El analista supone ser quien busca entender un tema para relacionarlo con sus orígenes y deducir sus posibles desarrollos. El crítico o analista crítico se dedica a señalar los vicios, errores o defectos que tiene el planteamiento o la presentación de un tema.
Asumiendo estas definiciones, lo que caracteriza a los periodistas y comentaristas en nuestros medios es la tendencia generalizada a mostrarse como críticos y la aparente dificultad para limitarse a ser analistas sin sesgo especial.
La debilidad por lo que más rating produce explica mucha parte de esto; pero no todos caen en esa tentación, los más serios sienten que su función se cumple intentando una especie de neutralidad en la forma de estudiar el tema que tratan.
Me atrevo a pensar que una explicación complementaria de por qué son tan pocos los análisis que muestran aspectos positivos de nuestra realidad es porque son tan falsas o deformadas las informaciones y presentaciones oficiales que, por un fenómeno de péndulo o compensación, quien profundiza un mínimo ante ellas reacciona mostrando lo que es otra cara de la moneda; no la única, pero sí una que es verdadera.
Por su trayectoria de seriedad, tomo de ejemplo la premisa del Dr. Armando Montenegro encabezando un artículo así: "El Estado colombiano es un desastre. La justicia no funciona (...). La mermelada mueve al Congreso. La calidad de la educación, horrible. La política agrícola, inexistente. La movilidad urbana, de mal en peor. La corrupción, omnipresente. La gente no cree ni en las instituciones ni en los políticos, y tiene pésimo concepto de los jueces. Esto es así desde hace rato y empeora con el tiempo".
Contrasta esto con la proliferación de promesas de futuro, cuando tras cuatro años de gobierno lo que sus voceros divulgan son solo proyectos y planes para el porvenir (Colombia el más educado en el 2025; los 55 billones para las concesiones 4G en los próximos 15 años; reformas de la Salud, de la Educación, de la Justicia que cambiarán la vida de los colombianos; la inminente 'transformación' del campo colombiano), pero ninguna explicación de por qué nada de eso se hizo en el cuatrienio anterior.
No debería sorprender entonces lo absurdo de que a apenas dos meses de iniciado un nuevo mandato se esté hablando ya de las candidaturas para el próximo, como si el presente no existiera o no tuviera ninguna incidencia o relevancia porque el cuatrienio que se inicia estaría desligado de él.
Se mencionan así supuestos 'candidatos' (aparentemente además ya en campaña) cuyo punto en común no son sus planteamientos o su representatividad como miembros de colectividades políticas que han madurado posiciones ante los problemas colombianos, sino las expectativas de lo que hará el Gobierno en los próximos cuatro años.
Pareciera que, lejos de darse una continuidad de los programas o de las prioridades que se movieron en el primer mandato Santos, el actual gabinete fuera, más que inconexo con lo sucedido en ese gobierno, distante y tácitamente crítico de las políticas —o de la falta de políticas— desarrolladas por sus antecesores.
La ministra Parody no habla de los resultados logrados por quienes la precedieron, ni se satisface con que su cartera tenga el presupuesto más alto, tanto de la historia como entre sus colegas, sino cuestiona la falta de recursos para lograr sus metas.
El ministro Pinzón asume la posición que correspondería a la oposición en caso de fracasar el proceso de paz, reivindicando unos resultados de disminución de la guerra y avances en la seguridad que son contradichos por todas las encuestas que ven esos como la primera angustia de los ciudadanos.
El Dr. Vargas Lleras ni siquiera menciona el plan de 100.000 casas gratis con el que lanzó su candidatura, de las cuales hoy, casi cuatro años después, no se ha cumplido ni con 60.000; menos evalúa el manejo de ese programa que comenzó con el presidente adjudicando la primera unidad a alguien que no tenía derecho a ella, y que hoy se encuentra con que los 'beneficiarios' padecen algo similar a los de la reforma agraria, al darse cuenta que no tienen cómo pagar prediales, servicios, mantenimiento o con dificultades de convivencia en un medio ajeno a ellas, y solo ven su vivienda como un activo a vender.
Y el titular de Hacienda se desespera por estabilizar el descuadre presupuestal de 'solo' 12,5 billones para el años entrante —y no se sabe cuantas decenas de billones más para el cuatrienio— como si no hubiera sido él mismo quien administró las finanzas, participó en el diseño de las políticas públicas, y fue determinante en crear la situación crítica que hoy lleva a acciones tan cuestionadas como la agresión financiera a Panamá o la propuesta inconstitucional de hacer reformas tributarias de largo plazo con la Ley de Financiación.
Que un gobierno entrante tome solo como referencia el futuro y olvide el espejo retrovisor es lo deseable; pero que un gobierno reelegido haga como sí su gestión anterior no existiera dice mucho de lo que pudo haber sido esta.
Ante la omisión de una rendición de cuentas y el exceso de promesas sin soporte alguno nos encontramos con que quien tenga deseo o vocación de analista no le quede más opción que ejercer como crítico.