Desde mi punto de vista, el que posa de intelectual cauto no es más que una maraña de incoherencia, indecisión y mentira. Hoy rondan los chismes de que Alejandro Gaviria comunicó a directivos de la Universidad de los Andes su candidatura presidencial y, por tanto, su renuncia a la rectoría de esa universidad. En marzo, ante el Comité Directivo, el Consejo Superior y el Comité Académico había desmentido su candidatura y reiterado su compromiso con la universidad. No le queda bien mentir al rector y, tal parece, al candidato.
“Quiero reiterar mi compromiso con la Universidad de los Andes y mi decisión de continuar con las funciones del rector” aclaró hace unos meses Gaviria a los máximos órganos de Los Andes, luego del llamado de diversos sectores para que se lanzara al agua. Si son ciertos los últimos rumores de su candidatura, Gaviria estaría mintiendo de frente y sin mente a toda la comunidad universitaria. Un pinocho. Si no son ciertos, como le dijo a W Radio, sigue mostrando su mentira, pero además, su inconsistencia. Un pinochito.
Hace unos días, con motivo del paro, el director de Noticias Caracol Juan Roberto Vargas le hizo una entrevista al intelectual uniandino. El periodista le preguntó si se lanzaría, a lo que el rector Gaviria, entre risas, dijo: “No sé”. Es decir, no ha tomado una decisión; no dijo que no, pero tampoco que sí. Un descaro. El presunto candidato continuó ampliando su incoherencia: “Yo me siento aquí tranquilo [en la academia]. Pero yo quiero aportarle a Colombia”. Y ante la pregunta de qué haría si le piden lanzarse, dio la estocada final de su mentira: “Ya veremos”.
Entonces, a pesar de haber reiterado a los miembros directivos que seguiría comandando la universidad, Gaviria no sabe qué hacer en realidad, ni de qué barco ser capitán. Sus palabras y promesas a toda la universidad quedaron en el aire. Esa indecisión le hace daño a esa universidad, que pasa por momentos críticos en materia presupuestaria; y muestra su débil personalidad y liderazgo, un reflejo de lo que sería un gobierno suyo.
Alejandro Gaviria fue elegido como rector por el Consejo Superior de Los Andes en 2019 por un período inicial de cuatro años. Los miembros del Consejo confiaron en que Gaviria podría sortear los retos de la institución como reconstruir la confianza y la armonía dentro de la comunidad, pero, principalmente, lidiar con el actual coco de las universidades: su financiación. En los pasillos se dice que lo eligieron también, precisamente, porque Gaviria no era tan presidenciable como el otro candidato, Mauricio Cárdenas. Era necesario alguien que no dejara botado el cargo a la mitad del camino.
Hoy el Consejo Superior debe estar furioso porque no eligió al correcto. Gaviria quiere bajarse del barco, un barco que parece hundirse. Ante la menor demanda por educación superior, la pandemia y la dependencia de Los Andes de las matrículas, esa universidad tiene el reto de conseguir financiación urgente. En reiteradas ocasiones se ha dicho que los costos superan los ingresos. Y en esos momentos críticos, donde tambalea la sostenibilidad de la universidad, Gaviria prefiere profundizar la incertidumbre. Un pusilánime.
Se equivoca el exministro y posible exrector. Su posición muestra lo peor de la política, cosas que él mismo condena: esa falta de coherencia, de carácter y de honestidad. Prometer para luego incumplir. ¿Qué hará en el siguiente cargo? ¿Dejarlo a medias (y en llamas) para cumplir su próximo capricho de poder? Además, qué ingenuidad la del señor al creer que podrá hacer alguna diferencia si se lanza. No hará nada ni ganará. Entonces, señor rector, sea vigoroso por primera vez. Tome las riendas del cargo que le confiaron con carácter. Desmienta definitivamente los rumores, no engañe ni confunda más. Deje la indecisión, charlatán.