Fue en el año 1990 cuando Gilberto Alejandro Durán Díaz, quien nació el domingo 9 de febrero de 1919 en El Paso, Cesar, más conocido como Alejo Durán o el negro Alejo, cuando dio a conocer los datos más desconocidos de su vida, en una entrevista concedida al escritor David Sánchez Juliao, el hijo más reconocido de Lorica, y allí descubrimos una vez más la sencillez de un hombre que ya caminaba por los senderos del olimpo del folclor, de quienes alcanzan sin querer y as puro pulso un puesto en la historia, sin necesidad de aplastar a otros ni dar codazos.
Durán Díaz fue el primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar en 1968, que también era el primero para hacerle honor a uno de los aires que, a pesar de sus malquerientes y de los malos compositores, hoy todavía congrega a multitudes en la plaza de aquella ciudad de los Santos Reyes.- Además de imponer su estilo que nadie ha podido seguir, es el padre de aquellos dejos en sus canciones como el “Apa, oa, sabroso”.
Sus ancestros provienen de Antioquia con Pío Durán, su bisabuelo, quien era músico e interpretaba el tiple, su hijo Juan Bautista Durán Pretel y abuelo de Náfer, también fue músico, acordeonero y gaitero, según cuenta la historia.- Su pueblo natal, El Paso, es un pueblo situado entre los ríos Cesar y Ariguaní, habitado desde un principio por vaqueros, agricultores y tocadores de tambor.-
De niño, Alejandro deambulaba por la sabana, trabajando desde los diez años en la finca Las Cabezas, de propiedad de los Trespalacios y Piñeres, en el cargo de racionero, que era el que le repartía la comida a los trabajadores, y más tarde fue ascendido como casero, encargado de hacer oficios en la casa, cortar leña, buscar agua y darle alimento a los animales, pero siempre se definió como el hombre de las tres sedes: Magdalenense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés de corazón.- Fue en aquella finca donde conoció a una niña de nombre Fidelina, una muchacha delgada, color canela, pelo liso y carita redonda; y todo ello quedó plasmado en una canción que lleva ese mismo nombre, y según él es la pieza que más ha querido, porque cada vez que la interpreta, retrocede muchos años atrás.- Dice así, en algunos espacios: “Voy a coger el acordeón pa´que escuches mi rutina, y voy a hacer este son ayayayay, es pa´que tú te diviertas Fidelina / Fidelina, Fidelina, ella me mandó a decir y me dice que le escriba ayayayay, porque no sabe de mí ayayayay.-
La canción nació porque los dos se pusieron de acuerdo para “volarse”, como se decía en aquellos inmemorables tiempos, y en la noche de la cita a él le entró el desespero y se metió al patio de la casa y cuando ella salió, la tomó por la mano sin saber que detrás venía la mamá y la agarró por el brazo y se puso a gritar: un ladrón, un ladrón, un ladrón, alaridos que hicieron venir a los vecinos y llegó un policía que preguntó por el ladrón y la madre dijo: ese negro maluco que está ahí, ese negro ese es.- El agente le preguntó que le iba a robar a la señora y contestó que a la hija y remató; si me la deja mal puesta, me la llevo.-
Otra de las historias más hermosas y narradas por el maestro con la naturalidad que da la sencillez, es la que lleva por título 039, que nació a raíz de uno de los tantos viajes que hacía por los rincones perdidos de aquella región del Caribe.- La anécdota comienza por su llegada a Montelíbano rumbo a Medellín, cuando eso la carretera no llegaba sino hasta el río porque todavía en el río San Jorge no había puente, lo que obligaba a la gente a tomar un carro o una lancha hasta Magangué y se embarcó en la “Viboral” y llegó una muchacha que iba para Buenavista y cuando la lancha se orilló le tomó la maleta hasta el carro donde ella iba a viajar, y cuando salió el vehículo, el conductor le dijo: “Durán, la muchacha va llorando” y se fijó en las placas del carro, que entonces eran de tres números y, encerrado en su camarote compuso la canción a su amor pasajero, y esa misma noche la estrenó en un baile en la mítica población de San Marcos, Sucre.-
Por eso es que dice así: “Sabroso venía viajando, bajaba con mi morena, y llegamo’ a la carretera allí me dejó llorando / y es que me duele, y es que me duele, es que me duele, válgame Dios, 039, 039, 039 se la llevó / Me consuelan los muchachos, porque llora mi morena, ella me dejó un retrato para que recuerde de ella…Irene se fue llorando, y a mi esas cosas me duelen, se la llevó aquel maldito carro, ese 039.-” .
En el primer Festival de la Leyenda Vallenata, en 1968, como ya se dijo, organizado en la casona colonial de Hernando Molina, se realizó en medio del escepticismo de amigos y allegados de Alfonso López Michelsen y Consuelo Araújo Noguera, quienes no creyeron que el certamen pudiera alcanzar el éxito que finalmente tuvo. En una improvisada tarima de madera se llevó a cabo el Primer Concurso de Acordeoneros en cuya final compitieron Luis Enrique Martínez, Ovidio Granados Durán, Emiliano Zuleta Baquero y Alejandro Durán Díaz.
Aquí hay otra de las anécdotas que hicieron más grande al Negro Grande del acordeón.- Resulta que cuando estaba en Rincón Hondo rumbo a Valledupar, una señora se le acercó en la tienda donde compraba unos cigarros, con el acordeón en la mano, y dicha señora le preguntó: oiga, ¿y usté pa´onde va? Le dijo: voy a Valledupar al festival de acordeón y hay concurso y voy a concursá.- Y ella le reprochó con esta frase: “Usté, carajo, no joda, usté si tiene huevo oyó, porque pa´onde Luis Enrique Martínez y Alejandro Durán qué va hacé usté allá, y él, sin despelucarse siquiera le contestó: “A exhibirme”.-
Alejo concursó con la puya "Mi pedazo de acordeón", el son "Alicia Adorada", el merengue "Elvirita" y el paseo "La cachucha bacana". El segundo lugar fue para Ovidio Granados y el tercero para Luis Enrique Martínez. Fueron jurados Rafael Escalona Martínez, Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Gustavo Gutiérrez Cabello, Jaime Gutiérrez de Piñeres y Carlos Escobar.-
El hijo de Náfer Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal nos dejó su gran legado musical el miércoles 15 de noviembre de 1989, hace ya 35 años, cuando se despidió para siempre de este mundo en la ciudad de Montería, cuya herencia nadie ha sabido usar porque cuando se es grande muy pocos son capaces de superar al Maestro.-