Cuenta la leyenda que ese género que nació en las cercanías de la Sierra Nevada, en ese plácido y exuberante Valle de Upar, en esas lejanas llanuras del sur de la bella Guajira, donde los hombres entonaban sus cantos a través de los acordeones traídos por los alemanes que llegaban a las costas cercanas y de cuyas bellas entonaciones salía una poesía pura, una poesía campesina que pronto se convertiría en verdaderas odas, en versos que relataban el diario vivir del campesino de la región, voces que aún se sienten en las tibias brisas que bajan de las montañas hacia lo ancho del lindo valle.
A través de los años, el vallenato se ha constituido como ese género que le ha dado reconocimiento entero a la cultura costeña, esa música que al unísono es un deleite completo no solamente para los habitantes del Caribe, sino también para toda Colombia e inclusive para el mundo, hasta donde se ha expandido variantes del vallenato que se han inmortalizado profundamente en el sentir de los corazones de quienes lo escuchan.
Pero más que palabras para elogiar al vallenato, quisiera expresar el mayor sentimiento que puede cultivar una canción de este inmaculado género: el amor, ese sentimiento que ha suscitado poéticas serenatas, románticos cantares y lo principal, duraderos amores. El amor y el vallenato son el complemento perfecto, son dos palabras y dos conceptos que se encuentran en una grata armonía que perdurará en el corazón de quienes lo escuchan y de quienes lo sientan.
No hay mejor sentimiento de quien dedica un vallenato para conquistar, ni el de quien a se lo dedican. Lo maravilloso ronda su corazón, su piel se eriza de tal forma que los sentimientos se euforizan, la emoción apremia y las palabras se entrecortan de la felicidad, ese es el sentimiento que nos rodea cuando un buen vallenato se dedica para enamorar
Ese vallenato que nuestros juglares nos cultivaron, ese que corteja a la mujer, que nos habla del amor profundo que sentimos los hombres cuando amamos de verdad, ese sentimiento de ser amantes del amor, cuando bailamos esa canción con la mujer deseada, cuando lloramos junto con la mujer que nos mueve el piso, cuando estamos con esa persona y suena en la radio la canción que tú le dedicaste o ella te dedicó, cuando en definitiva el amor se complementa con el vallenato y forman una alianza magistral indestronable.
Normalicemos dedicar estas canciones, romantizarnos con estas magnas composiciones de maestros como Gustavo Gutiérrez, Chiche Maestre, Fabián Corrales, Iván Ovalle, entre otros, los cientos de compositores que han emprendido trasegares entre el Guatapurí y el Valle de Upar y que han conseguido motivar a los muchos de romanceros a conocer el amor y el desamor. El romance que se da a conocer a través de una alianza maravillosa entre el mayor sentimiento que existe y el mayor género que lo expone.
