Que el ejército Colombiano está formado en su mayoría por jovencitos que son excluidos continuamente de los procesos educativos y productivos del país, pero por esas cosas de la vida si tienen cabida perfecta en la guerra; donde corren el peligro de morir como ”héroes” o de convertirse en exitosos asesinos a sueldo recompensados por cada litro de sangre, es una realidad indefendible. Que los que no prestan el servicio militar en su mayoría es porque tienen los recursos y contactos dentro y fuera del ejército a lo que le falta poco para ser un proceso formalizado de evasión, es otra realidad que no soporta una leve defensa. Y en este punto donde todo parece inobjetable quisiera hacer una propuesta de continuar con el servicio militar, reformarlo y convertir gran parte de él, en un servicio campesino, no de convertir a los campesinos en soldados como ocurre actualmente, si no de convertir al soldado en campesino. Uno de los grandes problemas del campo es la longevidad de la mano de obra, los jóvenes se van a las ciudades tras el espejismo del progreso, o a la guerra, a sembrar olvido y sangre.
Por qué no reformar ese servicio y enseñarles a cultivar la tierra, a valorar a ese que produce alimento, que cuida nuestros recursos, para que deje de verlo como un guerrillero, para que comprenda realmente a quien debe defender, que se quede nuestro joven 6 meses con una familia campesina ayudando a sacar al campo del atolladero de corrupción, despojo e inviabilidad, aprendiendo la humildad, la generosidad y el trabajo duro que ennoblece, regresándolo a la sociedad civil como un hombre que sabe tratar nuestro suelo, nuestros animales y nuestras costumbres; ofrecerle capacitación para que jalone esa competitividad que nos quedaron debiendo los expertos del gobierno, los mejores ministros de agricultura y de hacienda, los de la retórica ornamentada y vacía.
Dr. Ivan Cepeda, en el Magdalena seríamos infinitamente felices si ese ejército que viene continuamente a amenazarnos con el desalojo de las tierras, que fueron nuestras antes del desplazamiento, un día no llegara con los fusiles y granadas que no aparecieron cuando la violencia nos arrojó a las ciudades, si no que llegara con machetes, picos, palas, sombreros vueltiaos y semillas, que vinieran a construir sistemas de riego y no trincheras, bebederos y no garitas, futuros y no cementerios.
Quizá los Magdalenenses tenemos ese problema de soñar aun cobijados con el miedo, pero es mi humilde propuesta. Sé que usted está promoviendo una reforma con alternativas sociales para el servicio, incluya si es posible algo que realmente proteja al campo, un abrazo.