Hace dos semanas, estando de visita en México en compañía de una amiga colombiana, conocimos la ciudad de Puebla. Aprovechando una mañana soleada nos dirigimos al parque principal a tomar el autobús turístico para conocer Cholula, una ciudad cercana de la cual se dice que tiene alrededor de 300 iglesias, pero nuestra principal motivación era conocer la pirámide de Tlachihualtépetl. Mientras esperábamos, se nos acercó una señora de avanzada edad y nos ofreció realizar el recorrido en su carro particular por unos pocos pesos más. Finalmente aceptamos ya que la diferencia no era mucha e iríamos solo las dos, evitándonos el tumulto del bus turístico, siendo más personalizado el recorrido. Lo que no sabía era que ese día aprendería el significado del amor, del amor de veras como dicen los mexicanos.
Fue así que conocí a Gloria, una señora de 61 años, muy conservada para su edad, siempre viste muy formal, de cabello corto y piel blanca, desde hace algunos años se dedica a ser guía turística. Salimos a las nueve de la mañana hacia Cholula en un recorrido de 20 minutos en carro, en el camino hablamos de varias cosas sobre la ciudad, las iglesias, la comida y la música. Al llegar, visitamos el convento de San Francisco (construido en 1549), la parroquia San Pedro de Cholula (construida en 1640) y la Iglesia de Tonantzintla del siglo XVI. Esta última iglesia ha sido la más hermosa que he visto, su fachada es sin duda muy diferente a todas, la parte exterior está pintada de color rojo y, en su interior está decorada por rostros de ángeles morenos, frutas y flores mexicanas, siendo la única iglesia que evidencia el barroco indígena en todo su esplendor. Más allá de su importancia histórica, lo que más me llamo la atención es el sincretismo religioso en donde conviven dos interpretaciones religiosas, la católica y la indígena. El nombre oficial de la iglesia es Santa María Tonantzintla que en lengua náhuatl significa “lugar de nuestra madrecita”, y hace referencia a la virgen María y a la diosa del maíz.
Al salir de la iglesia, mientras esperábamos a mi amiga que se quedó comprando algunos rosarios y detalles para su familia, nos ubicamos en la parte externa en donde hay un hermoso jardín con varios árboles de naranja y limones. La señora Gloria me contó que en ese lugar Pedro Armendáriz le declaró su amor a María Félix en la película Enamorada, filmada en 1946. De repente le pregunte ¿por qué las novelas mexicanas siempre son de amor?, pero un amor desgarrador, un amor que solo se ve precisamente en las novelas y su respuesta fue: “los mexicanos cuando amamos lo hacemos de veras”. No entendí su respuesta.
Le pregunté si alguna vez había amado de verás, suspiro y miro hacia el horizonte, pensé, como siempre yo tan impertinente; luego de una pausa me dice: "cuando tenía 20 años me casé con un joven. Durante un tiempo solo nos veíamos en misa, cruzábamos miradas y sonreíamos, sentía mariposas solo con verlo, estuvimos así un tiempo hasta que decidió visitarme en casa, durante las visitas siempre estaba mi mamá o una tía presente, no se permitía que estuviéramos nunca solos. No recuerdo cuánto tiempo paso y le pidió a mi papá el permiso para cortejarme y así nos volvimos novios, al poco tiempo nos casamos, quede embarazada y meses después él murió. Solo pensé que tragedia".
Vencida por la curiosidad, le pregunté si se volvió a casar. Me dijo que no, que a lo largo de su vida hubo varios pretendientes y amigos, pero nunca más volvió amar a otra persona como a su esposo. Le pregunté ¿cómo se puede amar a una persona que no está presente? sonrió y me dijo: para amarlo no necesito que este conmigo, el amor es algo que simplemente se siente. Puedes enamorarte varias veces a lo largo de la vida, pero solo se ama una vez. Incluso hay personas que solo quieren, nunca han sentido el amor de verás, querer es más fácil, no sufres tanto, se acaba rápido y es más fácil olvidar, cuando amas es para toda la vida.
Me preguntó si alguna vez había amado de verás, le respondí que tal vez sí. Me preguntó: ¿tal vez? - sí tal vez, respondí. Me miró fijamente y pregunto ¿por qué tal vez? Le respondí que había un hombre que amaba, pero que después de más de una década juntos nos habíamos separado. Me miró fijamente y dijo, en mi época era impensable separase, pero había gente que lo hacía, en cambio hoy los más jóvenes todo lo quieren ya, no dan lugar al romance y se quejan diciendo que el amor de veras no existe, pero no se entregan, no aman. Consideré que fueron palabras muy duras, pero pensé en mi caso particular, no puedes exigir algo que no das, así que Gloria podría tener la razón.
Me preguntó ¿te has vuelto a enamorar? Le respondí que no, preguntó ella ¿por qué? Le dije que no había vuelto a sentir nada más por nadie, me preguntó ¿aún lo amas? Le respondí que no sabía, pero que ya había terminado y él siguió con su vida y, yo intento seguir con la mía. Sarcásticamente sonrió y me dijo: por suerte no te gustan las novelas, claramente estás viviendo la tuya, jamás lo había pensado así.
Luego me quedé pensando en el amor romántico como resultado de la cultura latinoamericana, soñamos con el amor, perdemos la razón con las rupturas, incluso nos cambiamos de país por amor, en otros casos abandonamos el país por desamor, como lo hice yo. Es curioso como los sentimientos responden o se construyen a través de la cultura en la que vivimos. Las falsas promesas de amor no nos desaniman a seguir buscando a la pareja perfecta, creemos erradamente que la felicidad está en el amor hacia otra persona. Tal vez, Gloría amo a su esposo tan profundamente que jamás logro encontrar algo similar, tal vez ocurra lo mismo conmigo, pero algo que aprendí es la importancia de querernos a nosotros mismos, ser capaces de hallar la felicidad solos, sin ese sueño del ser amado, de amar sin poseer como lo describen los poetas y Gloria claramente lo ha hecho en los últimos 40 años.
Continuamos con el recorrido, visitamos la pirámide de Tlachihualtépetl y disfrutamos de la gastronomía local. Fue así como ese día en Cholula además de ver iglesias y otras bellezas arquitectónicas, entendí como cada uno de nosotros además de tener nuestra propia historia, tenemos nuestra propia novela de amor al mejor estilo mexicano, solo que con menos suerte que Thalía, diría mi amiga.