A principio de año aparecieron en los paraderos de buses los carteles que promocionan la nueva producción de Netflix. La imagen de Alejandro Riaño comenzó a generar expectativa por el stand up que se lanzaría en la plataforma virtual. Sin embargo, después de ver su presentación, quedé totalmente decepcionado del bogotano que no ha podido superar los chistes machistas y clasistas que lo hicieron famoso.
Atravesado de errores y falta de coherencia, el monólogo de Riaño me recordó cuando lo vi por primera vez en Comediantes de la noche. Un niño ‘rolo’ que se burla de los gomelos capitalinos fue una apuesta interesante en su momento, a pesar de no ser novedosa. Pero los años han pasado y Riaño se quedó con el mismo discursito de siempre. ¿Se fue por el camino fácil? No lo creo. Más bien, demostró que él realmente es machista cree que los pobres son infieles y guisos, mientras los ricos son gente “recatada” incapaz de cometer una imprudencia. Ese desprecio que mostró en tarima no es producto del sarcasmo o la ironía, es producto de la ceguera clasista que lo mueve y lo hace sentirse orgulloso de ser un bogotano pedante, de esos que piensan que haber nacido en la capital los hace más interesantes en lugares como Melgar o Girardot.
Lo más vergonzoso de su presentación ni siquiera es el aburrido y oxidado libreto, sino su incapacidad para darse cuenta que sus chistes no sacan una carcajada. Durante más de 20 minutos Riaño escupió de memoria los chistes, pero el público apenas si se reía. El silencio fue la constante en la producción de Netflix, que a estas alturas del partido ya debería saber el fracaso que se viene. Todavía faltan las presentaciones de Ricardo Quevedo y Antonio Sanint, es decir, el reenacauche de Comediantes de la noche. A Netflix también debería darles vergüenza invitar a los mismos de siempre para hacer el mismo programa de siempre.
Riaño se fue desinflando a medida que avanzaba con sus chistes. No encontró conectores para hacer una presentación coherente y sin trabas, tuvo que cortar el chorro y arrancar de nuevo. Enorgullecerse de ser un perro y criticar a las mujeres por ser ‘lobas’ está mandado a recoger en la comedia. Y no es porque sea un tema pasado de moda, sino porque creo que hemos reflexionado un poco en nuestra sociedad para saber que ese machismo barato debería ser criticado con mucha más agilidad y acidez en la comedia.