“La ciencia es una forma de pensar, mucho más que un conjunto de conocimientos”. Esta frase del famoso divulgador científico Carl Sagan nos permite tener de cerca el espíritu de la ciencia como el más preciado instrumento para el desarrollo humano. Sin embargo, pareciera que las decisiones científicas de las cuales depende nuestro futuro como sociedad no están en manos de científicos.
Existe una brecha entre el poder político y los científicos, en medio de esta pandemia que se configura como un problema global. Son los políticos, los cuales en muchos casos no tienen formación disciplinar científica, quienes están tomando decisiones sobre salubridad e higiene pública, ignorando en varias oportunidades las sugerencias de facultados especializados y haciendo caso a intereses económicos.
No obstante, esta circunstancia ha hecho que la sociedad en general le dé más relevancia a la investigación en ciencias biomédicas, en la desesperada búsqueda de curas o vacunas para el SARS-CoV 2; incluso existe un nuevo vocabulario en el común, palabras como epidemiología, vacuna, virus, pandemia, hidroxicloroquina, resendemivir, entre otras, se han hecho populares. Aún así, acá entra la relación entre el analfabetismo científico y político, seguramente la mayoría de personas desconoce qué es un virus, aunque le tenga miedo, también desconoce el mecanismo de una vacuna, aunque esté dispuesto a dar lo que sea por ella.
El problema es más profundo de lo que parece, Colombia no es solo una nación que pasó la mitad del siglo XX de espaldas a los extraordinarios avances de la ciencia (la física, la química, la biología, etc.), sino que prácticamente en pleno siglo XXI continúa siendo un país profundamente acientífico, con un analfabetismo científico alarmante, con una sociedad y élites políticas que no valoran la ciencia en el desarrollo de la vida individual y de una sociedad (1).
Actualmente, los ciudadanos nos quejamos de las medidas sanitarias adoptadas por el gobierno, pero mucha incomprensión radica en que desconocemos realmente cómo se relacionan las medidas de higiene básica con nuestro bienestar. Nos parece increíble que existan microorganismos “invisibles” a nuestros ojos o que estos mismos seres pongan en peligro la economía mundial, pero todo es por la incomprensión de los mecanismos biológicos básicos de los microorganismos. No es solo en el contexto de la pandemia donde se requiere tener un alfabetismo científico, en las políticas públicas y planes territoriales se debe tener en cuenta al momento de determinar qué es lo mejor para las comunidades.
Hoy en día se ha recopilado evidencia científica valiosa disponible en el internet, pero no es suficiente, se requiere una interpretación de la misma. Por lo tanto, todos los ciudadanos debemos tener en claro aspectos básicos de las ciencias, ejemplo: anatomía (para comprender y cuidar mejor mi salud y hacer más efectivo el sistema sanitario), biología (para comprender mejor mi entorno natural y mi posición como especie en el planeta, reduciendo mi huella ecológica), química (conociendo por qué los metales pesados en el agua pueden perjudicar a mi comunidad cuando hay un proyecto de minería), física (entendiendo que es la energía, por qué es valiosa y cuál es la mejor fuente para mi comunidad).
De esta manera la toma de decisiones se basará más en un razonamiento que en intereses políticos y económicos o mercados y tamales. De la misma forma permitiría demandar mejores explicaciones en las carteras estratégicas para el desarrollo nacional, promoviendo la participación científica en las mismas. Pero todo depende en gran medida como los ciudadanos desde la escolaridad vivan la ciencia, si como un cúmulo de conocimientos exclusiva de científicos o como una forma de pensar en la cotidianidad como sociedad.
Rodríguez R., Boris A.. (2013). ¿Por qué hacer ciencia (básica) en Colombia?: la visión muy personal de un “científico” colombiano. TecnoLógicas, (30), 09-15.