Resulta interesante pensar en perspectivas diversas para hablar del amor. Hoy no es tan fácil hablar de diferencias entre oriente y occidente, con un mundo tan globalizado, con prácticas bastante occidentales en oriente y con perspectivas muy asimilables a las de oriente en algunas comunidades aborígenes o de bosquimanos en occidente.
En el mundo occidental, parece inevitable remitirnos a los griegos clásicos y el relato de Poros y Penia; en términos vulgares a hoy: después de severa bacanal entre los dioses, en la casa de Afrodita, Poros (uno de los primeros dioses en la mitología griega, asociado con el tiempo, la personificación de la oportunidad, la conveniencia, los medios para conseguir algo y la utilidad) se embriaga y queda dormido, y Penia (la pobreza) aprovecha la oportunidad para hacerle(se) un hijo, este hijo resultantes es el Amor, quien, por nacer en casa de Afrodita y tener un origen en el bienestar que representa Poros, se reviste de riqueza, y, a veces de pobreza, generando conflictos entre los humanos.
Esta visión del amor como una oportunidad de superación, de transición de una clase hacia otra, acompañó de manera implícita la visión de muchas familias que durante varias generaciones buscaron su crecimiento económico y la superación de su estatus social mediante la unión de sus hijos o hijas con parejas de familias en mejores condiciones a las propias. Incluso en el conductismo contemporáneo se piensa el amor en términos de la maximización de las probabilidades de las oportunidades propias.
No resulta muy conveniente el orientalismo, que supone que los orientales son buenos y el resto son malos, esto, claramente sería muy simplista, también es peligroso caer en la superficialidad de la new age cuando no se es experto. Solo quiero relacionar que resulta llamativa esa visión oriental que plantea que no es importante el poseer al otro sino lograr un bienestar mutuo y energizar la pareja.
Recientemente se dice popularmente que nos están clavando una reforma tributaria, en esta metáfora vulgar, alguien disfruta y otros sufren; las personas necesitan amor, pero no uno del tipo en el cual hay un dueño de otros, sino uno en el que se piense y se trabaje por el bienestar mutuo; el éxito económico de un país no se logra únicamente exprimiendo a las personas, claramente los impuestos son importantes, pero conviene pensar también en mejorar la competitividad de las empresas en el largo plazo, así esto implique pensar más allá de un periodo gubernamental.
