Los grandes medios lo tratan con prudencia y con excesivo respeto, podría decirse que hasta le rinden pleitesía. Sin embargo, al menos medio país sabe que el expresidente y hoy senador, Álvaro Uribe, es un tipo prepotente, arrogante, y por demás un saboteador profesional. En su caso se puede decir que ninguna de sus actuaciones son al azar, cada paso está fríamente calculado como lo que es él, un viejo zorro de la política, los negocios y un dios criollo con labia de culebrero y dotes de encantador de serpientes.
Uribe nunca da puntada sin dedal, siempre está bien dateado. Por eso es absurdo y hasta cínico el argumento que esboza cada vez que sindican o encarcelan a alguno de sus buenos muchachos, “confié en él y se aprovechó de esa confianza”. De esa forma va evadiendo su responsabilidad, se escabulle hábilmente.
Pero, ¿no son calculadas sus acciones provocadoras? Veamos un par de ejemplos que lo dejan en evidencia:
“El expresidente sanguijuela”
En la plenaria del Senado se escuchó: “que vergüenza da ver a un expresidente de la república huyendo a las carreras por los corredores del Congreso como sanguijuela en alcantarilla”. Así de enérgicas y punzantes fueron las palabras de la senadora Claudia López.
En medio de un debate sobre paramilitarismo, a mediados de 2014, ella señaló los vínculos de Uribe con este grupo narcoterrorista aduciendo que “muchos políticos fueron beneficiarios del narcoparamilitarismo en Colombia, pero solo un colombiano coronó la presidencia de Colombia con el apoyo del narcoparamilitarismo, solo uno y se llama Álvaro Uribe, y por más que grite, corra, enlode, se escude y huya, nunca podrá evadir esa responsabilidad, ni en lo político ni en lo penal”.
Así lo dijo la senadora, con todas sus letras. No obstante, ese llamado a la gallardía solo fue escuchado un par de días y luego terminó siendo sepultado por los medios en menos de una semana. Esta fue la respuesta a un senador que luego de “echarse su discurso” salió sin escuchar a nadie ni afrontar el debate en clara afrenta a la verdad.
“El expresidente insensible y saboteador”
Este fin de semana en el Congreso de la República se repitió la bochornosa estrategia. El expresidente Uribe asistió al acto en conmemoración de las víctimas y al ser mencionado por Gloria Gaitán, hija de Jorge Eliecer Gaitán, solicitó un derecho a réplica. Él, tan estudioso de las normas sabe perfectamente que eso no está permitido. Por norma, la única labor de los senadores en dicho acto se limita a escuchar a las víctimas y privilegiarlas en el uso de la palabra.
Así lo entendieron todos, menos el senador paisa, quien como niño malcriado y con solo una señal dada a su sequito de discípulos del Centro Democrático salió del recinto para llevarse las cámaras y micrófonos que le hicieron el juego y esperaron a oír su discurso a las afueras del capitolio.
El expresidente hizo gala una vez más de su cálculo político, de su talante de capataz de finca en la que todos deben hacer su voluntad aún cuando los trate a las patadas. Todo esto a expensas del dolor de decenas de familias que lloran a sus seres queridos, quienes en su mayoría cayeron a manos de falsos positivos y persecuciones llevadas a cabo durante su gobierno.
Además, el senador tuvo el descaro de enfrascarse en una contienda con un muchacho que lo enfrentaba para pedirle lo que cualquier colombiano debería exigirle, “que regresara al acto a escuchar a las víctimas, pero más aún, que los medios de comunicación no se fueran todos detrás del expresidente, sino que visibilizaran a esas familias que continuaban en el acto conmemorativo”.
Esa es la conocida táctica de saboteo de Álvaro Uribe Vélez, experto en buscar el talón de Aquiles de las instituciones o de sus contradictores para escaparse por esas fisuras, evadir su responsabilidad y salirse con la suya, en pocas palabras: “siguiente pregunta amigo…siguiente pregunta”.