Vivimos días en los que hablar de juventud no es un aliciente confiable para creer en ‘un mejor mañana’. Eran otras décadas donde la palabra ‘joven’ calaba como sinónimo de chispa, de rebeldía, sueños, fuerza y emoción. Pareciera que la única ‘prueba reina’ de la juventud —para demostrar que existen o están vivos— depende del número de actualizaciones o apariciones que hagan por redes sociales y un celular (y lo triste es que la escena sucede en todas las edades).
En fin: los ideales por cambiar el sistema corrupto, clientelista y mañoso de este país son historias pasadas, aburridas y hasta mamertas, que solo nos recuerdan los documentales televisivos en los años 90’s.
¡Por eso te extrañamos tanto Garzón! Por lo que fuiste y quisiste hacer antes de que te acribillaran a balazos y ya hayan pasado 18 años de tu impune crimen. Cada 13 de agosto da la posibilidad de reflexionar en el significado de tu muerte. En la forma en que enfrentaste lo que considerabas injusto y rescatar lo creativo que fuiste para abrirle los oídos a una masa conforme con el narcotráfico, la polarización política y los secuestros.
Temo decirte que poco ha cambiado desde que partiste: seguimos matándonos por Twitter en defensa de Uribe o de Santos, sacar petróleo y crear minas resultó mejor negocio que el cultivo y la exportación de coca; y la nueva era de asesinatos y masacres colectivas son ‘menos sospechosas’ a través del cancerígeno sistema de salud colombiano.
No hay que ser un genio, ni saberse la biografía completa que te inspiró a ser quien eres para defender tu legado. Tu cuerpo y tu vida como periodista-humorista se extinguió, pero tu mensaje es perenne. ¡Y no me limito a aquellos que comparten frases de tu autoría en Facebook! Tal vez te revuelcas en tu tumba cada vez que un joven dice llamarse ‘activista’ solo por despotricar del Estado desde la comodidad de un sillón. Pero para aplicar una dosis de placebo inmortal-con alivio te digo- que a esos no les llegaste.
Con tu asesinato también se fueron las ganas de ver crecer una radical copia. Hay muchos (ya no tan jóvenes) que tratan de ser irreverentes, pero medidos; expresar críticas a través del humor, pero con miedo a reafirmarlo con carácter. Con caricaturas, columnas o videcolumnas, se habla de políticos sin censura, pero sin llegar a la matriz de la política. Muchos también comprendieron que para hacerse notar sin tanto papeleo, ahí están los medios de comunicación, dispuestos al show y ‘a lo que sea’ con tal de subir el rating y el número de reproducciones de los videos que suban a Youtube ¡Qué la depresión también la padecen quienes hacen reír! Y qué antes de Betty La Fea, ya había otro feo haciéndose famoso en la pantalla chica.
Por último, también nos dejaste a ‘Heriberto de La Calle’: símbolo cómico y pacifista que nos demuestra que se puede conversar y ‘mamar gallo’ con personas que piensan distinto. Y cuyo detalle cruel es que el pobre siempre será pobre sin importar cuántas suelas de zapato deba brillar.
