Familiar de los Goldstein colombianos, Ana Maria, cuenta su supervivencia heroica

Familiar de los Goldstein colombianos, Ana Maria, cuenta su supervivencia heroica

En esta entrevista la húngara de 92 años, quien presentó su libro en Bogotá, relata el horror nazi que acabó con su familia y 5 millones de personas en Europa

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junio 25, 2017
Familiar de los Goldstein colombianos, Ana Maria, cuenta su supervivencia heroica

Anamaría Goldstein tenía apenas dos años cuando los nazis invadieron Hungría y perpetraron una de las mayores matanzas de la historia de ese país. Siguiendo la estela del macabro plan denominado como la “Solución Final” y con la ayuda de los fascistas locales, 600.000 judíos húngaros fueron asesinados en los campos de concentración. En Budapest, muchos fueron fusilados a orillas del río Danubio.

El Holocausto, que sembró de terror a Europa, causó la muerte de seis millones de judíos. De esa Europa turbulenta, ensangrentada y siniestra, tierra sin piedad para los judíos, nos habla Goldstein en un libro publicado recientemente y en esta entrevista realizada a su paso por Bogotá. Mucho antes de que llegaran los nazis, los verdugos voluntarios de Hitler, que los hubo en toda Europa, también en Hungría, comenzaron la persecución de los judíos.

RECUERDOS DEL HOLOCAUSTO

Ricardo Angoso:¿Qué puede pensar y cómo veía una niña cómo usted todo lo que sucedió a su alrededor en aquellos tiempos turbulentos del Holocausto, la guerra y la ocupación nazi?

Ana María Goldstein: Lo veía a través de las experiencias contadas por sobrevivientes, de las caras de angustia y tristeza que veía en mis padres.  He necesitado unos treinta años para hablar de todo lo que había ocurrido. Yo no me he atrevido a considerarme una sobreviviente del Holocausto mismo, siento que sería como usurparle el dolor a los que pasaron por los campos. Soy reflejo del trauma que sufrió la generación que quedó viva, los que nacimos durante la guerra.R.A.:¿Qué significado tuvo el Holocausto para su familia?

A.M.G.:Mi familia, casi toda, pereció en el Holocausto. Mis abuelos maternos, paternos, tíos y primos. De una familia muy numerosa fueron asesinados casi un centenar de personas. He investigado estas muertes y están todas documentadas, tengo datos sobre las fechas de los transportes, inclusive el  número del vagón  en el que fueron deportados. Mi tía que sobrevivió Auschwitz vio cómo la hermana de mi madre y sus hijas de 15 y 12 años eran llevadas a las cámaras de gas. Estas no son historias que yo haya visto en películas o leído en novelas, sino que conozco de primera mano. He conseguido muchos documentos procendentes de Alemania, Checoslovaquia y Hungría que me han servido para tener las pruebas.

HUNGRÍA, SIEMPRE PRESENTE

R.A.:Todo lo que le ocurrió, y también a su familia, ¿no le dejó una relación de amor-odio con Hungría, su país de nacimiento?

A.M.G.:En cierta medida, sí. Tengo intenso amor por el idioma húngaro y también guardo con nostalgia los buenos recuerdos de mi infancia y el cálido ambiente familiar del que pude gozar entonces. Pero también tengo resentimiento, e indignación, no  odio, hacia los húngaros que habiendo convivido bien con los judíos durante tanto tiempo pero que a la hora de la verdad acabaron colaborando de una forma voluntaria y vergonzosa con los nazis. Los alemanes entraron en Hungría el 19 de marzo de 1944 con un contingente muy pequeño. Entonces, ¿cómo fue posible que en escasos dos meses fueran exterminados 600.000 judíos húngaros? Sin la colaboración del gobierno húngaro y esos ciudadanos común y corrientes, nunca se hubiera podido producir esa masacre tan brutal. Por el otro lado siento un gran respeto por aquellos húngaros que ayudaron a muchos judíos a sobrevivir a pesar del peligro que ellos mismos corrían. Una prima  sobrevivió gracias a  una familia húngara, para ella desconocida, que la escondió durante semanas.

