Su historia bien podría ser una versión moderna del embajador de La India. Su figura de gigoló recién llegado de La Toscana y una hoja de vida con datos sugestivos que nadie verificó, lo ayudaron a moverse con habilidad en los refinados círculos de las finanzas y el mercado de valores en Colombia.
En 2008, cuatro años antes de su desplome –que por estos días cumple diez años- Interbolsa le abrió las puertas al italiano Alessandro Corridori y lo envió a la caza de clientes para engrosar sus portafolios de Inversión. El aceptó complacido luego de conocer las dimensiones de una firma que en esa época movía el 80 % del mercado de la Bolsa.
Puso sus condiciones, claro. Quería una interlocución permanente con los directivos y una Mesa de Inversión en la que encabezaría un equipo de 26 asesores. Quería asistir a los mismos comités en los que se reunían hombres como Juan Carlos Ortiz y Tomás Jaramillo, hombre de confianza e hijo del presidente de la compañía, Rodrigo Jaramillo, respectivamente. Evaluó con ellos listas de clientes entre los que figuraban personalidades como Germán Vargas Lleras y Nohemí Sanín.
Sin embargo, Corridori quería definir sus propios objetivos entre personas que comenzó a conocer en los clubes sociales y los círculos empresariales. Uno de los primeros fue el ingeniero Alfonso Manrique Van Dame, dueño de las firmas Manrique & Manrique y Croma y, por coincidencia, socio en ODINSA del exministro Luis Fernando Jaramillo, hermano del presidente de Interbolsa.
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Pronto lo supo todo del potencial cliente, incluso que también era socio de una Concesionaria de autos con Reinaldo Cabrera, fundador de la Clínica Cardio Infantil. También, que durante el gobierno de Ernesto Samper había sido miembro de la Junta Directiva de Ecopetrol al lado de otros ilustres como Adolfo Arango, dueño de Argos; Álvaro Correa Holguín, del ingenio Mayagüez, y Abdón Espinosa Fenwarth, empresario.
El italiano llegó a Manrique gracias a los oficios de ejecutivos de la firma Gervalores, una comisionista pequeña comparada con Interbolsa. Con su habilidad social no solo le propuso asesorarlo en sus nuevas inversiones, sino convertirse en socio suyo. “Si unimos nuestros portafolios en Interbolsa podríamos obtener magníficos resultados”, le prometió.
La unión de los portafolios se dio a través de un contrato de cuentas en participación. Todo parecía ir viento en popa porque la inversión fluía y canalizados a través del puesto de bolsa reportaban buenos resultados. En el entretanto la influencia de Corridori crecía, al punto de que se convirtió en asesor del equipo encargado del rescate de Acerías del Río y en integrante de la junta de Blanco y Azul, sociedad dueña del club de fútbol Millonarios.
Cuando alguno de sus clientes iba a Italia, Corridori se encargaba de que su padre se convirtiera en su guía por los mejores sitios de La Toscana. Eso sí, a ninguno de ellos los podría llevar a la comunidad donde él nació y creció porque corría el riesgo de que descubriera un secreto que el guardaba con celo: que jamás trabajó para la multinacional Parmalat y que lo máximo que consiguió laboralmente antes de llegar a Colombia fue haber sido vendedor de seguros.
Un paréntesis aquí permite recordar que los devaneos y amoríos habrían de abrirle al italiano nuevas puertas en Colombia. Según sus registros de migración llegó al país a través de la Isla de San Andrés. En la playa conoció a una atractiva joven santandereana y durante el poco tiempo que estuvo casado tuvo que conformarse con llevar la vida de una familia de clase media. Cuando decidió dar el salto a Bogotá sus requiebros en Interbolsa surtieron efecto y su relación con Claudia Jaramillo, ejecutiva de la firma, contribuyó a que tuviera fácil acceso a las oficinas de presidencia.
Un flechazo de amor lo posicionó bien entre la familia de Manrique Van Dame. Además de ganarse con su inteligencia social la confianza de la familia, conquistó sentimentalmente a Lina Barguil, sobrina de Manrique y gerente financiera de sus empresas.
A comienzos de noviembre de 2012 la Superintendencia Financiera comenzó a advertir que algo raro pasaba. Las operaciones de repos (venta de títulos financieros con pacto de recompra) les permitía a Corridori y teóricamente a su socio contractual Manrique hacerse a un número de acciones tan alto como para asumir el control de la textilera Fabricato. Además, el organismo de vigilancia encontró un círculo de préstamos que no cumplían los requisitos legales, uno de ellos de Interbolsa SAE garantizado con las acciones de Manrique en ODINSA y Fabricato.
Manrique afirma hoy, al cumplirse los diez años del desplome de Interbolsa, que cuando se dio cuenta de lo que ocurría ya era tarde. Él aparecía firmando autorizaciones para el movimiento de la inversión y no recibía notificación alguna, ya que la dirección registrada para ello era la del apartamento de Alessandro Corridori. Pasarían años para que la fiscal del caso Interbolsa, Alexandra Ladino, ordenara las pruebas de grafología que revelarían que la firma de Manrique había sido falsificada en múltiples operaciones.
El 8 de noviembre de 2012, cuando ya era inminente la intervención de Interbolsa por causa de operaciones tan osadas como la de las repos garantizadas por más repos, Corridori tocó las fibras sentimentales de Lina Barguil para tratar de impedir que su tío lo denunciara penalmente. Los mensajes de chat que Corridori y Lina se cruizaron en plena cresta de la crisis, demuestran que el italiano amenazó con quitarse la vida para dejar un testimonio póstumo según el cual pudo haberse equivocado pero que jamás obró de mala fe.
Ni en su oficina ni en su apartamento fueron encontrados sogas de las que pudiera haberse colgado, pero si las fibras de una gigantesca red de contactos de quienes le habían apostado a promoverlo en su vertiginosa carrera de comisionista y empresario.
Esas influencias le alcanzarían para que, aunque fue detenido inicialmente, no estuviera un solo día en la cárcel. Cuando se suponía que debía estar confinado en su casa mientras su situación jurídica era resuelta, sus amigos lo veían paseándose por los clubes sociales y los mejores restaurantes de Bogotá a bordo de su Mercedes Benz.
Según Manrique Van Dame, dos infiltraciones marcaron su vida: primero, cuando las Farc metieron un ‘topo’ a su oficina para secuestrarlo y luego cuando Corridori lo convenció con artificios de que unieran sus portafolios en Interbolsa.
El proceso por la caída de Interbolsa involucró a más de treinta personas, pero en el caso de Corridori acaba de prescribir, es decir, de ser archivado porque se venció el plazo legal para que la justicia calificara su responsabilidad. Ahora, envalentonado y libre de antecedentes vuelve a los estrados judiciales, pero esta vez para demandar a la Nación por supuestos daños y perjuicios que él calcula en $146.000 millones.
Aunque sigue libre, la justicia se interpuso en su camino. El Tribunal Administrativo de Cundinamarca frenó en seco su pretensión de que la Nación lo indemnizara.