¿Puede una persona dedicada a la prostitución o al cine para adultos ser violada? La única respuesta acertada a esta pregunta es sí, sin embargo, esto no es lo que piensa un gran número de personas que, como lo mostró la columna “La culpa es de la puta” publicada en este espacio, consideraban que si alguien está dedicado a la prostitución puede ser víctima de todos los vejámenes habidos y por haber, sin que eso se vea como un delito.
Los hechos más recientes son por todos conocidos, una mujer dedicada a la prostitución afirma haber sido agredida sexualmente por 6 jugadores del Santa Fe. Los jugadores no dan la cara, los directivos del equipo le restan importancia al hecho, diciendo que si algo sucedió no tiene que ver con el equipo, sino que son hechos aislados de los jugadores. Por su parte, muchos ciudadanos han publicado en sus redes y comentado en la prensa que no es posible violar a una prostituta, pues para eso es que está; que lo que ella quiere es aprovecharse de los jugadores, seguro para conseguir fama y fortuna, etc. Tales reacciones nos muestran la vulnerabilidad de muchas personas (mujeres en un gran número, aunque no de forma exclusiva) que, por su trabajo son convertidas en subhumanos, sujetos de quienes se puede disponer como si fuesen objetos.
Hace más o menos dos años algo similar sucedió, una actriz de cine para adultos, conocida como Stoya, afirmó haber sido violada por su expareja, James Deen, quien se dedicaba también a la industria del porno. Ella narra que él tuvo relaciones con ella sin su consentimiento, pues a pesar de haber dicho que NO en diferentes momentos él simplemente continuó hasta estar satisfecho. Cuando la actriz denunció el hecho en su cuenta de Twitter, recibió la solidaridad de muchos, a pesar de ello, otros cuestionaban el hecho narrado por la actriz, preguntándose si era posible violar a una estrella porno. El argumento usado por quienes ponían en duda el relato de la actriz era, tal como puede verse en este artículo de la revista Fucsia (http://www.fucsia.co/personajes/internacionales/articulo/actriz-porno-stoya-denuncia-su-expareja-james-deen-por-abuso-sexual/68643), el tipo de transacción comercial que se realizaba en este trabajo. Sexo a cambio de dinero.
A la denuncia de Stoya contra Deen le siguieron otras 6, en las que, mujeres que también estaban dedicadas a este oficio, afirmaban que Deen había abusado sexualmente de ellas. Todos sus relatos son igualmente dramáticos, sin embargo, hubo uno que me llamó particularmente la atención, pues el ataque del que fue víctima esta mujer se había producido durante la realización de una película. Ella había puesto unas condiciones para el rodaje, entre las cuales incluía que no realizaría escenas de sexo anal, pero Deen hizo caso omiso de esto y después de haber limitado su movimiento penetró su ano. Después de lo cual, los compañeros de rodaje no le dieron importancia a la agresión, los realizadores de la película felicitaron al actor por “haber conseguido una escena de sexo anal por el precio de una normal”. Por su parte, cuando ella se quejó con su agente, este le dijo que, ya que Deen era alguien tan importante en la industria del porno, ella debería sentirse honrada de que él mostrara tanto interés (https://www.vice.com/es_co/article/pp93q8/james-deen-acusado-de-violacin-y-agresiones-por-seis-mujeres-006).
¿Cómo es posible ver que en los casos arriba descritos se asume que una persona que tiene sexo por dinero no puede poner límites en su trabajo? Es decir, que debe estar dispuesta a todo lo que le proponga el que pague. Tal situación resulta inaudita, pues la prostitución o la pornografía, como cualquier otro campo de trabajo debe ejercerse bajo unas condiciones que garanticen la seguridad y los derechos de los trabajadores.
Es posible que en casos como estos el problema no sea la ley, pues las agresiones sexuales son catalogadas como delitos, a pesar de ello, los marcos mentales que condicionan los modos de actuar de una sociedad no son, necesariamente, coherentes con las leyes relacionadas con la violencia sexual. Es decir, si bien en el campo del derecho se producen una serie de mecanismos para proteger a hombres y mujeres de abusos sexuales, nuestras conductas y nuestra forma de pensar crean una serie de espacios de deshumanización, como sucede con los trabajos relacionados con la industria del sexo, en los cuales las personas pueden ser agredidas sin que ello se considere delito.