Algo que aprender y llevar a Colombia

Algo que aprender y llevar a Colombia

Por: Manuel Tiberio Bermúdez
abril 10, 2015
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Algo que aprender y llevar a Colombia

Juan Carlos Gil, premio a la mejor cinematografía por la película “Que viva la música” Siento que hay algo adicional que aprender para llevarlo a Colombia.
Si es buena o no lo es, será finalmente el público quien determine la satisfacción que les quede luego de que vean la película Que viva la música, del director Carlos Moreno, cuando llegue muy pronto a Colombia.
Por lo pronto conversamos con Juan Carlos Gil, el colombiano director de fotografía de la película, para que nos contara de sus logros, de los premios obtenidos por su trabajo en su ya larga trayectoria que le ha hecho merecedor de varios reconocimientos.
Nombres como: Tierra en la lengua; Secreto de confesión; La sociedad del semáforo; La sangre y la lluvia; Perro come perro y Calicalabozo, son algunos de los títulos que hacen parte de su filmografía.
Juan Carlos Gil es un fotógrafo colombiano, caleño para más señas, quien ha trasegado en el mundo de la imagen desde hace ya varios años. Su labor le ha permitido ganar varios premios que son aliciente y orgullo para él, pero no por ello deja de investigar, de aprender, de buscar propuestas nuevas para su oficio.
Debido a su inquietud y búsqueda constante, se encuentra con el mundo de la fotografía en la Universidad del Valle.
“Yo no tenía la menor idea de qué iba a hacer con mis estudios cuando salí del colegio, pero resulta que mi hermana, Luz Stella, quien estudiaba Comunicación Social, varias veces me invitó a acompañarla en la realización de sus trabajos universitarios, y de allí surgió mi interés por estudiar esa carrera que terminé en 1994”.
Desde entonces, y desde las primeras clases de fotografía, se fascinó con ese mundo de las imágenes: “Me encantó la manera de poder crear imágenes con una cámara y las inmensas posibilidades de la luz”. Los días fueron cortos para buscar información sobre el tema, y empezó a devorar todos los libros que sobre fotografía se atravesaban en su camino.
Durante dos años fue monitor de fotografía y, aparte de recibir clases, tenía las ventajas de los consejos adicionales de los profesores como Luis Hernández, Jorge Mejía y Fernell Franco, entre otros.
“Ellos me introdujeron en el mundo de la imagen, aportándome nuevas experiencias, recomendándome libros y contándome anécdotas. Trabajé varios años con ellos como asistente de fotografía, y ahí fue creciendo mi pasión. A mitad de la carrera ya tenía algunos equipos, y empecé a trabajar de manera independiente hasta hoy” –dice-.
¿Qué hizo, en lo referente a exposiciones, que le permitiera darse cuenta de que estaba perfeccionando su trabajo como fotógrafo? ¿Cuáles fueron esos indicios?
“Siempre estuve y he estado ligado a la publicidad en la fotografía, en el cine y en el mundo de los comerciales. He sentido que desde ahí he tenido un camino en el que día tras día tienes que ir puliendo tus procesos; porque la competencia es supremamente alta a todo nivel, ya que en los últimos años han llegado a Colombia muchos proyectos extranjeros para rodar. Por eso no te puedes quedar esperando que algo pase, debes moverte rápido.

Llegan, también, muchos fotógrafos de todo el mundo y eso obliga a que uno se vuelva más versátil y mucho más creativo. Ese es el reto diario para todos mis trabajos. Siento que estar en ese mundo permite que uno no se estanque; ese es el motor que me obliga a la búsqueda y sobretodo de retos diferentes”.
Fue esa dinámica que tiene la publicidad en Colombia la que hizo que nunca se quedara quieto, que también explorara continuamente y participara en proyectos de todo tipo: documentales, cortometrajes, videoclips y cientos de comerciales, eso hizo que su portafolio creciera y ganara en experiencia.
Pienso que el fotógrafo en Colombia se ve obligado a estar tan activamente disperso, porque no hay escuelas que capaciten de manera profesional a quienes desean hacerse fotógrafos, ¿estoy en lo cierto? –le pregunto.