R.A.:También hubo un diplomático español, Angel Sanz Briz, que ayudó a salvar judíos, ¿oyó hablar de este tema en Hungría entonces?

A.M.G.:Fue un caso muy conocido pero muy posteriormente a los mismos hechos. También se supo de Giorgio Perlasca, un italiano que ocupó el lugar de Sanz Briz cuando aquel tuvo que salir llamado por su gobierno, y que continuó con esas tareas humanitarias. Ninguno de los dos se vanaglorió jamás de lo que habían hecho,  decían que simplemente hicieron lo que creían era su deber como seres humanos que eran. Salvaron miles de vidas.  Hubo otros como ellos, el diplomático sueco Raoul Wallenberg a quien le debemos  protección mi madre y yo, el suizo Carl Lutz, y alrededor de 800 húngaros cristianos cuyos  nombres también están inscritos en la lista de los Justos Entre las Naciones en Jerusalén. Entre ellos se encuentra Vasdényei István, director del campo de Kistarcsa donde fue internado mi padre.

UNA INFANCIA TRUNCADA

R.A.:¿Cómo vivía su familia aquellos tiempos fatídicos?

A.M.G.:Desconocíamos totalmente cual era el destino de nuestros seres queridos. Como nos prohibieron viajar en trenes, nos quitaron los radios y se interrumpieron las comunicaciones no pudimos tener noticias de la familia. Tuvimos que colocarnos la estrella amarilla, carecíamos de comida, debíamos trasladarnos al ghetto. De allí nos escapamos y vivimos escondidos con papeles falsos. Mientras tanto mi padre estuvo detenido en el campo de Kistarcsa.

R.A.:¿Qué ocurre en el ser humano para convertirse de una persona normal a un vulgar criminal?

A.M.G.: Creo que es un cúmulo de frustraciones y odios heredados, aprendidos y acumulados. El individuo pierde su identidad y da rienda suelta a su interior más perverso en un furor contagioso.

R.A.:¿Vivió eso en primera persona, conoció húngaros que vivieron esa transformación?

A.M.G.:No, era demasiado pequeña para tener recuerdos propios a ese respecto.

R.A.:¿Cómo se puede vivir tras una tragedia como la que vivieron sus padres, por ejemplo?

A.M.G.:Nunca me atreví a preguntarles a mis padres porque me tuvieron a mí en 1942, en plena guerra, pero tengo la convicción que lo deseaban plenamente. El deseo de continuar, dar vida cuando la vida peligraba era un desafío y a la vez esperanza en un futuro mejor. Tengo una prima que perdió toda su familia, fue la única que sobrevivió en Auschwitz y nos quedó su testimonio.  Emigró a EEUU  y cuando se casó se decidió a tener una familia grande. Tuvo muchos hijos, nietos y ahora biznietos. Es su manera de decirle al mundo que no lograron extirparnos, que aquí seguimos. Pero quiero que reflexione, los que quedamos en Hungría fuimos casi en su totalidad hijos únicos.

SOBREVIVIR AL HOLOCAUSTO

R.A.:Muchos que sobrevivieron al Holocausto se suicidaron, ¿no le llama la atención?

A.M.G.:Hubo las dos reacciones: el que no pudo rehacer su vida y se hundió en el desespero, y el que siguió adelante con los dientes apretados y tremenda fuerza de voluntad para resistir todos los avatares de la vida.

R.A.:¿De sus amigos de la infancia, de la gente del pasado en Hungría, ha vuelto a saber algo?

A.M.G.:Sí, de los que se escaparon durante la revolución de 1956. Tengo amigos de esa diáspora en Alemania, Estados Unidos e Israel. Algunos otros ya han muerto.

R.A.:¿Ha vuelto a Hungría después de abandonar el país?

