La desaparición y posible secuestro de la periodista española Salud Hernández ha despertado todo tipo de reacciones nacionales e internacionales. De hecho, una nota ciudadana ya publicada en este portal demuestra inconformismo por “la posición de mucha gente de izquierda”, aludiendo a las reacciones de burla o mofa que se han manifestado en las distintas redes sociales. Si bien es cierto que este tipo de acciones no aportan a la construcción de la paz que tanto ha costado la aceptación de ciertos sectores (políticos y económicos principalmente), también es cierto que este hecho genera un “no me alegro pero me da un fresquito” de quienes a esta señora a perturbado con sus columnas y opiniones que destilan fascismo y odio en cada palabra, no pierde oportunidad para despotricar y deslegitimar el proceso de paz llevado en La Habana, esa paz que ponen como escusa para rechazar su desaparición pero a la que ella no le dedica ni un solo renglón en su trabajo periodístico.
Hace exactamente un año Hernández publicó una columna sobre el campesinado del Catatumbo, una región abandonada por toda política del Estado excepto por el militarismo y sus acciones violentas en contra de la población, la misma región donde inició el histórico paro agrario del 2013, en el que el Catatumbo resistió 53 días en las carreteras con palos y piedras ante granadas de aturdimiento, granadas de gas, bolillos y balas, si balas, porque por heridas con arma de fuego murieron cuatro campesinos en ese paro. Pero este ejemplo de organización y protesta social cayó muy mal en la extrema derecha, la periodista española en un acto irresponsable señaló al campesinado de la Asociación Campesina del Catatumbo (ASCAMCAT) de ser los “pupilos de Timochenko”, como si exigir sus derechos fundamentales y políticas incluyentes del gobierno colombiano fuera un delito, como si los hijos de los asesinados, desaparecidos y despojados de tantos años de violencia no tuvieran el derecho legítimo de reclamar lo que la guerra les ha arrebatado, además de la estigmatización constante con la que se refiere a las zonas de reserva de campesina como zonas de la guerrilla y el narcotráfico, desconociendo por completo la apuesta del campesinado por una seguridad alimentaría y de protección de recursos naturales para contrarrestar el abandono y la miseria al que han sometido al campo colombiano.
No es de celebrar lo que esta viviendo Salud Hernández, pero seguro que esta experiencia le mostrará otro ángulo, otra versión, otra fuente, eso que buscamos y valoramos tanto los periodistas para enriquecer nuestros reportes, ¡claro! si seguimos nuestra ética profesional. Siendo consecuente con mi rechazo a la censura o represaría al ejercicio de informar, desde la zona de reserva campesina del valle del río Cimitarra espero el pronto regreso de la periodista, que respeten su vida y pueda volver a reunirse con quienes la esperan, pero también espero que algo pase dentro de ella, que esta realidad que hoy la toca de manera tan personal le permitan entender otras versiones, otras verdades, otros contextos.
