Era el año de 1975, cuando irrumpieron las trompetas de Tito Chicoma, Baltazar Herrera y Antonio Alzamora, y al piano un joven esbelto con peinado a lo Elvis Presley. "Este es... Alfredito Linares... y su mambo rock", presentaba el maravilloso Kiko Fuentes, vocalista estrella, y el frenético ritmo cundió en Cali, Colombia y Latinoamérica, se filtró en los bailaderos de Queens, New Jersey, Manhattan y el Bronx. Y cruzó a su aire el Atlántico hasta conquistar Europa.
Cali era un caldero de salsa al rojo vivo, una incontrolable rumba que se regaba como pólvora y ardía acelerada en bares y griles del barrio obrero, en las discotecas de la Sexta, en los tugurios y sótanos del centro, por los alrededores del Hotel Aristi, en su periferia, en solares, estaderos y casetas de Juanchito: 'Agapito', 'Changó', 'Don José', 'El parador', 'El abuelo pachanguero', a donde llegaban los niches los domingos, desde medio día, mientras en altares y púlpitos la curia enfurecida condenaba al fuego eterno "esa bulla endemoniada del fin del mundo".
Para los de sotana y la élite conservadora y doble moralista, Richie Ray, Bobby Cruz y "sus secuaces, no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra", pero para el pueblo raso, la salsa había caído como del cielo, un acto de redención a todas sus fatigas y penurias. No en vano, viejos cuartilleros y locutores como el cubano José Pardo Llada, contagiados por la fiebre sandunguera, coincidieron en rebautizar a la capital del Valle como la Sucursal del Cielo.
De esa avalancha de grandes orquestas y vocalistas procedentes de Nueva York, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá y Venezuela, sobresalía la figura del peruano Alfredito Linares, joven parco y de buenas maneras, que venía del popular barrio alto, de Lima, hijo de un comerciante y restaurador de pianos, que en medio de la barahunda caleña se hacía entender a través de la calidad y el virtuosismo de sus teclados.
Niño precoz
Como Richie Ray, el 'manos brujas' del Bronx, Linares se sentó de cinco años frente al piano, y se fue formando en la medida de su vocación y talento, con el rigor y la disciplina de un profesor particular, que a la par de la matemática y la gramática del piano, impartía lecciones y ejercicios basados en las complejas páginas de los genios de la música universal: Bach, Beethoven, Mozart, Chopin, Schubert, Rachmaninoff, entre otros de esa pléyade de iluminados.
Partituras de los inmortales creadores de la música clásica fueron su academia con el piano, en casa, y en el Conservatorio Nacional, a donde ingresó cuando apenas despuntaba a la adolescencia, y su magisterio en crescendo con las teclas, convocaba a la vecindad a admirar a Alfredito, el pianista precoz.
A los catorce años lideró su primera agrupación musical, la orquesta Linares, y empezó a ganar sus primeros soles en fiestas familiares y eventos barriales, y por gestión de su señora madre, y acompañado por la percusión y la guitarra de sus hermanos, se dio a conocer en emisoras como Radio Victoria, y en otras estaciones de la municipalidad.
Salsa y jazz
Por ese sendero fecundo y diverso de la música, Alfredito Linares marcó ruta en las profundidades del jazz y de los mejores exponentes de la escuela jazzística norteamericana: Miles Davis, John Coltrane, Charlie Parker, Óscar Peterson, Herbie Hancock, Bill Evans, Keith Jarrett, Chick Corea, el legendario Ray Charles, y en la corriente de célebres pianistas peruanos como Lucho Macedo, Mario Alison, Coco Lagos, Lita Branda, Peruchín y Melcochita, igual que del latin jazz y de la salsa clásica en las prodigiosas manos de Bebo Valdés, los hermanos Palmieri, Papo Lucca y Rafael Ithier, entre otros.
El bagaje pianístico de Linares está cimentado en el rigor y la disciplina de la gran escuela clásica, que él, desde temprana edad supo cultivar, y que a lo largo de setenta años de carrera ha sido simiente de sus motivaciones creativas en el jazz y la salsa, con fusiones del folclore y de la cultura popular latina y americana, verbigracia 'Mambo Rock' y 'Tiahuanaco', éxitos de Linares con pinceladas de rocanrol y bugalú, que ha inspirado versiones como la de Fruko y sus Tesos.
Cincuenta producciones dan cuenta de una portentosa y polifacética obra musical que ha trascendido fronteras como compositor, productor y arreglista, con el privilegio de trabajar y alternar con orquestas y leyendas de la música tropical como la Sonora Matancera, Daniel Santos, Celia Cruz, Yayo El Indio, Celio González, el inolvidable Nelson Pinedo, Ñico Estrada, en la época romántica y bohemia de los exclusivos clubes y griles de las grandes capitales como el Miramar, el antiguo Gun Club y el Salón Rojo del Hotel Tequendama, epicentro de la actividad social y cultural de Bogotá.
Su trashumancia con la música, entre presentaciones, giras y grabaciones, lo ha remitido a ciudades cosmopolitas como Nueva York (donde residió una temporada), Miami, Tokio, Pekín, Moscú, París, Londres, Madrid, Buenos Aires, Ciudad de Panamá, su natal Lima, y de hace treinta años Cali, a donde llegó por primera vez en 1973, y en la que decidió quedarse por el embrujo tropical que la envuelve, su gente, su música, y la valluna que le tocó el corazón, doña Isabel Moreno, decoradora y experta en repostería, con quien comparte su vida en una cómoda residencia de la Urbanización Los Mangos.
