Asistí a finales del año pasado a un conversatorio muy interesante entre Alfredo Molano y Sergio de Zubiría sobre cómo educar para la paz. En ese espacio, se presentaron algunas ideas muy valiosas que me gustaría compartir.
Para Molano conocer a fondo nuestra realidad es esencial. Los colegios deben enseñar a Colombia en su tiempo y su espacio. Hay que enseñar historia y geografía. Las humanidades están arrinconadas y son elementos importantes porque aportan una visión crítica y producen comprensión. Debemos enseñar a los jóvenes la historia para comprender el país. Debemos entender de manera distinta nuestra historia, la historia real, y no la historia académica. Entender los elementos empíricos. Conocer el país. Visitarlo. Vivirlo. Conversar con la gente, porque ahí está la fuente de la memoria. La historia real, concreta, que es la de las personas de cada región. También debemos ser muy cuidadosos con hablar del posconflicto. Mejor hablar del posacuerdo. Borrar el conflicto es imposible porque es imposible borrar las desigualdades.
Sergio de Zubiría señaló que existen en la actualidad una serie de enfoques que, a su juicio, no le aportan a la educación para la paz y deben ser mirados con cautela. Según él, cuando un tema se pone de moda, como la paz, se llena de sustitutos. Entre esos enfoques mencionó los siguientes: 1-la educación para la paz no es educación para la no violencia, es decir, la educación pacifista, puesto que este modelo evita temas complejos como la relación entre violencia y cultura o el estudio de la violencia. 2-La educación para la paz no es educación en derechos humanos. El listado de esos derechos humanos no resuelve el problema de la paz puesto que esos derechos tienen falencias (son antropocéntricos y no son pluriculturales). 3-La educación para la paz no es educación en competencias ciudadanas. Según él, esto es antipedagógico porque la ciudadanía no es la característica esencial de nuestra época. 4-La educación para la paz no es el multiculturalismo. 5-La normatividad para la cátedra de paz es problemática. El decreto de la paz delega el tema en los ministros pero no en las comunidades académicas. Esto no es participativo ni democrático. En sus palabras, el tema de la educación de la paz es muy serio como para que esté en manos del Congreso o los tecnócratas.
El tema de la educación de la paz es muy serio
como para que esté en manos del Congreso o los tecnócratas
Pero además es muy importante, a su juicio, cultivar la memoria histórica. Necesitamos así seleccionar unos actores prioritarios para construir memoria histórica y diálogo entre las generaciones. Según él, tres agentes nos ayudan a cultivar la educación para la paz: Los maestros de todos los procesos de la sociedad (no solo los de las instituciones educativas, aquí están también los jefes en las empresas, los líderes, las figuras públicas), los padres de familia, y las víctimas.
De Zubiría también comentó que en una educación para el posconflicto debemos suprimir de la mente de las personas la idea de que se acaba el conflicto, pues el conflicto es parte de la naturaleza humana. La clave está entonces en tramitar el conflicto de manera democrática, dialógica y no violenta. Y, para ello, las humanidades, la ética, la filosofía y el arte son esenciales porque fomentan el pensamiento crítico, la imaginación creadora, la voluntad y las virtudes.
Necesitamos entonces unas pedagogías del conflicto para una paz en una sociedad habituada a la guerra. El problema no es dejar las armas, según él, sino el hábito mental de la guerra y la agresividad. El conflicto es importante pero necesitamos solucionarlo de manera armónica. Los violentos no son los insurgentes, somos los profesores cuando somos autoritarios o cuando simplificamos la historia.
Los aportes de ambos son importantes y nos ayudan en la construcción de nuestros programas de formación para la paz. Necesitamos conocer a fondo nuestra realidad. Necesitamos enseñar historia y geografía. También es esencial darle un espacio a las humanidades para construir compasión y pensamiento crítico. Necesitamos cultivar la memoria histórica y permitir el diálogo entre las generaciones. Y sobre todo, necesitamos enseñar a manejar el conflicto.
En lo que difiero un poco es en la idea de que los modelos pacifistas son “sustitutos” que no le aportan a una educación para la paz. Porque estamos de acuerdo en que el problema, antes que todo, tiene que ver con cultivar la paz interna para dejar el hábito de la agresividad y para tramitar los conflictos cotidianos –grandes o pequeños- de manera constructiva. Sergio de Zubiría, quien fue profesor mío y a quien admiro y quiero mucho, nos ha enseñado que debemos valorar y sopesar las virtudes y los defectos de todos los fenómenos. Su postura está llena de virtudes pero, en mi sentir, es un poco extraña porque el problema de la paz, antes que intelectual, tiene que ver con una dimensión más profunda, que podemos llamar humana. Y porque los modelos pacifistas procuran cultivar esa paz interna y ese mundo interior, así omitan estudiar temas como la relación entre violencia o cultura.
Creo que la educación para la paz
tiene mucho que ver con el pacifismo
y que los estudios intelectuales sobre la violencia no son tan importantes
Creo, al igual que muchas personas en el mundo, que la educación para la paz tiene mucho que ver con el pacifismo y que los estudios intelectuales sobre la violencia no son tan importantes. Son importantes, claro, pero debe venir después. El tema de la paz no es un problema intelectual. Tiene que ver más con conocer y dominar la propia mente, las emociones negativas como la rabia y la ira, aprender a controlar las reacciones, y generar una conexión con el mundo interior. Cultivar la paz interna, desarrollar un estado emocional/mental de equilibrio y armonía, y suprimir nuestras ganas de venganza.
Si lo vemos bien, el discurso de Sergio tiene que ver más con el desarrollo de la sensibilidad que con el desarrollo del intelecto. Y, en ese sentido, las pedagogías pacifistas funcionan. Primero mi mundo interno. Luego, mis relaciones con los demás. Luego, el desarrollo intelectual. Esto lo han probado muchos colegios en el mundo que, por ejemplo, han desarrollado programas como Mindfulness, y han logrado reducir los índices de agresividad y violencia en las escuelas de manera sorprendente.
Ojalá los colegios no llenemos nuestros currículos de paz con más clases con contenidos académicos porque perderemos mucho tiempo y energía. Junto con Sergio, creo que “necesitamos dejar el hábito mental de la guerra y la agresividad”, en vez de desarrollar nuestro intelecto con más conocimiento sobre la paz o la violencia.