, pobres de dentaduras perfectas y sensualidad innegable ante la salsa, como también a los blancos gomelitos de la sociedad caleña que pretendían el rock como suyo únicamente.
En la Comuna Villa Santana de la ciudad de Pereira, particularmente en el Colegio Las Brisas, comunidades afro, indígenas, mestizas, desplazados y desmovilizados, andan leyendo- escuchando sus libros, vislumbrando la realidad Colombiana en general a través de su obra, dando, sin saberlo, su primer paso hacia la literatura y sus mundos posibles con placer real, de la mano de Andrés Caicedo.