Con gran sans fazon (léase descaro) pachorra, cáscara o huevo, la señora alcaldesa mayor Claudia Nayibe Löpez se está despidiendo de su funesta gestión con la amenaza de lanzar su candidatura presidencial, a fin de que todo Colombia tenga metro, manzanas de cuidado, vías impecables, un tráfico de relojería suiza, orden inmaculado, seguridad a toda prueba y servidores públicos que aman tanto al ciudadano y se desvelan tanto por servir que han exigido al Creador que alargue los días para trabajar más.
Se manda cachaza la alcaldesa. Ha sido la primera mujer en ser elegida como burgomaestre de la capital; pero ha logrado el récord de ser la peor mandataria distrital de la historia, por encima de todos los manes que la han desgobernado. La ciudad es apocalíptica, digna de una película de Batman. De hecho, ya contamos con plenitud de guasones, que son los secretarios de los despachos distritales.
Como regalo de Navidad el secretario que ostenta el ridículo título de “movilidad” de la ciudad inmóvil ha inaugurado un bombardeo siniestro de multas atrabiliarias, que llevan el ridículo nombre de “comparendos”. No se ve un solo agente de tránsito en la ciudad, que se convirtió en un gigantesco compuesto de parqueadero y matadero municipal.
Pero, eso si, nos cunden a multas a los del montón, y ahora los ingenieros de la burocracia distrital se cranearon el más indignante entramado para burlarse de todas las garantías ciudadanas. Una multa debe ser notificada, y al ciudadano se le debe dar el derecho cierto y efectivo de poder discutirla.
Esto se evade fácilmente, calificándolo de “inubicable”. Claro, todos somos inubicables gracias a que cada quince días rediseñan la nomenclatura y cambian las plaquitas con la numeración en forma totalmente arbitraria. "Lo hago porque puedo", es el lema de los impávidos burócratas. El negociado es tan portentoso que entiendo que por el Mediterráneo navega un yate con el que ni Onassis hubiera soñado, atragantado de gente parrandera, bulliciosa y derrochona.
Tras todas las investigaciones de la DEA, la CIA y la KGB se llegó a la conclusión de que no es gente dedicada al narcotráfico o el tráfico de personas, ni siquiera al de armas. Son gente bacana que vive del negocio del cambio de plaquitas en Bogotá. Curiosamente, al parecer compiten con otra embarcación suntuosa que no se sabe de quién es, pero que se llama “Ggregandsons”. Su logo es una libreta de pasaporte.
No contentos con regar multas y cosechar cobros, los burócratas de Movilidad le amargaron la Navidad a los ciudadanos al embargarlos abusivamente, gracias a mandamientos de pago que los afectados nunca conocieron. Aunque usted no lo crea, un creativo diseñó lo más novedoso en la historia de las invenciones humanas: la notificación de los inubicables por aviso en la red de Internet.
Lamentablemente, no es broma de Navidad. Ahora, pues, no sabemos en dónde vivimos porque nos cambian la dirección cuando les viene en gana. Y de contera, somos culpables de “inubicación”; y por inubicables no nos notifican las multas y finalmente nos liquidan con mandamientos de pago notificados en la red, pero embargos miserablemente eficaces, a todas las cuentas y todos los bienes que tenga quien no quiso pagar el soborno.
Por ello no es de extrañar que las instalaciones de las secretarías de Hacienda y Movilidad tengan más guardianes que una cárcel de Bukele: para proteger a los burócratas de sus enemigos, los pobres ciudadanos.
Bienvenidos, Reyes Magos. Ojalá, cuando se devuelvan a Oriente se lleven a Claudia Nayibe con todos los camellos, metro y corredor verde.