“Si. De la escuela o de la academia podríamos hablar varios días, porque es algo muy complejo. Yo he tenido la experiencia, en los últimos años, de dar clases. He impartido en Colombia cinco diplomados de cinematografía, y siento que es un trabajo en el que se siembra la curiosidad; pero depende de cada uno lo que quiera lograr y a dónde quiere llegar.
No te las van a enseñar todas, en cuatro o cinco años es muy difícil. Yo llevo veinte años de carrera y todavía sigo aprendiendo. Es muy difícil que una escuela o universidad te vaya a dar siquiera el treinta por ciento de los conocimientos que debes tener como fotógrafo o como director de fotografía para cine. Eso no va a suceder”.
Asegura que quien pretenda como estudiante aprender en cinco años todo lo que se debe saber acerca de la cinematografía, pierde su tiempo. Y que el estudio se debe volver un trabajo personal, de investigación diaria y constante.
Sobre la cinematografía y de lo que piensa respecto a ella dice: “Creo que la cinematografía es rigor. Me encanta esa palabra porque siempre, con mi equipo de trabajo, hemos hablado del tema. Siempre digo que en la universidad aprendí a tener método, a desarrollar procesos de trabajo, a ejecutarlos y a realizarlos de la manera adecuada, en definitiva a tener rigor. Es eso lo que permite que las cosas funcionen tal como debieran, a que los proyectos no se queden en la mitad de los procesos, que finalicen en buen término y como se han soñado. Esas dinámicas se trabajan en la escuela o en los espacios universitarios, y deben ser utilizados para crecer; pero el resto del desarrollo se debe obtener día a día, se tiene que encontrar en la calle, con el trabajo cotidiano”.
¿Cómo descubre, cuándo hace los diplomados, a una persona que va a ser un buen fotógrafo? ¿Qué cualidades le observa?
“Me ha sucedido que, entre las personas que participan, veo dos o tres que harán parte del mundo de la imagen y con muchas posibilidades. Lo percibo porque son inquietos, con maneras distintas de asumir los proyectos, tienen otras sensibilidades para abordar la vida y, para mí, esas son condiciones vitales para que alguien salga adelante en el área visual. Son esos primeros pasos los que definen la carrera.
La generación de hoy tienen grandes ventajas, pues han crecido en un ambiente audiovisual desde niños; crecieron viendo televisión de gran variedad y calidad. Yo vi la primera película un poco tarde, tenía diez años, y mi introducción al mundo audiovisual llegó en la adolescencia por medio del videoclip, cuando nacía el gran canal MTV y miraba 3 o 4 horas de videoclips hasta que las imágenes se me quedaban grabadas inconscientemente, sin saber que unos años después iban a ser mis mayores referentes en mi aprendizaje. La nuevas generaciones, desde niños entienden que pueden hacer con todo lo que ven y lo aplican de inmediato…
Lo que uno ve cuando está en los talleres es, sobre todo, inquietudes. Ahí ya hay un ingrediente valioso de lo que puede ser una carrera como fotógrafo o como cineasta” –señala.
¿Qué le dice a quienes se hacen fotógrafos con el afán de conseguir dinero?
“Esa es una ilusión que tienen muchas personas. Creen que los fotógrafos o los directores de fotografía ganamos mucho dinero, y eso no es tan cierto.
Pienso, que se recibe lo justo por el trabajo que hacemos. Y digo lo justo, porque también es justo para otros roles: el director, el productor. La gente desconoce, cuando va al cine a ver una película, como Que viva la música, que hay una gran cantidad de meses de trabajo para ver el producto terminado. Ven la proyección y dicen: “es una película de hora y media”, pero no piensan en el enorme trabajo invertido”.
“Mire, usted, –dice. Desde que llega un proyecto a mis manos hasta que finaliza pueden pasar de dos a tres años. No son continuos, pero sí intensos en la medida que uno no para de pensar en ese proyecto, no termina de estar pendiente de cada detalle durante esos años. Hay muchas cosas qué hacer durante la realización de una película, de ahí que opine que lo que se recibe por el trabajo es lo justo”.
