Desperté esta mañana pensando que todo había sido un bello sueño. Rápidamente encendí el computador para ver mis redes sociales y confirmar la noticia. En mi Facebook, casi todos mis amigos estaban compartiendo de esas imágenes con un Cristo o una Virgen que decían “Compártelo y escriben amén para bendecir a nuestro nuevo presidente”; El Espectador titulaba: “Que el diablo nos coja confesados”, mientras que RCN, con su imparcialidad característica, bombardeaba las redes sociales con notas como: “Según analistas, con este presidente ahora todos vamos a ser un 50% más felices”. Entonces lo entendí, el señor Alejandro Ordoñez Maldonado, bastión de la moral religiosa y paladín defensor de la familia, había ganado las elecciones presidenciales de Colombia, gracias a Dios.
Sí señores, Alejandro Ordoñez y su fórmula vicepresidencial, el mismísimo pastor Miguel Arrázola, van a dirigir a nuestro país por cuatro gloriosos años (a menos de que, Dios mediante, vuelvan legal la reelección, otra vez). Si me lo preguntan a mí, personalmente yo creo que la promesa de regir al país basado en los preceptos bíblicos fue lo que los catapultó a la cima. Aún recuerdo el día en que, en plena campaña, el señor Ordóñez decidió valientemente ir a San Andresito y organizar una quema masiva de camisetas hechas con algodón y poliéster (Levítico 19:19 “no te pondrás un vestido con mezcla de dos clases de material”); mucha gente, entre ellos el impío y elefantiásico Daniel Samper Ospina, lo catalogaron de extremista, pero para nosotros fue un acto necesario para expiar los pecados de esta sociedad llena de gomorreas (por lo de Sodoma y Gomorra).
Daría lo que fuera por verle la cara a la castrochavista de Claudia López y a su dizque “novia” Angélica Lozano (de ángel no tiene nada). Debo admitir que al principio la coalición Fajardo-López-Robledo, a la que yo llamo el eje del mal, tenía una fuerza electoral considerable; pero el Señor es grande, y cuando parecía que nadie los iba a atajar, apareció en escena el infame Gustavo Petro, quien los acusó públicamente de crear “un cartel de independientes” y acaparar de forma criminal el voto de opinión; fue ahí donde el eje del mal se fue a pique en las encuestas y nuestro presidente inquisidor subió como cohete hacia el reino de los cielos.
Estuve toda la mañana muy pendiente de las buenas nuevas que daban los noticieros; ya el presidente Ordóñez nombró de ministra de educación a la benignísima diputada Ángela Hernández; ella, a su vez, dijo a los medios que su primer acto va a ser el extraer del currículo académico el estudio de la teoría de la evolución; la única verdad, por supuesto es que venimos de Adán y Eva. La benignísima Ángela también prometió construir centros de adoctrinamiento para esa gente desviada de “la comu de las cuatro letras”, donde van a recibir tratamiento psicológico dictado por pastores brasileños expertos en terapia de choque para corregir abominaciones sexuales. Las esperanzas de que mi país se vuelva confesional y deje de ser laico, nacen de nuevo.
Ya quiero que sea 7 de agosto y ver subir al altar al presidente Ordóñez; será el amanecer de una nueva sociedad y posiblemente del primer país en donde por fin se prohíba el pecaminoso consumo de los sucios mariscos. (Levítico 10:11 “"Y todos los que no tienen aletas ni escamas en el mar y en los ríos, de los que se mueven en las aguas, y de todo ser viviente que está en las aguas, los tendréis en abominación”).