Algo anda muy mal en la reincorporación
Opinión

Algo anda muy mal en la reincorporación

Ezequiel Martínez salió de La Habana al monitoreo tripartito en Chocó. Un desliz burocrático lo excluyó de las listas de las Farc, dejándolo en una dramática situación. Como a muchos otros

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octubre 06, 2017
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En 1969, a sus siete años de edad, Ezequiel Martínez marchó con su padre y sus hermanos desde Santa Fe de Antioquia, por la dura trocha que conducía al Urabá. Por ella toparon con infinidad de negros, indios, zambos, mulatos y mestizos, muchos de los cuales huían de la justicia o de la persecución política. Buscaban un lugar en el mundo donde vivir mejor.

Tras permanecer un año como inquilinos en la serranía de Abibe, optaron por surcar el golfo de Urabá y los pantanos del río Atrato hasta llegar a Unguía, en el Urabá chocoano, muy cerca de la frontera con Panamá. Allí harían parte de la colonia paisa que fundó veredas como Urquía arriba, Arquía y Quebrada Arena, que luego les serían arrebatadas.

En 1977 fueron despojadas 750 familias que habían levantado sus fundos en las orillas de los ríos Pelle, Tilupo, Tendal y Cacarica, para conformar lo que es hoy el Parque Natural Los Katíos y el gran proyecto de Ruta de las Américas, puerto de Sautatá. Dos años después Ezequiel sería uno de los jóvenes desterrados que terminaron integrando el Quinto Frente de las Farc.

Pasaron décadas, siempre con el recuerdo de las canciones de Alí Primera por entonces de moda, mientras Ezequiel y sus compañeros de lucha recorrían desde Urabá al bajo Cauca antioqueño, el occidente medio y el sureste de Antioquia, el Chocó y el viejo Caldas hasta los límites con el Valle del Cauca, abriendo caminos a lo que sería en el futuro el Bloque Efraín Guzmán de las Farc.

La vida guerrillera lo llevó un tiempo al río Duda, en el Meta, donde conoció con orgullo los campamentos de La Caucha, Casa Verde y El Pueblito. Para llegar hasta allá cruzó el páramo de Sumapaz, donde vibró con las historias que contaban los campesinos acerca de Juan de la Cruz Varela. Años después conocería emocionado el Caguán y los grandes personajes allí presentes.

Del Urabá lo sacaría finalmente el proceso de paz de La Habana, del cual le quedaría la misión de hacer parte del mecanismo tripartito de monitoreo y verificación en el departamento del Chocó. Esa tarea debió cumplirla fundamentalmente en Quibdó, por lo que no permaneció en ninguna de las llamadas Zonas o Puntos Veredales Transitorios de Normalización.

Cumplida la dejación de armas y expirado el plazo de la Misión de las Naciones Unidas en Colombia, tras una militancia de 38 años continuos en la Farc, a las que llegó a la edad de 17 años, Ezequiel participó en el solemne acto del pasado 22 de septiembre, con el que gobierno, Farc y ONU sellaron el final de su tarea como mecanismo tripartito.

Mientras escuchaba el himno nacional en posición firmes, echaba cabeza a su próximo futuro. Ya Fondo Paz había comunicado a todos los que cumplían con esa tarea, que los contratos de alojamiento en distintos hoteles terminaban el 26 de septiembre, razón por la cual cada quien vería cómo se las arreglaba para buscar techo en los días por venir.

El hecho de haber permanecido por fuera de cualquier zona, hoy llamadas Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, significó para Ezequiel, lo mismo que para muchos en situación parecida a la suya, que por algún desliz burocrático su nombre no apareciera en los listados de integrantes de Farc, lo cual lo excluyó de algunos trámites elementales.

 

Para él no ha habido forma de ser bancarizado,
como se llama la inclusión en las cuentas de Ahorros del Banco Agrario,
a las que se les gira el exiguo noventa por ciento del salario mínimo mensual

 

Así para él no ha habido forma de ser bancarizado, como se llama la inclusión en las cuentas de Ahorros del Banco Agrario, en donde se le consigna a cada excombatiente la asignación única de dos millones de pesos, y a las que se les gira el exiguo noventa por ciento del salario mínimo mensual como ayuda para su sobrevivencia.

Sin un peso en el bolsillo, acompañado de su fiel compañera Patricia, Ezequiel pensó que la solución a su problema podría estar en uno de los ETCR. El más cercano era Vidrí. Los reincorporados que aún permanecen allí le explicaron que tendrían que pagar una cuota mensual de 60.000 pesos por los dos cupos. Para subvencionar entre todos los gastos.

Es que Fondo Paz también les quitó los servicios, agua, luz y demás. Ahora tienen que rebuscárselos. Al igual que sus alimentos y demás. Sin que haya ningún apoyo para proyectos productivos. Ezequiel pensó en viajar a Medellín, donde algún conocido quizás podría ayudarlo. Tal vez lo llevaran en un vehículo de Unipep.

Tampoco era posible. El acompañamiento para los integrantes del mecanismo de monitoreo ya había terminado. Ahora que cada quien se salve como pueda. Casi mendigando aquí y allá, consiguió al fin cómo viajar y refugiarse a la sombra de algún familiar tan necesitado como él. Su madre de 87 años está gravemente enferma y ahora compete a él apoyarla.

Definitivamente algo anda muy mal en eso de la reincorporación.

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