En los últimos días he escuchado insistentemente fuertes críticas a Amparo Grisales por su postura frente al feminismo radical, el cual muchas mujeres pregonan sin hacer un análisis objetivo.
En Colombia no es fácil ser políticamente incorrecto. O sea, hay verdades a medias que la mayoría defienden a ultranza con tal de quedar bien, así no las compartan, porque les gusta ser acomodados o tibios —tal cual como el políticamente correcto Sergio Fajardo—, para encajar en algún grupo social o para no incomodar a los poderosos.
Creo que personas como Amparo son las que echan, sin querer, sal en la herida, porque mujeres como ella no callan, no están acostumbradas, como en este caso, a apoyar un bullying mediático hacia los hombres.
El feminismo radical ha tomado la actitud que tanto critica. Está generando discriminación hacia los hombres, está gestando un sentimiento generalizado en las mujeres consistente en que los hombres no podemos controlar nuestros instintos sexuales, que es mejor no dejar niños con hombres, que podemos hacer daño, que hay que desconfiar, que es mejor prevenir que curar, que somos tiranos, que podemos ir más allá de la racionalidad sin controlar nuestro instinto animal, que las mujeres deben pensarlo dos veces antes de salir con un amigo a cenar porque las pueden violar, o que por el hecho de ser mujer siempre deberán tener más consideración en el acceso a un trabajo, a un medio de transporte, a un servicio de salud, a una medida de protección o que la indignación ciudadana debe ser mayor cuando en un hecho violento la víctima sea una mujer. Creo que las grandes feministas de todos los tiempos, como Virginia Woolf y Frida Kahlo, estarían profundamente decepcionadas de los movimientos feministas de la actualidad porque ellas adoraban a los hombres.
Además, los hombres también somos víctimas de acoso sexual y somos víctimas de crímenes de género (a nosotros también nos arrojan ácido a la cara y las esposas también nos queman con gasolina —como al señor de Santa Marta—). Nosotros también vemos ofertas laborales solo para mujeres, la cuales son más abundantes que aquellas solo para hombres, también nos niegan vacaciones en nuestro trabajo porque hay que tener consideración con la madre soltera, también nos impiden un ascenso laboral porque tiene prelación la que hizo con intención favores sexuales a su jefe, también nos niegan el asiento en el transporte público sin tener en cuenta lo que nos puede estar pasando o si llevamos un niño en brazos, muchas veces también ganamos menos que una mujer que hace lo mismo que nosotros, y sé de decenas de casos parecidos.
El feminismo radical es generador de violencia, discriminación y desigualdad de género. De hecho, es tan odioso como el machismo, y por eso sus mayores defensoras deben replantear su estrategia.
Amparo, defiendo mi derecho al piropo, por eso digo que eres hermosa, valiente y una mamacita.
