Héctor Coronel, uno de los hombres de confianza del Chapo Guzmán, vivía en Cali cuando fue capturado por la Dijin en abril del 2013. El nacido en Culiacán (Sinaloa) era conocido como Ricón por sus lujos y goce, especialmente con las caleñas desde su llegada tres años atrás. Sin embargo, no estaba allí solo para rumbear, sino para cumplir con tareas de alto riesgo. Desde ahí viajaba a Buenaventura y se internaba también en lo más profundo del Cauca y Nariño para supervisar los laboratorios más rentables de coca de Colombia. De ahí provenía lo que le proveía a su jefe, el Chapo Guzmán. Sus contactos debían ser personales y de ahí sus largas caminadas hasta encontrarse con Rambo, comandante de la Columna Daniel Aldana, y con Martín Leonel Pérez Castro, alias Richard, comandante del Bloque 30 de las Farc, del Bloque Occidental. También mantenía negocios con alias el Tío, jefe del Bloque Suroccidental del Eln.
Ricón no era el único de los narcos mexicanos duros que le hacía viaje a alias Richard a lo profundo del Cauca. En el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón de Cali aterrizaban en vuelos comerciales emisarios del Chapo que tomaban carros expresos rumbo a Buenaventura para continuar en lancha hacia López de Micay, donde se reunían los lugartenientes de alias Richard encargados de conducir a los narcos hasta su campamento. Ahí no solo se traficaba droga. El Cartel de Sinaloa se iba con rockets, granadas, lanzagranadas y hasta misiles antitanque a cambio de coca. Así, alias Richard se convirtió en uno de los poderosos comandantes narcos de las Farc, cuya presencia en la organización guerrillera pasó a convertirse en un verdadero estorbo.
Richard entró a las Farc en el 2002 de la mano de Neptalí Umensa, alias Mincho, entonces comandante del Frente 30 de las Farc que atemorizó al noroccidente del Cauca y quien fue el responsable directo del secuestro de los diputados del Valle. Richard se abrió espacio gracias a los contactos que tenía con narcos medios del Valle del Cauca. En Rio Frio, Trujillo, Calima y Dagua, el pueblo en donde nació hace 46 años, tejió una red de apoyo para consolidar un emporio de laboratorios de cocaína que se extendería hasta el occidente caucano: Timbiquí, López de Micay y Guapi. Además, se volvió diestro a la hora de armar botes y trazar caminos para burlar a la fuerza pública, todo para transportar la droga a puerto seguro. Los compradores estaban firmes: narcos mexicanos, con el cartel de Sinaloa a la cabeza.
Con una producción de 40 toneladas de cocaína al mes, el Frente 30 le aportó en el año 2007 a las Farc el 60% del dinero con el que se mantenía el Bloque Occidental. La guerra cada día costaba más y Richard le garantizó los ingresos al bloque aun después de la muerte de Mincho en un bombardeo del ejército en el 2011. Tomó las riendas de la producción de los frentes 5, 18,34, 36, 57 y 58, de modo tal que el pacífico colombiano producía el 75% de la coca que se comercializaba en los Estados Unidos.
Con el poder en la cabeza, alias Richard tomó definitivamente el camino de narco, abandonando cualquier militancia guerrillera. Chanchito y el Evangélico se convirtieron en sus lugartenientes inseparables. De hecho, cuando en el 2012 comenzaron los diálogos de paz con el gobierno Santos su destino estaba jugado con los carteles de la droga y no con la tropa guerrillera. El alto Naya era su escenario. La transformación fue evidente: el camuflado lo reemplazó por una indumentaria completa de Adidas relojes de $50 millones de pesos, cadenas en forma de serpientes, manoplas de oro, anillos de diamantes, celebraciones pantagruélicas con cantantes de música popular y mujeres. Muchas mujeres. Por esto cayó.
Fueron dos los años de ostentación y derroche. Su señuelo fue una joven de 28 años con quien se encontró en su finca de Alcalá, en el Norte del Valle. La Dijin lo cercó en la noche del domingo 13 de julio del 2014: vestía solo unos shorts y lo cuidaban cuatro guardaespaldas. No se disparó un solo tiro. Tenía dos camionetas Toyota Fortuner y FJ, tres cuatrimotos y $1.670 millones de pesos en efectivo. En el proceso de extinción de dominio se le encontraron 67 bienes que iban desde empresas hasta haciendas. Además, tenía 6 casas y 32 fincas, repartidas en los municipios de Morelia, Doncello, San Vicente y Puerto Rico. También, poseía 1 apartamento, 8 camionetas y 18 cuentas de ahorro.
Ahora Richard intenta ampararse en el proceso de paz, a sabiendas de que desde el 2014 perdió contacto con todos los mandos guerrilleros y quedó a su suerte como narcotraficante proveedor del Cartel de Sinaloa y los herederos del Chapo Guzmán. Por cuenta de su pasado, 12 años en la organización, su defensa consiguió su libertad el 27 de diciembre de 2017. Ahora aspira a ser aceptado en la Justicia Especial y evitar así su extradición.