Ya llegamos a Que viva la música. Hablemos de los galardones obtenidos antes de esta película que, nuevamente, le ha dado un reconocimiento por el trabajo realizado.
“La primera película, Perro come perro y esta, la última, Que viva la música, coinciden en que fueron hechas con Carlos Moreno, director colombiano, caleño, amigos desde hace veinte años, y también porque esas dos películas han ganado premios a la mejor fotografía. He encontrado una comunicación franca y sin límites con Carlos Moreno, como director. Él me permite trabajar libremente, con plena autonomía; y, en esa medida, mi camino de exploración hacia lo que quiero con la cámara y la luz en una película llega al nivel que realmente estoy buscando.
No quiere decir esto, que me tienen que dejar siempre vía libre para hacer lo que quiera. No. Simplemente se obtienen las condiciones ideales: un buen guión, una excelente actuación, un buen departamento de arte que colabora con mi departamento. Las condiciones ideales y los ingredientes para que todo el trabajo, no solo el del Director de Fotografía se haga de la mejor manera, sino que también la película se vea como debe ser.
Perro come perro y Que viva la música son muy diferentes; pero, en esencia, tienen el mismo espíritu. Llevan impreso el entusiasmo con el que ambas se hicieron. Son películas hechas, plano a plano, con mucha dedicación, con el máximo esfuerzo, sin descuidar el más mínimo detalle, y ahí está la potencia de sus imágenes.
Es muy satisfactorio para mí que la primera y la última película que he hecho, estén en ese gran nivel. Aunque han pasado siete años de Perro, no quiere decir que no se pueda mostrar; por el contrario, tiene una gran factura y eso me deja muy tranquilo, porque ha crecido y ha evolucionado mi trabajo. He aprendido mucho en estos años con otras películas, pero sin duda cuando estábamos empezando teníamos unas ganas grandes de arriesgarnos y, claramente, esas ganas aún no se han perdido”.
¿En qué consiste el reconocimiento recibido?
“Se llama Premio a la Mejor Cinematografía de Iberoamérica, se otorga en el Festival de Cine en Guadalajara, México, y se le da a la mejor fotografía de las películas que están en competencia oficial. En los festivales, en promedio, se presentan 60 películas de las cuales unas 30 llegan para exhibición y las otras para competir.
¿Es más fácil para un fotógrafo ganar un premio por su trabajo en una película donde todo está planificado, o es más difícil para un fotógrafo ganar un premio en la cotidianidad, en la búsqueda de la fotografía que aparece por sorpresa?
“Yo creo que es igual de complicado. El año pasado tuve la oportunidad de ser jurado en un concurso de fotografía en New York, y es muy interesante estar al otro lado opinando sobre imagen para escoger a los ganadores. Entendí que, sin duda, uno debe premiar no solamente una foto, sino que premia los procesos, las carreras, los trabajos previos, los trabajos que se consolidan como una mirada distinta de su entorno y con una propuesta diferente.
A pesar de que estaba escogiendo la mejor foto, también observaba el trabajo en general, el trabajo proyectado de un artista.
Siento y espero, que cuando yo he sido el calificado, el jurado también ha mirado eso. Ha observado que detrás de Que viva la música hay otros proyectos interesantes, hay una propuesta en cada una de las películas que se hicieron. Es el todo, es la trayectoria: lo que se ha hecho, lo que se ha sembrado, para que al final se viera reflejado en esta película. Pienso que, finalmente, lo que se premia es el trabajo que uno hace a lo largo de los años”.
¿Qué le gustaría, que esta Colombia olvidadiza reconociera de usted, no como persona, sino como fotógrafo; mejor, cómo le gustaría que Colombia empezara a mirar a los fotógrafos que van teniendo unos altos niveles en su trabajo?
“Me gusta mucho la pregunta, porque en Colombia se tiene la costumbre de desconocer o de no valorar el trabajo del director de fotografía. En ningún festival de cine en Colombia se premia la mejor fotografía. Se premia al mejor director, el mejor guión o la mejor película; pero, todavía no se reconoce el rol y su importancia en un proyecto cinematográfico.
