Negarse a que Colombia sea un país inviable
Las falsas economías estallan. Y vivimos en burbujas especulativas desde hace cuarenta años. Las importaciones han crecido exponencialmente desde el tratado de libre comercio firmado hace diez años: tenemos el mejor café del mundo, pero tomamos café de Vietnam. Y comemos manzanas chilenas, naranjas españolas o californianas. Importamos cebada, trigo y malta para la cerveza.
Tenemos la cultura del todo a mil, en almacenes gigantes, que no pagan seguridad social y explotan la miseria de los empleados.
Los madrugones de San Victorino y Paloquemao, ahora están por todo el país. Los zapatos chinos a diez mil pesos, las camisetas a tres mil. Contrabando y lavado de dinero bañado en sangre del narcotráfico, legalizado en los “sanandresitos”.
Todo lo que venimos diciendo los progresistas, los independientes, los mamertos, los comunistas, los librepensadores, los humanistas, desde hace veinticinco años, era cierto: la tragedia anunciada con la apertura económica de Gaviria, con la firma de nefastos TLC con USA, luego con la unión europea y con Corea del Sur. El pez grande se comió al chico, ley inexorable del neoliberalismo.
Este neoliberalismo salvaje acabó los negocios con los países vecinos, con economías del tamaño de la nuestra, con los que deberíamos fortalecer lazos de amistad y el comercio, siendo países hermanos.
De manera ruin, asoló el comercio con Ecuador, con Argentina, que nos compraban todo lo que exportábamos. Y especialmente con Venezuela…para aumentar el miedo al castrochavismo, al fantasma del comunismo.
La verdad es que hoy quedan cientos de miles de saltimbanquis, vendedores de cordones, de Marlboro, de encendedores, de estampitas de la virgen, de moringa, de dulces, plantados en los semáforos y… mil ricos.
Cuatro décadas de falsa riqueza. El campesinado desplazado por los mafiosos, duerme bajo los puentes y aumentan los cinturones de miseria en las capitales. Los despojaron de su agricultura y tenemos 20 % de desempleo en la actualidad. No es por la pandemia…
¿Hay posibilidad de salir adelante? Claro. Pensando en toda la gente, no en cien familias de siempre. Hay que dar dinero, una renta básica, para que tengamos capacidad de comprar las cosas necesarias e imprescindibles: comida, servicios, esparcimiento.
Es con subsidio donde se pueda generar el empleo, en las pequeñas y medianas industrias, para que se fortalezcan y generen bienestar y desarrollo.
Y en aquellas grandes empresas que entren en la cultura de lo ecológico, del reciclaje, de la sana competencia. No solo salvar Avianca. Ni se puede subsidiar a los banqueros, con dineros públicos, dejando inerme al pequeño comerciante, al empresario humilde.
El reemplazo progresivo del petróleo y el carbón por energías como la eólica, la volcánica, la solar. Tenemos a raudales y el sol dura otros cinco mil millones de años…
¿Y con qué? Del recaudo de impuestos de verdad a los más ricos; anular las exenciones tributarias. Redistribuir la riqueza hacia el mediano y pequeño empresario, hacia el trabajador, hacia el hogar. Y acabar la inequidad vergonzosa y humillante.
Lo hicieron los gringos en el crack del 29. Y Alemania con la caída del Muro de Berlín. Fueron solidarios con sus hermanos, aprendieron de sus errores. Y no los vuelven a cometer. Este año destinaron el 60 % del PIB, para garantizar funcionamiento y salarios en medianas y pequeñas empresas. Y también salvaron a Lufthansa.
Reconstruir la economía con inversiones públicas eficientes, sin corrupción, llegando a las regiones más vulnerables, que lleve dinero a miles de trabajadores.
Prosperidad, respetando el medio ambiente, frenando el cambio climático. Fibra óptica y paneles solares para casas, hospitales, fábricas que tengan electricidad casi regalada. Lo mismo en colegios y universidades. Calidad de vida, con iguales ingresos, bajan los gastos.
Modernizar y optimizar el transporte: electrificar los transmilenios y similares; reactivar trenes de carga y pasajeros; metros bien hechos y tranvías; recuperar la navegabilidad del río grande de Magdalena para pasajeros y mercancías. No sólo autopistas 4G para cinco empresarios…
Así, con una nueva forma de pensar, solidaria y eficiente, el endeudamiento externo sería posible. Nuevas condiciones que no destruyan la naturaleza, con crecimiento sostenido de los ingresos de la nación que se reviertan de manera equitativa.
Educación de alta calidad, gratuita, hará el trabajo más productivo, generador de riqueza y prosperidad. Para todos, no para unos pocos. Y cero inversiones en guerra. El cese de la muerte entre pobres, pues los ricos nunca van a la guerra…
Esta reestructuración económica asusta al innombrable y a la clase dominante que no paga impuestos, sino migajas. Se creen de sangre azul y por designio divino, con derecho para oprimirnos; a los peones y a las sirvientas como llaman despectivamente a los menos favorecidos.
Porque la solidaridad es dizque un atentado a la propiedad privada, como si las pequeñas y medianas empresas, que se pretenden defender, no fueran propiedad privada con libre iniciativa.
Sueño con Finlandia, Suecia, Noruega, donde cierran cárceles —por ausencia de delincuentes— y se adecúan universidades, colegios, guarderías infantiles, centros de salud o escenarios deportivos y de esparcimiento.
Con un país donde se respete la libertad de pensamiento, de cultos, la diversidad sexual. Donde florezcan las artes y la cultura, se tenga derecho a una pensión de vejez. Donde no muera nadie de hambre, ni se tenga odio o pavor a la policía.
No más asesinatos extrajudiciales; ni expresidentes con cientos de investigaciones por delitos inconfesables; basta de gamonales presos y mandando asesinar opositores políticos desde sus cárceles; no más alcaldes y gobernadores electos estando en prisión. No más campañas políticas con narcotraficante de cabecera.