Actualmente, en América, más en Colombia, se reprograma una nueva historia donde el genocidio, el saqueo, el robo de tierras y otros delitos no son relevantes si se comparan con lo que se pretende mostrar: todo se hizo y se sigue haciendo en bien de la sociedad.
En España, al parecer, los corsarios que invadieron América, saquearon y cometieron toda clase de fechorías y genocidios son mostrados como seres que vinieron a liberar a los nativos de las sanguinarias leyes de sus gobernantes; esto es rituales y sacrificios de toda índole a sus dioses (recordemos que los otros dioses que hoy conocemos no existían acá), por tanto, fue un movimiento de salvación, no de invasión. Y así lo defiende un grueso de la población.
Hay que dejar en claro que Cristóbal Colón y la mayoría de los que vinieron posteriormente eran temibles piratas que asesinaban sin compasión y violaban con la misma pasión. La historia, o los historiadores de bolsillo, nos lo venden como un tipo sano, manso, casi un santo, que un día recordado como 12 de octubre se encontró con el milagro de un continente entero que él pretendió era parte de la India por las características físicas de los nativos, y no porque se haya equivocado con el paisaje tropical. Él no salió a dar un paseo, sino a saquear, robar, corromper, llevar minerales que los reyes le daban valor comercial para su competencia con las restantes monarquías de Europa.
Lo que no está claro, y es casi obviado por los historiadores, o los historiadores de bolsillo, es la procedencia de la población que tripulaba las embarcaciones, aunque se dice que eran ladrones, locos y asesinos, pero en esa época no pueden ser tantos, por tanto, la explicación más a la mano para justificar tantas características físicas hindúes de millones de actuales residentes a lo largo de América, desde el sur hasta el norte, se parte en dos. Una, que traían personas de ese país junto a los negros africanos para esclavizarlas. Y dos, que ya estaban acá cuando llegaron los sádicos invasores.
A menudo se escucha decir: nuestros ancestros americanos somos nosotros, ellos nos invadieron y una serie de epítetos rebeldes sin análisis, porque si lo vemos con profundidad los verdaderos americanos están en la inmunda social en la actualidad: abandonados de los gobiernos y estigmatizados por todos. Bolsonaro, asesinándolos en las selvas de Brasil; la usurpadora Jeanine Áñez en Bolivia; y Álvaro Uribe, recién señalándolos de guerrilleros en Colombia. Esa es la muestra pequeña de lo que continúa aconteciendo con la comunidad indígena, últimos rezagos de los verdaderos nativos de América.
Nosotros realmente somos producto de los invasores. Desde la llegada catalogada como descubrimiento, hasta la primera emancipación de Europa, transcurrieron más de 300 años y fue promovida por hijos de europeos nacidos en América en su mayoría. En ese tiempo la sangre indígena que pudiéramos tener debió haberse evaporado por las siguientes generaciones hasta llegar a lo que somos, unos grupos étnicos que no tenemos idea concreta de nuestra procedencia, por eso siempre buscamos un punto referente: soy descendiente de italianos, de judíos, de libaneses, de españoles, de alemanes, de daneses, nadie dice descender de hindúes por razones personales, aunque las características físicas están allí, al alcance de la mano.
Todo esto es subjetivo y únicamente se ajusta a la lógica. Sin embargo, la lógica no es que sea la verdad verdadera sino se mira con la misma ojiva. Por tanto, otras verdades pudieran estarse gestando desde la perspectiva de la historia, o de los historiadores de bolsillo. Al fin y al cabo se trata de contar la cosa no como sucedió, sino como le favorece al gobernante de turno.
