Llámense así aquellos que se creen mejores porque han conseguido escalar algunas posiciones sociales. Hoy por hoy, no hay un solo peso, dólar, euro, marco, yen, yuang, rublo, lira o franco, que no estén impregnados de sangre.
No es sino escarbar en el pasado de hombres como Ford, Rockefeller, Carnegie, Rothschild o Trump, para saber que todos han vivido, trabajado e incluso gobernado, abusando del poder político y económico.
Y en su pasado reciente o lejano hubo vagabundas, piratas, traficantes y mercaderes inescrupulosos, cundidos de vicios y pocas virtudes.
No existen clanes perfectos, pulcros, castos, virginales hasta el matrimonio ni fieles hasta la muerte. Somos mezcla de defectos, vergüenzas y algunas virtudes. De allí la avaricia, la codicia, la capacidad depredadora nuestras, que está a punto de extinguir la vida del planeta.
En Colombia la “gente de bien” no se untaba de pueblo, no se mezclaba con la plebe, se casaban entre primos para no perder la pureza de la sangre azul, cuando la mezcla genética garantiza disminuir posibilidades de heredar taras "inconfesables e impresentables" para nuestra rancia, hipócrita, delictiva y casquivana oligarquía.
Por eso en Buga (Valle del Cauca) en cada casa "hay una mujer bonita, un solar frondoso y un bobo amarrado al papayo" (que lo prestan para las fiestas).
Todas las familias tienen obreros, profesionales, intelectuales, artistas, deportistas. E igualmente ignorantes, asalariados, sirvientes y criminales. Detrás de toda fortuna se esconden crímenes inconfesables. Entonces ¿a qué vanagloriarse? ¿De dónde las ínfulas de grandeza y superioridad, plagados de badulaques, ineptos y delincuentes?
¿Ufanarse si descienden de analfabetas, ladrones o un cuidandero de puercos convertido en amo y señor del Perú? ¿Si hay cortesanas y filibusteros en su ibérica y aristocrática ascendencia?
¿Si su prestigio y fortuna provienen del despojo a los nativos durante la conquista española y el esclavismo por trescientos años?
Pudiéramos seguir recordando cientos de delitos y antecedentes vergonzosos sobre el pasado de todos y cada uno de los ilustres mandatarios. De una oligarquía hipócrita, ruin y miserable que los ha elegido y auspiciado.
Pero lo pasado quedó atrás, sólo queda buscar una mejor suerte, disminuir brechas abismales entre cincuenta mil muy ricos y treinta millones de pobres. Parece que el candidato Gustavo Petro, un hombre que se rebeló contra la injustica, será el próximo presidente de Colombia. El exguerrillero, crítico acérrimo de la política de extrema derecha en el senado y en todos los ámbitos.
Y parece que lo será, pese a todos los arribistas, arrogantes y mezquinos oponentes que le calumnian y tratan de desprestigiar a toda costa, porque dizque va a acabar con el país, cuando los únicos responsables del atraso, desigualdad y pobreza en que nos debatimos han sido ellos, los poco prístinos representantes de la clase política tradicional.
¡Criticando la paja en ojo ajeno sin ver las vigas en los propios!
