A propósito de la nota de la señora Gloria Gaitán Jaramillo sobre el 24 aniversario de la muerte del doctor Eduardo Umaña Mendoza, me tomo la libertad de cometer este breve y modesto escrito basado en recuerdos directos sobre durante los duros años setenta en Bogotá.
Conocí personalmente al doctor Eduardo Umaña en aquellos años siendo yo un estudiante universitario porque mi relación con algunos activistas estudiantiles me llevó a eso. Por aquellos años el doctor Umaña no solo defendía presos políticos y sindicalistas, sino a estudiantes que sufrían algún tipo de represión debido a su accionar político. En una ocasión acompañé a su oficina a algunos que querían agradecerle haberlos sacado de la Estación Cien de Policía debido a su captura en una protesta, antes de que los remitieran a la Cárcel Distrital; pero eso es anécdota. A lo que quiero referirme es a algunos detalles accesorios, pero significativos ligados a su asesinato.
En 1998, año de su muerte, ya habían pasado muchos años de haberme venido de Bogotá. Vivía entonces en algún lugar del Caribe cuando el 21 de abril de ese año transmitieron la noticia del crimen. Yo estaba viendo el noticiero y el corazón me dio un vuelco. No voy a hablar de lo que pensé y sentí entonces. Me referiré a unos pocos rasgos de contexto.
El director de la Unidad Nacional de Protección en 1998 había sido "líder" estudiantil y conoció también al doctor Umaña; sabía muy bien quién era y lo que significaba. Este señor había pertenecido a un grupúsculo de poca monta conocido como "Comandos socialistas". No se me olvida que cuando las cosas comenzaban a ponerse difíciles, el entonces estudiante universitario, advenido después a director de la UNP, era de los primeros en desaparecer de la Universidad Libre.
A pesar de las amenazas de muerte que ya existían entonces contra él, el doctor Umaña nunca tuvo esquema de seguridad, o se lo quitaron poco antes del crimen. Recuerdo muy bien que perteneció a un hoy olvidado grupo de abogados que por aquellos años se dedicaba al difícil oficio de defender presos políticos, sindicalistas, y activistas estudiantiles, como fue el caso de los doctores Alberto Alava Montenegro, y Cipagauta Galvis (he olvidado su nombre). Ambos asesinados también. Durante algún tiempo consideré que sus muertes marcaron el inicio de la mal llamada "guerra sucia" en Colombia. Mal llamada porque no existen las guerras limpias.
Lo que más recuerdo del noticiero de aquella nefasta noche fueron las palabras del hermano de Eduardo Umaña cuando en pleno funeral un periodista le preguntó algo sobre el homicidio. "Este es un país de mierda... Este es un país de mierda", fue todo lo que dijo.
A pesar del poco tiempo que duró mi fugaz relación con el doctor Umaña, siempre asociada a situaciones como las que describí al comienzo, fue suficiente para decir que ha sido una las mejores, más íntegras, mejores personas y uno de los caballeros más respetables que jamás conocí.