La consulta médica va llegando a su fin y el paciente pregunta: ¿doctor, entonces que es lo que tengo?, el médico contesta “señor, usted tiene lumbago” y a continuación prescribe un analgésico o un antiinflamatorio. Otro craso error. Digo otro ya que en artículos previos he tomado esta palabra para significar los más frecuentes problemas en la actual práctica médica. Al contestar "lumbago" el médico solo está afirmando lo que el paciente ya sabe y por lo cual consultó, tiene dolor en la parte baja de la espalda. No es, afirmo categóricamente, un diagnóstico, es solo la expresión del síntoma, de la molestia que perturba en este momento la vida del paciente.
Otro tanto ocurre con diagnósticos como: tortícolis, gastritis, colitis e incluso infarto, todos son solo manifestaciones físicas del compromiso de los órganos del cuerpo, mas no son la enfermedad en el sentido estricto de la palabra. El infarto, aunque deja una lesión del corazón se produce por ateroesclerosis, lo cual implica una alteración de los lípidos que compromete las arterias del mismo; gastritis y colitis son inflamación de la membrana que recubre estómago y colon, pero su causa es una bacteria o malos hábitos alimenticios; tortícolis es el espasmo e inflamación de músculos del cuello, cuya causa puede ser artrosis cervical, ansiedad u otros.
Lo maluco, (término paisa, creo, ya que mi padre lo decía para referirse a algo que está mal) es que hacer estas afirmaciones, correctas en sí mismas, pero alejadas de la etiología que las produce, lleva a tratamientos sintomáticos o sea solo a aliviar la molestia, el dolor, y no a manejar las causas del mismo. Acabamos dando analgésicos a diestra y siniestra, sin corregir el error fisiológico y anatómico, cuando ello se pueda. Si el síntoma se alivia quedamos tranquilos ya que podemos continuar con nuestra rutina cotidiana, sin ser conscientes que la enfermedad continúa su curso, avanza dentro del cuerpo. Solo hemos acallado la voz que posee el cuerpo para alertarnos. Voz llamada molestia, síntoma, signo, malestar.
La publicidad de medicamentos, en letra menuda avisa que: "si los síntomas continúan, consulte a su médico", esto está bien, si queremos solo eliminar el malestar, sin poner atención a lo que nos corroe al interior.
Calmar el cólico, trancar la diarrea, evitar el vértigo, minimizar el cansancio, ocultar el dolor, son situaciones necesarias ya que nadie quiere sentirse mal. Pero curar la enfermedad es otra historia, una historia que requiere profundizar en el cuerpo en su anatomía, fisiología, genética, así como en la mente y en las emociones, sin dejar de lado el medio ambiente y la espiritualidad.
Curar la enfermedad requiere una revisión exhaustiva de los hábitos de vida que son en gran parte los responsables de que caigamos enfermos. Un ejemplo sencillo, la depresión no tratada, crónica conduce a baja en las defensas, el sistema inmunitario se compromete y por tanto su capacidad de eliminar los virus disminuye ostensiblemente. Las gripas a repetición no se hacen esperar. A riesgo de volverme cansón repito, puedo tomarme el descongestionante pues "ya pasará", pero la causa profunda, la depresión que prepara el terreno inmunitario, continúa sin resolverse, hasta que alguien nos alerte, nos llame la atención y seamos capaces de reconocer la relación mente-cuerpo y adentrarnos en este mundo.
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