A.M.G.:Sí, muchas veces, sobre todo cuando vivían mis padres. Llevaba a mis hijos para que compartieran con sus abuelos. Tienen unos recuerdos maravillosos de esos veranos que pasamos allá. Hace ocho años, hicimos un gran viaje familiar y llevamos por primera vez a mis nietos para que conocieran sus raíces. Les mostramos donde vivíamos, mi colegio, nuestra casa de campo y recorrimos aquellos lugares que tienen que ver con nuestro pasado. Fuimos al cementerio a visitar la tumba de mis padres y recordar las víctimas frente al monumento a los mártires. También rendimos homenaje ante las placas conmemorativas y las esculturas erigidas en memoria de Raul Wallenberg, Sanz Briz, Perlasca, Carl Lutz, y otros más.

LA LLEGADA A COLOMBIA

R.A.:¿Y cómo llegaron a Colombia, de qué forma se fraguó ese viaje desde Hungría?

A.M.G.:La buena suerte tiene un nombre: mi tía. Ella escapó de Hungría en el año 1947, ya cuando los comunistas se habían hecho con el poder total en el país, y llegó hasta Austria. Allí, solicitaron la visa a los Estados Unidos y esperaron varios años en vano.  Un amigo les comentó que era posible conseguir visas para Colombia y que era un país maravilloso. Llegaron en el año 1950. Así, nuestra familia también solicitó la visa después de la fallida revolución de 1956 para emigrar a Colombia. Era, además, el único país donde nos quedó un pariente vivo tras el Holocausto.

R.A.:¿Y sus primeros años en Colombia cómo fueron?

A.M.G.:Colombia me fascinó por muchas cosas. Primero por el paisaje, tan distinto al del Hungría tan plano y chiquito, y estas montañas tan fascinantes. Las frutas, la gente, todo me llamaba la atención.  Era mucho más fácil relacionarse, las personas eran abiertas y poco complicadas, se expresaban de manera más natural que en Hungría donde por culpa de la dictadura, todos desconfiábamos de todos. Siempre existía el temor de que el vecino, o hasta un amigo te delatase o acusase de haber hecho o dicho algo en contra del sistema. Eso traía repercusiones graves y duraderas.

R.A.:¿Usted con sus padres hablaba abiertamente de todas las cosas que habían sucedido en el pasado?

A.M.G.:Desde muy pequeña sentí que había temas que no debía mencionar porque vi la tristeza en mis padres  Y, obviamente, yo no quería verlos sufrir, así que no me atrevía a preguntar. Mi padre jamás pudo hablar de su mamá y del hermano hasta poco antes de morir. Mis padres nunca me contaron como fue su vida antes del Holocausto. Tal vez porque les dolió tanto que se hubiera esfumado o porque sus recuerdos estaban tan arraigados en su memoria que no necesitaban hablar de ellos. En mi madre solo palpaba una infinita tristeza, mas jamás la vi llorar

ALGUNOS RECUERDOS DE LA GUERRA

R.A.:Porque, en su caso, hubo un doble sufrimiento por ser judíos y por sufrir como todos los húngaros las penalidades de la guerra.

A.M.G.: Recuerdo un bombardeo y el sonido de las sirenas, que todavía me persiguen, aun el sonido de las ambulancias .En Budapest siempre que cruzaba los puentes que unen las dos orillas del Danubio me preguntaba si sería capaz en caso de que se vinieran abajo cruzar a nado el río y llegar a la orilla. Fue mi recuerdo de los puentes dinamitados  por los alemanes los que causaron ese temor.

EL REGRESO DE LA BESTIA

R.A.:¿Le preocupa lo que está ocurriendo en Europa con el ascenso de la extrema derecha?

A.M.G.: Me preocupa mucho esa realidad. Este año pienso viajar a Europa y tengo deseos de ir a Hungría. Quiero ver mi ciudad e ir al cementerio, pero leyendo los periódicos y oyendo las noticias de cómo la ultraderecha está ganando terreno me hace titubear. No por miedo, sino por profundo disgusto con esta situación.

