Si bien es cierto que, en cuestiones de gusto y apreciación estética existe un mundo casi infinito de opiniones y de tendencias; también lo es, el hecho de que estudios recientes vienen marcando una tendencia de respaldo a una tesis que plantea que el gusto, la preferencia o la inclinación por tal o cual clase de música tiene relación con el contexto cultural en que crecen las personas.
Palabras más, palabras menos, autores como Arriaga, Cabedo, Riaño y Berbel1 afirman que existen investigaciones que analizan cómo se forma el gusto musical y cómo estos gustos pueden surgir o cambiar durante la infancia; que estarían confirmando los planteamientos de Josh Mac Dermott publicados en la revista Nature2 según los cuales; la cultura influye en cómo percibimos el sonido, ya que el cerebro es adaptable y se ajusta a su entorno, es decir; el gusto musical es resultado de la interacción entre el individuo y su contexto.
Todo lo anterior, para reconfirmar lo que se ha sabido desde hace tiempo atrás, en torno a que algunos comportamientos, actitudes y gustos de los niños, niñas y adolescentes en la actualidad, fueron recibidos de unos padres y madres, quienes, a su vez, fueron formados por patrones culturales adquiridos en sus hogares de infancia hace más o menos cincuenta años.
Esos patrones culturales de los flamantes abuelos (as) y madres (padres) de hoy, tristemente coinciden con un periodo particular de la historia reciente de Colombia, en el que la llamada contra cultura traqueta3 se había posicionado como un nuevo hito fundacional de la sociedad colombiana, que consolidó, en palabras de Rincón (2019)4; una serie de gustos que se consideran representativos del “espíritu colombiano”; entre los que se incluyen los automóviles lujosos, la propiedad rural inoficiosa, el gusto por los caballos, la arquitectura llamativa, la música estruendosa, las tendencias exóticas y la tecnología ostentosa; toda una contra cultura en la que, incluso, el expresidente Álvaro Uribe llegó a afirmar que leer y ver cine eran actividades propias de la burguesía bogotana.
Esperar que dos generaciones colombianas a las que, mediante las novelas, la música, la moda, la política, la religión y hasta las relaciones sociales, se les ha enseñado que los comportamientos y gustos impuestos por la narco-cultura son lo normal; pudieran criar unos milenials y unos centenials con una mínima inclinación por la lectura o por oír algo diferente, medianamente elaborado; pues resultaba bastante pretencioso, cuando no, inocentón.
Este contexto cultural es en el que fueron criados los pequeños Karol G, Feid, J Balvin, Maluma, Blessd, Ryan Castro y DFZM; unos niños y niñas a quienes posiblemente y, hasta sin querer queriendo, se les enseñó que para poder sobresalir en una sociedad patriarcal, individualista, rezandera y excluyente como la de los abuelitos fundadores del gran Antioquia, había que parecerse a los exitosos empresarios de riesgo que sí hicieron platica rápido y que, como lo pregonó el mesías paisa, no perdieron tiempo estudiando; sino resolviendo con éxito y bastante fama.
A partir de este contexto, es posible afirmar que mucha distancia hay entre el bodrio musical en el que incurrió John Lennon, uno de los genios de la música contemporánea, titulado: “Unfinished Music Nº 1: Two Virgins”, catalogado como uno de los peores trabajos del rock de toda la historia y esa cosa titulada “+57” irresponsablemente celebrada por misiá Karol y sus amiguitos.
Aunque ambas rarezas sonoras comparten la triste notoriedad de ser unos adefesios musicales; se distancian en el hecho de que la obra de Lennon y Ono se ha entendido como el producto de una noche loca de excesos que intentaba ser disruptiva; en tanto que la muestra de pornomiseria comercial de J. Balvin y asociados se ha excusado por sus autores intelectuales y materiales en términos de que su criatura: “muestra es la unión, como cuando nos conectamos con un mismo propósito de seguir dando entretenimiento… ”5. Sin más comentarios.
A pesar de los intentos de personajes, como la polémica congresista Cathy Juvinao, de sacar en limpio a la cantante Karol G, lo claro es que no se podía esperar nada más ni nada menos de unos jóvenes artistas, que son el producto de una sociedad como la colombiana, en la que la violencia contra los más pequeños se ha vuelto cosa de todos los días, incluso en sus más aberrantes expresiones y en la que, un buen número de sus integrantes aplauden y promueven la notoriedad de los patrones del mal, de las tetas con paraíso, de las vírgenes sicariales, de un excandidato presidencial misógino, atarván y metido en líos con la ley y hasta de un expresidente vinculado con personajes conectados a la más espeluznante versión del traquetismo colombiano: El paramilitarismo.
Si, hay mucho trecho entre la incomprendida “The do do do...” de Sir Gordon Sumner (Sting, el de Police) tildada por unos pocos como de ridícula por llamar sarcásticamente la atención sobre la importancia de no quedarse en los balbuceos infantiles y de no permitir que se convirtieran en discurso político, religioso o musical y la pobre realidad musical colombiana en la que ese balbuceo y la vulgaridad se han impuesto como identidad nacional, a punta de la excesiva exposición de productos mercantilistas como la tal “+57”.
Nada que hacer: Eso, tristemente, es lo que hay; eso es lo que se vende. Buen provecho.
1 Autores de: ¿Cómo se desarrollan los gustos musicales en la infancia?
Publicado en mayo 12, 2022 :6.57pm BST. Disponible en: https://theconversation.com/como-se-desarrollan-los-gustos-musicales-en-la-infancia-182384
2 Josh McDermott, experto en ciencia cognitiva del MIT, citado en artículo La explicación de la ciencia para el gusto musical más atroz. Publicado 19/07/2016 en: La explicación de la ciencia para el gusto musical más atroz Portal ABC/ ciencia de España
3 Omar Rincón en Narco estética y narco cultura en Narcolombia. Revista Nueva Sociedad No 222, julio-agosto de 2009.
4 Ibidem