A contados meses para que se lleve a cabo las elecciones presidenciales en Colombia, la sociedad aún no tiene claridad a quien apoyar decididamente. La vulnerabilidad electoral es significativa y preocupante, poniendo en riesgo los últimos rezagos de democracia que quedan en este país. Como nunca, la cantidad de candidatos también ha contribuido para que la ciudadanía promueva mayor opinión y tenga más opciones al momento de escoger.
Por fuerza mayor varios candidatos a la presidencia de la República salieron a las calles como única opción para poder candidatearse, otro tanto, para evadir la intensa crítica popular por corrupción de sus partidos. La Registraduría del Estado Civil, ha expresado que de once inscritos por firmas, ocho aprobaron. Ha dicho también que casi el 50% del total de las firmas fueron anuladas por distintos motivos, siendo el más perjudicado el aspirante, Germán Vargas Lleras; de ahí que se puede deducir el poco interés de muchos firmantes y estrategias irresponsables de quienes coordinaban estas firmatones.
El tiempo apremia, por lo que los interesados en llegar a la Casa de Nariño agotan sus esfuerzos y astucias para imponerse en la recta final, que ha propósito, cada vez genera mayor expectativa en el mundo electoral. Entre las estrategias están las ‘alianzas programáticas’, que no es más que una forma desesperada para agrupar gente y fortalecer una candidatura, contrario al verdadero sentir de la política. Hay que anotar que la mayoría de candidatos provienen de los mismos partidos, solo que su interés por aspirar a la primera magistratura del Estado, rompió toldas y procedieron como independientes, mejor dicho, una farsa.
En este camino a la gran jefatura se ha mirado todo tipo de acciones que en muchas ocasiones ponen al constituyente primario a dudar de sus propias convicciones. Lo cierto del asunto es que en este menester se vislumbran dos orillas político-electorales, la una que ratifica lo establecido por la élite que ha gobernado desde el inicio de la época republicana, y la otra, una propuesta de renovación estructural del Estado.
La ciudadanía tiene la opción de escoger entre el continuismo o una propuesta restauradora. No puede haber alianza programática entre candidatos que piensen igual de la economía y administración del país, eso simplemente se interpreta como una coyuntura pasajera para lograr un objetivo. En ningún momento puede catalogarse como programática una actitud improvisada como la que intenta realizar el Centro Democrático con diezmados seguidores del expresidente Andrés Pastrana u Ordoñez. Y así con otros frentes de la aseda política nacional.
La obsesión de los aspirantes transforma su propia paciencia en diabólicos impulsos que les enceguece y abre camino a pactos sorprendentes, soportados en la angustia y afán por posicionarse en las mentes de la masa. Este acápite del proceso permitirá que los colombianos decanten su inclinación a medida que el tiempo transcurra. Claro está que el convencionalismo político-electoral tiembla más que antes, por la sencilla razón que movimientos alternativos fundamentados en el sentir de la gente, toman fuerza, sorprendiendo hasta sus mismos protagonistas.
Será importante la elección del nuevo congreso, porque afinará las discusiones y empezará a juntar las fuerzas oscuras del caciquismo tradicional. Hecho que servirá para enrutar con mayor decisión las voluntades de la gente harta de gobiernos empresariales y oligarcas. Sin embargo, es determinante la primera vuelta de las presidenciales, entendiendo que en la segunda, terminarán de ‘pelar’ el cobre los ‘dueños’ del establecimiento. Será una radiografía del profundo pensamiento de los que hasta la fecha profesan el cambio en beneficio del pueblo.
El cuento de las alianzas programáticas es otra estrategia de los caudillos de ‘paño inglés’, cuya finalidad además de exponer su ego, es el alineamiento de legiones electorales indefinidas. No será raro en los últimos días mirar al diablo entregando ostias y los hipnotizados sufragantes en fila india defendiendo a sus opresores. Nunca en la historia electoral de Colombia, los inconformes habían estado tan cerca de llegar al poder como lo están ahora. La tendencia por donde se le mire es derrotar a los enraizados elitistas de siempre. La decepción de los colombianos es tan grande que posiblemente le alcanzará para arrebatarles la torta a los patrones y por supuesto que la alianza programática será la de las comunidades abandonadas con fuerza de transformación.