Ya sé que Afganistán está de moda y está en la inmunda. Pero ¿va América Latina y el Caribe (ALC) en un rumbo similar? Veamos los datos de Cepal y saquemos algunas conclusiones.
En ALC somos 654 millones de persona, 8,4 % de la población mundial, pero ya hemos puesto 1.260.000 muertos por la pandemia del covid-19, esto es, 32 % del total mundial. Y con seguridad el futuro será peor: EE. UU. ya vacunó 49,3 % de su población, Europa 44,6n%, mientras América del Sur solo 17,2 %, Centroamérica 7,4% y el Caribe 10b%. Con las nuevas cepas del covid y el deterioro de los sistemas de salubridad pondremos mucho más del 32% de los muertos el año entrante.
Las condiciones económicas no dan mayor esperanza:
Entre 2014 y 2019 el PIB de ALC creció en promedio solo 0,3% y en 2020 cayó 6,8%. Es el peor desempeño por sexenios en los últimos 120 años. ¡Ojo, en los últimos 120 años!
Y el futuro es sombrío. La recuperación esperada en 2021 (5,2%) según Cepal, vendría halonada por las exportaciones (crecerán 22%) gracias a los mejores ingresos provenientes del petróleo, los minerales y los productos de la agroindustria. Es decir, gracias de nuevo a la recuperación de la demanda de China y los propios Estados Unidos, pero profundizando el proceso de reprimarización de ALC y a partir del extractivismo. Ese modelo, como es bien sabido, genera poco empleo, no es social ni ambientalmente sostenible, no promueve la creatividad humana en el país extractivista y no ayuda en la equidad social.
De hecho, el empleo entre los asalariados en ALC en 2020 cayó 7,3 % con relación a 2019, y entre ocupados por “cuenta propia” cayó 7,6 %. Peor resultado en el trabajo doméstico –donde un 90 % son mujeres: se redujo en 20,9 %. En conjunto el desempleo abierto es hoy del 10,7% en la región. Y la desocupación femenina, teniendo en consideración la caída en la tasa de participación, es de 22,5%. ¡Un desastre!
21 millones de personas de ALC (14,2 % del total), están hoy en condiciones de “inseguridad alimentaria grave”, es decir sufren hambre todos los días. Y 272 millones en “inseguridad alimentaria moderada y severa”, esto es, ¡el 40,9% de la población! No les doy los datos de Colombia para no dañarles el día.
167 millones de estudiantes en 2020 perdieron hasta un año de escolaridad presencial, con impacto permanente a futuro sobre su aprendizaje. Y 3,1 millones de jóvenes, niñas y niños están en riesgo de abandono escolar, siempre con cálculos de la Cepal.
Entre 2019 y 2020 ALC tuvo 22 millones más de pobres y 8 millones más en pobreza extrama. Pero los gobiernos lograron realizar transferencias monetarias a los más necesitados, las cuales beneficiaron 326 millones de personas (49 %). De no haberse realizado esas transferencias los nuevos pobres serían 41 millones y los habitantes en pobreza extrema 28 millones. La mala noticia es que ese gasto ya se redujo para 2021: el año pasado alcanzó 1,55 % del PIB regional y en el 2021 alcanzará solo el 0,78 %, la mitad. La cobertura pasará de 49 % a 29 % de la población de manera que tendremos 15 millones más de personas en extrema pobreza este año.
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El otro mensaje de la Cepal es muy grave: la crisis ambiental global afectará en mayor proporción a ALC a pesar de no ser el mayor foco del calentamiento global
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El otro mensaje que pasa la Cepal es tal vez más grave: la crisis ambiental global afectará en mayor proporción a ALC a pesar de no ser el mayor foco del calentamiento global. Veamos. La región emite 8,3 % de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) pero es la más vulnerable a sus impactos. Más del 80 % de la población del Caribe vive por debajo de 5 metros bajo el nivel del mar y desaparecerá primero. Recuerden que Colombia también es Caribe.
Entre 1990 y 2020, en América Latina y el Caribe se perdieron 150 millones de hectáreas de bosque natural. La cobertura forestal se redujo un 7 %. La Amazonia se está destruyendo a ritmos sin precedentes y se convertirá en el centro del extractivismo pospandemia. (Esto lo desarrollaré en un artículo posterior).
No obstante, la urgencia de parar el calentamiento global y la destrucción de los ecosistemas en ALC, del gasto en protección ambiental en 11 de estos países, entre 2016-2020 se redujo en términos reales en 40%. Solo en 2020 cayó 35%. Y como sabemos, Colombia no ha adoptado el Acuedo de Escazú.
Para finalizar y no deprimirlos más: la deuda pública bruta de los gobiernos centrales pasó de representar 30,6 % del PIB en el 2010 al 56,3 % en el 2020. Estamos inmensamente endeudados y con muchachos neoliberales al frente que se oponen a desarrollar políticas heterodoxas para salir del pantano, a pesar que las están desarrolllando en Estados Unidos y Europa de forma relajada.
En suma, asistimos a crisis sin precedentes en la salud, el empleo, la educación, la equidad, la carencia de inversión productiva sostenible, el medio ambiente y las finanzas públicas. No han triunfado los talibanes en ALC pero los fundamentalistas protestantes, pentecostales y católicos, a la monseñor-embajador Ordóñez, están avanzando con fiereza. Y Uribe está con ellos cuando le conviene, por ejemplo cuando se opusieron al Acuerdo de Paz.
Hay propuestas, sí. Académicas y políticas. Hablaremos de ellas luego.
Posdatas:
- Recomiendo consultar el documento aquí utilizado de CEPAL: “LA PARADOJA DE LA RECUPERACIÓN EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, presentado por Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el pasado 11 de agosto en un seminario con la Iniciativa Social para Amérioca Latina y el Caribe (ISALC). Está en las redes.
- Jairo Rivera y la cuarta guerra del Amazonas (In memoriam)A Jairito lo he cargado muchas veces a cuestas. Con su papá, Eduardo Rivera, lo subimos a pie ante El Señor de Monserrate a ver si nos perdonaba los pecados –aunque yo en esos tiempos no pecaba– y nos hacía el milagro de parar el polio. Otro día intenté cruzar el río Hacha en Florencia con sus piernitas entrecruzadas sobre mi cuello, con tan mala suerte que el cauce del río había cambiado la noche anterior y ahora el río corría por donde antes pasábamos a pie hasta la isla del centro. Como no pude soltar sus huesos de mi cuello, tuve que hundirme con él para ahogarnos juntos hasta que los otros siete muchachos corrieron a mediosalvarnos. Desde entonces, desde la cuarta guerra del Amazonas, sigo cargando a mi manera con Jairito.
Hace poco, en 2015, en Buenaventura, en una charla familiar entre cómplices que comentan el mundo, de pronto Jairito me dijo que en eso sí tenía razón Paul Krugman.
–Cómo así, ¿tú lees a Krugman? –fue mi respuesta de incrédulo.
–Claro, en el NY Times –me respondió con sorna.
Entonces cambiamos de tema porque las tertulias de economía son aburridas. Seguimos hablando de la vida, es decir, de la cuarta guerra del Amazonas.
Hoy, cuando Jairito se marchó con sus memorias y sus carcajadas y sus genialidades, ¿a quién puedo llamar para hablar de los años sesenta y setenta del siglo que no termina de pasar en la Amazonia?
Nos encontraremos siempre.