Cualquier día de cualquier año de la década de los setenta; en cualquier pueblo de la comarca colombiana. Minutos antes de algún anuncio importante, desde la corneta instalada en medio del campanario de la iglesia, surgía una música bella y diferente. Repetidamente era el cura del pueblo el que hablaba por el altavoz gangoso para recordar algún bazar de barrio o una colecta para los ancianos. Esas melodías que eran quizá los comerciales de los avisos parroquiales, guardaban su encanto y misterio. Nadie cantaba, la voz era reemplazada por las notas agudas de un órgano, sonido similar al que despachaba el sacristán con su añoso armonio en el acompañamiento de los coros durante las misas de domingo.
Las famosas piezas en versión instrumental tenían su propio magnetismo. Esa música que tranquilizaba y servía para estudiar —según decían los más viejos— volvía a sonar en las salas de espera de las dentisterías. Tenía un efecto tranquilizador en medio del amenazante ruidaje de la fresadora, el estropicio metálico del instrumental y el olor mentolado de resinas y amalgamas destinadas a componer sonrisas. Pocos advertíamos que detrás de esas canciones sin voz, había un ejercicio de agotadoras jornadas de arreglos y adaptación de partituras a cargo de una luminaria de la música en Colombia: el maestro antioqueño Aníbal José Ángel Echeverry.
Anán —simplemente así— es el nombre artístico de este disciplinado estudioso de la música, que con 83 calendarios a cuestas, es ejemplo de mística en las labores armónicas. Además de los trabajos instrumentales que habitaron la Colombia de los años 70 y 80, se advierte la historia de un artista estudioso; un ejemplo de versatilidad.
Muchos recordarán a Anán como el responsable de sonadas travesuras bailables decembrinas como sus versiones de La perra de Parra, Cumbia cereteana o Guarituza (De fiesta con Anán - Discos Fuentes). El sello inconfundible de Aníbal era el de "meter toda la orquesta" en su teclado. No sonaban vientos, apenas una batería acompañante y coros bien acoplados. Anán, de manos mágicas y digitación maravillosa, hace posible que los números más populares de Los Corraleros, tangos de Gardel, algunos boleros de Roberto Ledesma, y vallenatos de Diomedes Díaz, aún suenen en los intermedios o mientras se sirve la cena en matrimonios y fiestas de quinceañeras. Como un infaltable y elegante detalle.
Su talento lo ha llevado a contextos muy diversos. Antes de su reconocimiento como intérprete de esta música "estilizada" —que lo hizo conocido y artista exclusivo de Discos Fuentes— fue artífice de los grandes logros alcanzados a finales de los años cincuenta por una de las instituciones de la música de goce en Colombia: Los Teen Agers.
Fue así como en el puñado de músicos geniales —Luis Fernando Jaramillo, Octavio González, Luis Fernando Escobar, Juan José Vélez— se incluyó el nombre de Aníbal como el encargado del piano. Desde una discografía contada en tres álbumes de Los Teen Agers, la marca de Anán quedó para la posteridad en calidad de autor e intérprete con sus temas Isla de San Andrés y Julia incluidos en el disco BAR, así como en Chico jaja y El gordo de la obra Travesuras musicales, ambos destacados títulos del catálogo de Discos Zeida.
Dichas canciones dan testimonio de su importante paso por el grupo colombiano de leyenda, que se aventuraba a grabar un twist, un rock, una guajira, un montuno, un pasillo, un fox o una balada italiana, incluso fusiones de todas esas tendencias, gracias también al aporte del showman del canto Gustavo el Loco Quintero, que a propósito, registró en el acetato el «guapachoso» Cande Candelaria, tema con la rúbrica de Anán.
La producción del arreglista y compositor de La Ceja (Antioquia) contiene carátulas, hoy auténticas piezas de colección. En 1966, se inscribió como pionero de la salsa en Colombia al dirigir musicalmente el Combo Los Yogas y el trabajo Cañabrava (Discos Fuentes). Las célebres versiones de Caramelo a kilo, Aquí y allá y Que no muera el son en la voz del cartagenero Johnny Moré dan cuenta de la versatilidad de Anán en la dirección. En consecuencia, su probada capacidad lo llevó como arreglista de dicha disquera.
Otro artista tocado por el ángel y el genio de Anán fue Rodolfo Aicardi, a quien le hizo los arreglos de Una tercera persona —el huapango que ya era famoso en América en su formato original por Antonio Aguilar— así como por las interpretaciones del puertorriqueño Odilio González y el guayaquileño Julio Jaramillo. Anán tomo la pieza emblema de los despechados y la bordó con encajes de balada para convertirlo en éxito para Colombia, Perú y Ecuador.
Este estudioso músico estuvo detrás de los arreglos para artista del género romántico y de la nueva ola como Ricardo Fuentes, Harold, Los Yetis y, en los últimos años de su carrera en activo, para Fausto de Colombia.
Retirado de los escenarios y de los estudios de grabación, el maestro vive en la Antioquia que tanto lo aprecia y lo tiene presente como una de las leyendas vivas de nuestra música querida.
Referencias- Discografía Teen Agers (Discos Zeida - Codiscos) Rodolfo Aicardi Ídolo (Discos Fuentes), Discografía Aníbal Ángel Piano romántico (Discos Fuentes Vol. I-V), Sigue la fiesta con Anán (Fuentes).