A Álvaro Lemmon no se le notan los 76 mayos que tiene encima. Sigue siendo el mismo mamagallista de siempre. Con él no se puede mantener una conversación seria. A todo le saca cuento o doble sentido o se le da por contar un chiste en medio de una respuesta que muchas veces queda inconclusa. Dice que vive feliz. También dice que eso es lo que más le importa y que es como quiere mostrarse y ser recordado.
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El hombre Caimán, como le dicen desde muy joven, deja en claro que no es verdad, como lo han dicho algunos medios de comunicación, que está pobre y aguantando hambre. También deja claro que no es millonario. De lo conseguido durante los años de trabajo en Sábados Felices no le queda mucho. Tiene una pensión que dice es pequeña. Su apartamento en Bogotá se lo dejó a su anterior esposa y a uno de sus siete hijos. Él vive en arriendo con Alexandra Martínez, su actual esposa, en Santa Marta, en el turístico barrio del Rodadero. Ya necesitaba el calor de la Costa y alejarse del frío y el estrés que genera la gran capital.
Lemmon no se queda quieto. La mala pensión que le dejó Caracol no cubre todos los gastos. Así que a sus casi 80 años sigue trabajando: ameniza fiestas y reuniones familiares y empresariales, dicta charlas, manda mensajes por redes sociales, canta, toca instrumentos, baila, escribe, compone y todo lo anterior lo hace contando chistes. Y trabajo no le falta.
Hace 15 días lanzó un libro que se llama ‘Álvaro Lemmon, el arte de ser humor’. Por estos días está caminándose el Magdalena promocionando la publicación. El primer lugar que visitó fue su natal Plato, un pequeño municipio pobre situado en el occidente del departamento, justo en la ladera del río Magdalena. Allí le compraron varios ejemplares. El argumento del libro es su biografía, pero deliberadamente decidió dejar por fuera su salida de Sábados Felices, el programa de humor al que le dedicó 46 años de vida.
El hombre Caimán se incomoda un poco cuando se le pregunta por Sábados Felices. Dice entre risas que su esposa —su tercer matrimonio— con quien lleva 30 años de casado, no lo deja hablar del tema. Lo cierto es que tiene puesta una demanda laboral contra Caracol Televisión. La demanda la lleva el abogado Federico Abello, de un bufete bogotano.
En Caracol Tv trabajó durante 46 años. Se convirtió rápidamente en una de las estrellas principales del programa de humor más viejo de la televisión colombiana. Era actor, cuentachistes y libretista. Lo sacaron hace año y medio. Lo único que confirmó fue que después de casi cinco décadas de trabajo solo le dieron nueve millones de pesos como indemnización. Una cifra nada justa. Pero la pelea que tiene cazada con Caracol por varios cientos de millones no la quiere convertir en uno de sus shows. Por eso no responde más preguntas y embolata el momento con otro de sus chistes que son lo que realmente le han dado de comer durante toda su carrera artística.
A los nueve años Álvaro Lemmon Ballestas empezó a trabajar con la orquesta del pueblo llamada Saumeth y sus Plateños. A los 10 ya era la voz principal y empezaba a ganarse algunos pesos que gastaba principalmente cubriendo necesidades que había en su humilde casa, donde vivía con su madre Silvia Ballestas y sus 9 hermanos en la calurosa población magdalenense. Su padre abandonó la familia cuando él tenía tres años.
Después de integrar varias orquestas de la Costa, donde no tuvo mucho éxito, a los 22 años llegó a Bogotá con una guitarra bajo el brazo. Empezó a frecuentar lugares donde podría cobrar por cantar. Fue allí donde conoció a los humoristas Óscar Meléndez, Jaime ‘el flaco’ Agudelo y Carlos ‘el mocho’ Sánchez, quienes lo llevaron a Sábados Felices luego de compartir con ellos algunas tardes de tertulia y mucho humor.
Álvaro Lemmon duró 53 años en Bogotá. Cuando lo sacaron sin mayores explicaciones de Sábados Felices armaron maletas con Alexandra y sus dos últimos hijos de 25 y 19 años y aterrizaron en Santa Marta, donde los agarró la pandemia del Covid-19 y donde ya se establecieron.
Al hombre caimán no le hace falta nada. Así lo dice. “No me estoy muriendo de hambre como lo mencionan por ahí. Trabajo en lo mío, en lo que sé hacer y en lo que me gusta. Y gracias a Dios tengo harto trabajo”. Reitera con orgullo que está vigente porque los colombianos lo quieren y dice que mientras ese cariño esté presente él va a estar tan “cheverongo” como hasta ahora y que habrá ‘hombre caimán’ para rato.