“No pagué payola”
Ahora que se anuncia su regreso a Bogotá con un concierto en Cielito lindo, este viernes 30 de septiembre, le pregunto a Alfredito Linares si el ringtone de su celular es el 'Mambo Rock', y él responde que no, que es uno común y corriente. Tercio entonces para revelarle, que quien lo interroga estrenó con su 'Mambo Rock' la primera flechita, hace 28 años, 1994, cuando se inauguró en Colombia la telefonía celular.
¿Pero conserva su música maestro? Se comentaba que usted poseía una admirable colección en vinilo.
«'Casa' de herrero, azadón de palo'. Es muy difícil, porque uno como artista está en constante movimiento, y lo que se tiene a mano es la valija y el instrumento para trasladarse a donde a uno lo llamen».
¿Y pianos?
«Conservo dos: uno acústico, marca Lyon Healy, americano; y un Yamaha P 90, electrónico».
¿Cuántas horas le dedica al ensayo?
«Cuatro horas diarias».
¿Qué música le gusta oír hoy en día?
«Clásica, jazz, salsa, música del Pacífico, del Caribe, boleros, tengo una producción de boleros que todavía no ha salido a la luz. Una selección como para el gusto de los buenos melómanos y coleccionistas que incluye: 'Tú, mi delirio' (César Portillo de la Luz', 'Júrame' y 'Quiéreme mucho' (María Grever), 'Cartagena' (Adolfo Mejía), 'Caracas' (Billo Frómeta), 'Imágenes' (Frank Domínguez), interpretados en la voz de un talentoso cantante caleño cómo lo es Pedro Montero»
A propósito, maestro, ¿cómo ha observado el movimiento de la salsa en Cali?
«Sucede que en Cali hemos estado acostumbrados a nombrar como referentes a Niche y Guayacán, pero existen buenas orquestas que no han contado con el estímulo mediático que merecen, sobre todo en la radio, por priorizar el reguetón. Pero ahí continúan dando la batalla La misma gente, Hermes Manyoma, Lucho Puerto Rico, Kike Harvey, la Cali Charanga, La Ley, Kiny y La Tropa, entre otras».
Y Alfredito Linares, maestro, vigente desde 1975.
«Ahí seguimos, mientras Dios lo permita. Mi música sigue sonando, y eso que nunca pagué payola para sonar en las emisoras, y me tienen en cuenta para presentaciones, no solo en Cali sino en distintas partes, como el concierto que vamos a ofrecer en Bogotá».
¿Qué repertorio ha preparado para Cielito Lindo?
«Bueno, hay que brindarle al público lo que más le gusta, y entre esas piezas musicales está el 'Mambo Rock', 'Tiahuanaco', 'Mi dulce amor', 'Desconfianza', 'Mississippi Mambo', 'Fantasía cubana ', 'A dónde vas', 'Cachumbembe', entre otras, con un frente musical de trece músicos, la voz cantante de William Viafara, y el show de salsero, vieja guardia, de José Pachanga y Teresa Cardona».
¿Hacía tiempo que no venía a Bogotá?
«No, hace menos de un mes que estuve en el Teatro Colón acompañando al maestro William Holland, un gran amigo que me abrió las puertas en el Reino Unido, y que me presentó ante la BBC de Londres. Fue un concierto formidable de músicas del Pacífico, con variaciones de salsa y jazz».
Sorprende maestro su vitalidad y lucidez a sus 78 años. ¿Cuál es la fórmula?
«La vida es una disciplina y hay que asumirla como tal. Eso implica guardar el equilibrio en nuestras acciones y cuidar el cuerpo y la mente que el creador nos entregó como regalo. Con mi esposa llevamos una alimentación sana. Salimos a caminar. Soy testigo de Jehová desde 1995, y esa interpretación y conocimiento de la palabra a través de los estudios bíblicos, depara inmensa paz y tranquilidad. Es algo tan sencillo que se basa en dos mandamientos primordiales: 'amar a Dios y a su hijo Jesucristo sobre todas las cosas, y amar a tu prójimo como a ti mismo’».
¿Cree que esa ausencia de fe y espiritualidad es lo que tiene a la humanidad al borde del precipicio?
«Está visto. Son tiempos complicados. La humanidad se dejó absorber por el materialismo, las ambiciones desmedidas, el consumismo, la vanidad, y descuidó su interior. Por eso estamos como estamos: luchando por salir a flote en medio de guerras, odios y rencores, una enemistad absurda, inconcebible».
Maestro, usted se ha caracterizado por proyectar una imagen de artista refinado y elegante, como la los galanes de la época dorada del cine mexicano y argentino. ¿Tiene un peluquero de toda la vida?
«No de toda la vida, pero aquí en Cali voy donde Magaly, cerca de donde vivo, que me arregla el cabello y las uñas».
Gracias maestro por su tiempo, ha sido un placer conversar con usted.
«Gracias a usted, Ricardo. Espero que disfrute el concierto en Bogotá».
Alfredito Linares, su piano y su orquesta. Organiza: Amalia Bembé. Viernes 30 de septiembre. 9:00 p. m. Cielito Lindo (Avenida Boyacá # 48A-19). Informes: 3005098054 y 3022182780
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