Parece un fenómeno global que está contaminando todo.Se extiende la mancha ultra y ya ha llegado a Francia, Grecia y Polonia, junto con otros países. Incluso a Alemania. Están ocurriendo cosas tan absurdas, como que surgiera un partido nazi, el Amanecer Dorado, en Grecia, un país que fue ocupado y cuyo pueblo fue torturado por los nazis.

R.A.:¿Le sorprende el ascenso del antisemitismo en Francia?

A.M.G.:Es un antisemitismo de vieja data, no es un fenómeno nuevo. No era un antisemitismo de asesinar, sino más bien retórico, de detestar al judío, de separarlo, no aceptarlo y de discriminarlo. La extrema derecha y la extrema izquierda se unen con los extremistas islámicos para hacer campañas contra Israel y también contra los judíos. Para ellos Israel y los judíos son lo mismo. El nuevo antisionismo es el mismo  antisemitismo de antaño.

R.A.:¿Lo curioso es que asistimos a un antisemitismo sin judíos como ocurre en Europa del Este?

A.M.G.:Así ocurrió, por ejemplo, en Polonia después de la Segunda Guerra Mundial. Apenas quedaron judíos allí. Fueron eliminados casi en su totalidad en el Holocausto, sin embargo el sentimiento antisemita pervivió. Ese odio viene de siglos y es enseñado, incubado y heredado, no es algo que venga de la nada.  Por tanto, creo que la única forma de derrotar y vencer al antisemitismo es a través de la educación, de la enseñanza de unos nuevos valores universales.

R.A.:En cierta medida, Colombia para ustedes fue un paraíso porque aquí no había antisemitismo.

A.M.G.:Nunca lo sentí en Colombia. Hubo un gobierno que negó la entrada a los judíos durante los años treinta,  pero no es el sentir general de la sociedad.

ENSEÑANZAS DEL HOLOCAUSTO

R.A.:¿Qué mensaje les daría a los jóvenes para que aprendan la lección que la historia nos ha dado con el Holocausto?

A.M.G.:Que no es suficiente mantener vivos los recuerdos, es de primerísima importancia la formación de la juventud en valores de derechos humanos para prevenir genocidios en el futuro. Que entiendan que fue la intolerancia, el odio, la discriminación, la xenofobia, los prejuicios y la falta de respeto por la vida los verdaderos motivos que provocaron el Holocausto. Que no permitan que jamás en ninguna parte se humille, discrimine o persiga a nadie por su raza, credo o filiación política.

R.A.:¿Qué queda de la vida judía de Hungría, ha desaparecido como en otras partes de Europa del Este?

A.M.G.:Pues para mi sorpresa, hay un renacer en la vida judía, no tengo el dato preciso cuantos judíos quedan en Hungría pero es una comunidad grande de casi cien mil. Hay muchas actividades culturales y sociales. Existen colegios judíos y campamentos de verano para niños, clubes sociales y deportivos. Organizan festivales de música, eventos de comida judía, bailes y exposiciones. Realizan charlas y discusiones. Están representados los diferentes grupos religiosos también. Se editan varias revistas de alto nivel. Existe una librería dedicada más que todo a la literatura judía o temas judaicos.

R.A.:¿Reconocerá que el Holocausto está muy presente en la vida cultural europea?

