Alejandro Ordóñez es un lefebvrista radical. El 15 de enero del 2009, cuando recién se posesionó como Procurador General de la Nación, mandó a quitar el cuadro de Francisco de Paula Santander que estaba en su despacho para reemplazarlo por un crucifijo. Esa fe se la prendió como una fiebre el sacerdote chileno René Trincado a quien conoció en Bucaramanga en la época en la que, como concejal, propuso iniciativas tan extremas como la de obligar a los feligreses a cubrir su cabeza con una mantilla antes de entrar a la iglesia o hacer una hoguera con libros perversos como Cien años de soledad.
Su obsesión por seguir los preceptos de la fe católica lo lleva a asistir cada domingo, junto a su esposa Beatriz Hernández, a la iglesia de Los Sagrados Corazones de Jesús y de María en el barrio La soledad de Bogotá, en donde aún se celebra la misa en latín.
Sin embargo hay algo que al Procurador lo desvela más que hacer respetar los preceptos de su catolicismo y mantener el respaldo de los pastores cristianos y evangélicos que le dieron la victoria al NO en el plebiscito y así cambiar el proceso de paz firmado entre el presidente Juan Manuel Santos y las Farc.
Por eso, días antes del plebiscito, Alejandro Ordóñez fue, junto a la diputada liberal Ángela Hernández, famosa por su versión que tiene sobre la familia y sus críticas a la denominada ideología de género, a recibir la bendición de pastores de iglesias como los de Plenitud de Vida, templo a la que pertenece Hernández quien aparece a su lado, vestida de amarillo, en estas fotos en las que el procurador se rinde a los pies de los pastores de religiones disidentes del catolicismo radical que profesa.