De verdad, con todo el respeto, ha sido una lucha dejar que tenga vida nuestro rol de director de fotografía, que te dejen hacer lo que de verdad puedes hacer, que valoren tu tiempo, y que se tengan en cuenta las necesidades de tu equipo de trabajo.
Eso se ha ganado poco a poco, pero no ha sido fácil. Es una tarea que todavía no se ha terminado y que gracias a otros colegas como Mauro Vidal y Pablo Pérez, hemos tratado de que se llegue a un nivel al que queremos y al que se debería tener en Colombia.
Parte de esto es mi nueva búsqueda y de querer vivir en otro país. Siento que hay mucho por aprender todavía para poder llevarlo a Colombia. Eso es lo que trato de hacer. Quiero conocer otros procesos de trabajo, en Estados Unidos, en México, y llevar a Colombia otras dinámicas que nos permitan ser más efectivos y más concretos a la hora de hacer películas, y que eso ayude para que el cine colombiano crezca”.
Sobre el cine colombiano Juan Carlos dice: “Crece de muy buena manera. Ahora se estrenan unas 25 películas al año, cuando 10 años atrás solo eran dos o tres. Eso está muy bien, pero va a llegar el día en el que el nivel de sus contenidos debe pasar a otro nivel. Debemos explorar otros formatos, otros temas y ser más efectivos a la hora de exhibir en salas… se debe encontrar una madurez en todos los aspectos, y es ahí donde se rescatará el valor de los procesos, de la investigación, de hacer las cosas con rigor. Ahí es donde se verá la mano de quienes han hecho un cine serio, que han evolucionado, que han llegado a romper los obstáculos de siempre. Lo digo porque he tenido la experiencia de que uno a veces repite los procesos en los que hay cosas que están mal hechas y eso hay que superarlo y convencernos de que eso no se debe seguir haciendo así.
Hay algo en la exhibición y en el mercadeo que no está funcionando en los últimos años y es difícil aceptarlo. Yo he tenido películas muy buenas, que han ido a festivales y han ganado premios, pero que solo las han visto, cada una, 20 mil personas. Es muy triste que tantas horas de trabajo queden guardadas porque no encontramos la manera de llegar a más público, que las quería ver y en algunos casos que las esperaban, pero que ni siquiera supieron que estuvieron en cartelera por falta de comunicación.
Hay tareas qué desarrollar y aprendizajes de cómo funcionan diferentes procesos en otros países, y apropiarme de este bagaje ese es mi propósito en estos últimos meses que llevo radicado en Los Ángeles”.
Una reflexión para quienes ya son fotógrafos profesionales, y también para quienes se inician en el mundo de la fotografía.
“Son dos escenarios: Uno, como director de fotografía para cine subrayaría la importancia de armar equipos de trabajo sólidos, cuya carencia es una debilidad para el trabajo. Para poder llegar a un proyecto con gran calidad, con un excelente nivel, se necesita buscar y crear un grupo, requiere que se tenga confianza en un director, que haya participación del productor; y esa medida que se arme una gran colaboración que permita evolucionar, que haya constancia de trabajo en días, meses y años. Con esto, parte del terreno está abonado, y establecidos los ingredientes y las condiciones para que las propuestas funcionen.
Es bien importante entender que el trabajo en cine, no es un ejercicio individual, es un trabajo de equipo, de familia, de muchas horas, de muchos esfuerzos, de máxima exigencia; y eso requiere estar con gente que esté del lado tuyo; no alguien que esté llevándonos la contraria o complicándonos la vida a cada minuto. Se requiere que sea un trabajo colectivo en el que todos metan la mano, en el que todos aportan y en el que se cree un ambiente de cordialidad. Eso pareciera que es elemental, pero no es viable en todos los equipos que hacen una película. En la medida que se logre ese ambiente –lo digo por mi experiencia– se obtienen muy buenos proyectos.
Y otro, por el lado de la foto fija, igual que en el cine, no se para de aprender. Día tras día llegan nuevas propuestas, nuevas tendencias y mejores equipos, los que hay que asimilar fijando nuestro criterio y nuestro punto de vista. Y esto para las nuevas generaciones se debe aprovechar al máximo, hacerlo más interesante poniendo su carga emocional y su manera diferente de observar la vida…

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