A.M.G.:Lo noto más en la industria cinematográfica.  Me molesta que algunas películas  banalizan el Holocausto tal vez para buscar un éxito comercial. Otras son maravillosas, como La lista de Schindler.  Me ha impresionado mucho recientemente la película húngara El hijo de Saúl. Algunos judíos me dijeron después de verla que esperaban algo diferente, sin embargo yo he quedado  impresionada porque mostró un aspecto  que poca gente conoce.  Muestra cómo un trabajo espantoso  destruye el alma  de un hombre y le convierte en un autómata que trata solo de sobrevivir un día más. Y sabe que será solo un día más porque a la larga lo acabaran matando para que no quede testigo de las cámaras de gas y de los hornos crematorios. Pero, de repente, algo hace renacer en él, a través de un niño, la humanidad que parecía haber perdido. Es como un despertar, como agarrarse a una esperanza que ya parecía perdida. Creo que no quisieron hacer otro documental sobre el Holocausto, sino sobre la reacción de un ser humano ante unas circunstancias extraordinarias. A mí realmente me impactó. El Pianista también es de las grandes historias llevadas al cine. He visto muchas películas alemanas, polacas, y checas muy poco conocidas sobre el tema, que son extraordinarias.

R.A.:En sus memorias aparece una documentación muy interesante sobre su familia, ¿cómo la obtuvo?

A.M.G.:Mi padre guardaba mucha documentación.  Su hermana además de  papeles relevantes, conservaba el traje que vestía en Auschwitz, lo encontró mi hija en un armario. Luego lo hizo desaparecer. Sin embargo recortó el número que venía en el traje de prisionera y que era su identificación, 23609. También he encontrado muchos elementos y datos a través del internet.  Conseguí dos libros relativos al campo de concentración de Terezín , de donde pude sacar más datos, fechas exactas,  hasta el número del vagón del tren en que la hermana de mi madre fue enviada junto con sus hijas desde allí a Auschwitz.

Le he dedicado muchos años a la investigación. El libro que escribí lo hice para mis nietos para que conozcan de donde vienen, que conozcan las circunstancias que formaron a los seres que los precedieron, que entiendan lo que fue un siglo lleno de horror. Sólo lo comparto con amigos, no lo vendo.

TRENES HACIA AUSCHWITZ

R.A.:¿Qué recuerdos tiene de su viaje a Polonia?

A.M.G.: A nuestra llegada al hotel en Cracovia le preguntamos a la recepcionista qué se podía hacer en Cracovia y la chica me contesto que “cada cuarto de hora salían trenes hacia Auschwitz”. Eso a mí, con todo lo que había vivido, me dejó perpleja, paralizada. Me significó algo muy diferente a la información turística que me dio.

Acabo de ver una película húngara, que se llama 1945, y en los últimos momentos se ve alejar un tren del que sale un denso humo gris. Para mí ese humo tuvo un significado  muy diferente que para un espectador  que no haya vivido las deportaciones y los crematorios.

Los judíos no practican la cremación, no incineran a sus muertos como hacen otras religiones, porque se debe enterrar el cuerpo en tierra. Cuando mi tía me solicito que a su muerte procediera a la cremación, no pude creerle. Venia de una familia ortodoxa, de líderes  de su comunidad. Ella me replico que si sus padres se habían ido como humo al cielo ella quería partir del mismo modo. Muchos de los que regresaron de Auschwitz nunca pudieron perdonarse haber sobrevivido mientras sus familiares hubieran muerto de esa manera, y yo en ese momento  la comprendí.

R.A.:¿Y algo negativo de su viaje a Polonia?

Sí, en Auschwitz, caminábamos detrás de los crematorios, que los alemanes habían dinamitado antes de huir. Al lado habían unas zanjas llenas de agua donde  uno polaco pescaba tranquilamente, una escena casi idílica. A un lado queda el museo de donde los empleados entraban y salían y nadie se inmutaba. Era un espectáculo indignante. Mi hijo, Jack, se llenó de ira y se fue contra el pescador. Le gritó en ingles porque no sabía polaco. El hombre salió corriendo y mi hijo detrás. Yo ya temía por la vida de Jack si lo perseguía hasta el pueblo pero se paró a tiempo. Después fuimos a las oficinas para poner la queja por algo que consideramos un sacrilegio.  Unos meses después, llegó una carta escrita en polaco desde Auschwitz en donde se excusaban por lo ocurrido y prometieron tomar medidas.

@ricardoangoso

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